Pep Borrell: “El matrimonio es una poesía épica”

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DURACIÓN LECTURA: 23min.
Pep Borrell (foto: Patricio Sánchez-Jáuregui)

Pep Borrell Vilanova (Barcelona, 1963) es odontólogo, pero se está dejando los dientes, sobre todo, en hablar bien del matrimonio. A contracorriente, también desde las redes sociales, desde las librerías y desde los escenarios.

En febrero de 2023 publicó Bailar en la cocina, y su banda sonora pasa por la séptima edición. Un superventas con mucha música de fondo para alegrar los oídos de quienes creen que una pareja estable es un dinosaurio judeocristiano en peligro de extinción.

“Y tú, ¿disfrutas de tu matrimonio o vas tirando? ¿Os lo pasáis bien u os aguantáis?”. Con sus páginas, sus stories de Instagram y sus conferencias, Borrell hace una endodoncia indolora llena de sentido práctico para dar esperanzas sobre el éxito de las parejas que se quieren hasta el final de sus vidas. Con los caninos, muerde las estadísticas para sacudir todo el fracaso que conllevan, y anima a ponernos incisivos con el esfuerzo que más merece la pena: family first.

Pareja de bailes domésticos de Mercè Escudé. Padre de cinco. Abuelo de otros cinco. A las cinco debe acicalarse para una sesión de dancing matrimonial en una zona family-friendly de Madrid. Le he dejado sin siesta, pero esta ha sido nuestra conversación de sobremesa sin licor…

— Dices que el matrimonio no es para aguantar, sino para disfrutar.

— En el noviazgo hay que tener los ojos muy abiertos, pero en el matrimonio es mejor cerrarlos un poco… Soy odontólogo. No tengo nada que ver con el mundo de la filosofía o de la antropología, pero veo que el matrimonio es lo que vive la mayoría de la gente y la causa de la felicidad de muchas personas, y sin embargo, llevamos años hablando tan mal del matrimonio que cada vez hay más jóvenes que dicen que no quieren casarse.

Se extiende la idea de que casi todos los matrimonios o las parejas se rompen, y eso tampoco es así. Con el paso del tiempo, lo que se descubre con madurez es que nada nacido para durar para siempre es fácil. La estabilidad de una pareja hay que currársela. El mundo necesita saber que, si nos esforzamos porque queremos, disfrutaremos con el matrimonio. No es cuestión de técnicas complejísimas de superación, sino de detalles sencillos de cariño auténtico, de sinceridad, de constancia… Como en todo lo que implica a la voluntad de dos personas, hace falta superarse a uno mismo, pero no aguantando estoicamente, sino disfrutando de lo que eso supone también de crecimiento personal.

“Pensar en el matrimonio como un estado de disfrute permanente es una visión inmadura”

— ¿Hasta qué punto es importante el noviazgo?

— El noviazgo es un tiempo estupendo de conocimiento, y también de trabajo a fondo. Al final, cada uno de los miembros de una pareja debe pensar con calma si se ve capaz de compartir la vida con el otro o no. Honestamente. Todo lo que se avance en el noviazgo es terreno ganado para el resto de la historia. El noviazgo debe ser también una etapa para hablar con profundidad de cuestiones importantes, y para soñar para bien, y para mal, aventurando lo que pueda pasar con el transcurso de los años, conociendo la situación y la forma de ser de cada uno.

Algunos novios me dicen que no saben de qué hablar, o que ya se lo han dicho todo… Algunos y algunas consideran que el noviazgo es una época exclusivamente centrada en pasárselo bien. Hacen muchas cosas juntos, pero no conversan sobre cuestiones que acompañarán sus acciones cuando vivan juntos. Nunca se puede prever todo lo que vamos a encontrarnos en el camino; es lógico, porque la vida siempre nos supera, pero es mucho más importante saber con quién te casas que pasarlo bien. Pensar en el matrimonio como un estado de disfrute permanente es una visión inmadura.

— Algunos matrimonios en crisis aducen que, con los años o con la llegada de los hijos, a los dos les ha cambiado el carácter. A peor. Hay más pesimismo, más ataques y más cansancio en las conversaciones y en las rutinas diarias que ilusiones, comprensiones y vitalidad.

— El mundo está lleno de parejas diferentes. En todas, la madurez de la conexión y del amor tiene que ver con el conocimiento propio, la aceptación, el aprender a querer con las virtudes y los defectos. Pero nada sirve igual para todo el mundo. Lo que yo veo en matrimonios o parejas en crisis es que se han abandonado en algún momento del camino hasta esa parte. En algún momento se han dejado de hablar, o han dejado de hablar sinceramente, o han dejado de cuidarse el uno al otro… Es probable que, sin querer, hayan estado más pendientes del trabajo o de los hijos, o de las cosas de la casa. Para que una pareja o un matrimonio funcionen con alegría, lo primero es esforzarse al máximo para que cada uno aprenda a querer al otro como es, sin pretender cambiarlo. Cuando ese cariño es profundo, los sentimientos del principio acabarán volviendo, incluso con más satisfacción, porque han sido probados por el camino de cada día.

— ¿El matrimonio es poesía o épica?

— El matrimonio es una poesía épica.

— ¿Bailar en la cocina es una revolución?

— Ojalá sea una revolución, aunque no busco yo provocar inestabilidades, sino todo lo contrario. Lo que supone esa realidad y esa expresión de “bailar en la cocina” es algo maravilloso y muy sencillo que puede ayudar a inundar de felicidad los hogares, y esa felicidad acaba compartiéndose con el resto de la sociedad y del mundo. Quererse para siempre es algo que hay que trabajarse, pero que es un camino lleno de cosas sencillas: hablar, cantar, bailar, reír, comer juntos, abrazarse, acostarse… En realidad, es todo muy básico.

— Qué revolución es que un matrimonio o una pareja se quiera hasta el final en una sociedad donde impera lo efímero y lo instantáneo en todo lo que nos rodea?

— Un matrimonio que consigue llegar unido a la meta es una gran noticia para su familia y para toda la sociedad. Socialmente, es uno de los ejemplos más claros de éxito personal comúnmente aceptados. Esa unidad genera una alegría profunda que afecta a cada uno de los miembros de la casa y a las personas que conviven a su alrededor.

Esta mañana he ido en el AVE y la mayoría de las personas que me rodeaban eran parejas estables a las que se les veía a gusto. Después hemos ido a comer, y en la mayoría de las mesas había parejas unidas que se nota que se conocen desde hace tiempo. Cada día, cuando paseamos por la calle, vemos mucha gente sencilla y serenamente feliz que van de la mano disfrutando del momento. Esa satisfacción de la vida normal es importante transmitirla a los más jóvenes. Probablemente, muchos de ellos desean con todas sus fuerzas esa serena estabilidad para sus vidas, porque el amor y la paz van de la mano, y son dos necesidades profundas de los seres humanos, pero los referentes públicos que mitifica la sociedad actual a veces impiden ver la realidad de este camino.

“La rutina y el abandono nos roban el amor y empiezan a hacernos infelices en la pareja”

— ¿Cuando hablas de matrimonio, hablas de matrimonio canónico o de pareja comprometida hasta el final de la vida?

— Hablo de ambas realidades, aunque hay una diferencia significativa. En el matrimonio canónico se presupone la fe, que ayuda mucho en el camino. De todas formas, aunque no se tenga fe, siempre es Dios quien anima el amor más profundo entre los seres humanos. Donde hay dos personas que se quieren, está Dios.

— ¿Cuáles son los enemigos de un matrimonio feliz?

— El primero, abandonarse. El segundo, pensar más en uno mismo que en los demás. El tercero, dar más importancia a los hijos que al cónyuge: cuando te casas con una persona, ella o él siempre debe ser el número uno. Si empezamos a trabajar y perdemos el norte, o tenemos hijos y enfocamos en ellos toda nuestra atención, vamos dejando de dedicarnos tiempo de pareja, porque estamos cansados, y preferimos apalancarnos frente al televisor antes que salir a cenar… La rutina nos ha robado el amor y ha empezado a hacernos infelices.

— ¿Por dónde se empieza a reconstruir un matrimonio cuando empieza a ir mal?

— Cuando un matrimonio va mal, lo primero que hay que hacer es callar, porque, muchas veces, verbalizamos cosas de las que nos arrepentiremos. En el momento del enfado, podemos decir cosas negativas de nuestra pareja, o incluso hablar de esas cuestiones con otros con un cierto afán de quedarnos a gusto, aunque hagamos daño. Y eso es fatal. Se habla siempre que haya que hablar, pero con afán constructivo, porque si no, las palabras gruesas se convierten en heridas.

En ocasiones, una pequeña cuestión inoportuna es la gota que colma el vaso y eso se convierte en el detonante de una guerra sin cuartel. De pronto, sin saber muy bien por qué, empiezan a salir los trapos sucios del pasado y la conversación entre esposos se convierte en una pelea por echarse las cosas a la cara, incluso de las cuestiones que ya nos habíamos perdonado hacía tiempo… Callar, esperar, pensar, hablar con respeto y actuar con intención curativa no siempre es sencillo, pero es la mejor opción para evitar convertir el cariño real en una guerra civil llena de orgullo insano.

— Una persona maltratada por su pareja es importante que no calle…

— Por supuesto. Los malos tratos se han convertido en una realidad muy seria. El matrimonio está para quererse para toda la vida, no para que tu casa se convierta en un calvario. Desde el punto de vista canónico, en esos casos la separación es más que aconsejable.

“Hablar sin herir y servir son acciones que curan las parejas en crisis”

— Del amor eterno al odio visceral. En bastantes casas. Y, a veces, en demasiado poco tiempo.

— Es importante esforzarse para que el motivo de nuestra felicidad no se convierta en la causa de nuestra amargura. En esto cobra un papel especial el espíritu de servicio. La mejor manera de reconquistar a tu pareja es convertir la disposición a servir en la manera más auténtica de decir “te quiero”. Es mucho más potente decirle a tu mujer: “Ve a echarte una siesta, que yo me encargo de recoger la cocina”, que decirle veinte veces que la quieres. Ante una pareja en crisis, recomiendo particularmente el silencio –mejor callar que herirse– y el servicio. Y si eres una persona creyente, la oración. Su poder es invencible.

— En diciembre de 2023, el CEU publicó un informe titulado Transformación y crisis de la institución matrimonial en España. En ese texto se dice que más de la mitad de los jóvenes españoles no se casarán nunca. ¿Qué consecuencias tendrá eso sobre el futuro de las familias de nuestro país?

— Tiene todas las consecuencias del mundo, y de eso tenemos la culpa los que estamos casados. Urge hacer un esfuerzo general para cambiar esa percepción. No podemos esperar a que sean las instituciones las que tomen medidas en esa dirección. Las personas casadas tenemos que aprender a ser más ejemplares a nuestro alrededor. Primero, en casa, para que los hijos sigan viendo en sus padres la mejor referencia. Es importante que nuestros hijos vean cómo nos queremos en la alegría y en la pena, en la juventud y ante la enfermedad. Que valoren que llevamos treinta años casados y somos felices. Que, además, nos vean guapos, que nos cuidamos, que envejecemos con fondo y en forma. Todo está en nuestras manos. No podemos exigir responsabilidades al Gobierno, a la sociedad o a las leyes si nosotros no somos los primeros en mostrar la realidad sin extra de azúcar ni extra de ácido.

— ¿Cómo se logra que los matrimonios que sí funcionan tengan más visibilidad pública, teniendo en cuenta que esos no aparecen en la prensa del corazón? Los ejemplos públicos de parejas son, generalmente, de fracaso, y las familias estables no son noticia.

— En todas las familias existen sus más y sus menos, y eso es normal. Con sus más y sus menos, los matrimonios pueden ser estables y convivir enamorados hasta que la muerte los separe. La prensa no es el camino más directo. La ejemplaridad pública empieza en nuestra propia casa y con los vecinos. Si tú cuidas y riegas tu parcela de césped, y el vecino, también, entonces, partido a partido, estamos mejorando el mundo.

Lo más atractivo es que quienes están cerca de nosotros vean que el matrimonio nos hace felices sin necesidad de postureo, porque la felicidad en la pareja no se imposta. Esa realidad se transmite sin querer, porque es muy potente. La buena salud del matrimonio hay que trabajársela cada día, también cuando da pereza. Con pequeñas victorias, como las que cosechamos cuando decidimos ir al gimnasio o aparcar el mal humor de un día intenso de trabajo antes de abrir la puerta de casa. Cambiar el entorno cercano y a escala es más fácil. Lo que ven los hijos, los nietos, el resto de la familia o los compañeros de trabajo es la lección más gráfica y verdadera, y eso ninguna ideología lo podrá subvertir o esconder.

“Vivir a corto plazo no llena nuestra necesidad de amar, que tiene mucho que ver con nuestras ansias sanas de eternidad”

— ¿Cómo se conjuga el realismo de saber que ninguna familia es perfecta con la esperanza de saber que, aun así, la vida más feliz posible es imperfecta?

— Asumiendo la propia imperfección, de la que somos testigos diarios. Probablemente, la foto que más likes genere en Instagram sea la de dos abuelos que se quieren: que se conocen perfectamente, porque llevan toda la vida juntos, pero se quieren y lo demuestran. El compromiso tiene mucho que ver con nuestra felicidad.

Muchas biografías han estado llenas de problemas, de dificultades, de subes y bajas, y en esa acumulación, donde también ha habido experiencias positivas, también ha madurado el amor. Nada firme permanece exclusivamente a base de sentimientos. El happy flowers es mentira. Irse con la rubia puede ser una tentación fácil. De hecho, durante 2023, en España se produjeron 80.065 separaciones y divorcios, un 5,3% menos que en 2022. Pero vivir a corto plazo generalmente no llena nuestra necesidad de amar, que tiene mucho que ver con nuestras ansias sanas de eternidad. La estabilidad personal y familiar es un bien de primera necesidad. Otro dato significativo de 2023: el 13,4% de la población española sufrió de soledad no deseada…

Pep Borrell (foto: Patricio Sánchez-Jáuregui)

— ¿Ves una relación entre las parejas que no llegan a puerto y la pandemia de soledad que azota a Occidente?

— Los países más desarrollados son aquellos donde más matrimonios se rompen. Al final, la crisis de individualismo, la tiranía de la comodidad, el miedo al sufrimiento o la falta de capacidad para esforzarse son cosas habituales que contienen elementos de egoísmo y que destacan cuando se vive en un estado de bienestar general. Progresamos en muchas cosas, pero vamos marcha atrás en la necesidad de cuidar la estabilidad de las parejas o de promover la paz y el bienestar familiar.

— ¿La crisis social del matrimonio no es fruto de una campaña ideológica, sino el resultado de un maltrato de la institución por parte de muchas personas casadas?

— En realidad, es la suma de ambas cosas. Pero yo prefiero ser optimista y no echarle las culpas a nadie. La sociedad la formamos todos. No creo que sea fruto de una confabulación oscura de los poderes en la sombra, porque la realidad de cada matrimonio, de cada pareja y de cada familia es una cuestión en la que la experiencia personal o cercana siempre se impone a la vista.

— ¿Hay alguna diferencia entre casarse o unirse por la Iglesia, o la única salvedad es la bendición de la Iglesia?

— Hay muchísimas diferencias. En el matrimonio canónico hay un deseo esencial de querer para siempre. Es una locura de amor. Una locura que puede salir adelante con compromiso. No se puede confundir el sentimiento con la voluntad de amar. El amor que dura no es sólo un sentimiento, sino un compromiso. En la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad. ¡Todos los días de mi vida! Lo escuchamos en las bodas, ahí, al pie del altar, y pensamos: “¡Qué bonito!”. En ese momento, el sacerdote podría decir realidades menos poéticas, pero que están en el trasfondo del mismo compromiso: un accidente de tráfico, una depresión, un revés laboral, una crisis económica, un hijo difícil…

El amor no se prueba. El amor se entrega. En el matrimonio canónico hay una disposición al compromiso sin límites y al amor sin barreras. Nos casamos pase lo que pase. Cualquier compromiso es difícil, y eso ya lo sabemos cuando decidimos casarnos, pero el éxito depende mucho de nosotros. Cuando el compromiso se cuida y se trabaja, el sentimiento mantiene todo su esplendor y, además, aumenta su potencia.

El matrimonio es un sacramento que confiere su gracia a los esposos si estamos dispuestos a recibirla, y eso es lo que marca particularmente la diferencia.

— ¿Hay relación entre los matrimonios que se rompen y las parejas que no han querido abrirse a la vida?

— Por lo que yo veo, tiene mucho que ver. Es una de las cosas que merece la pena hablar durante el noviazgo.

— ¿Cómo se habla de sexo en el noviazgo?

— En el noviazgo es importante hablar de sexo desde el minuto uno, sobre todo con las palabras. El lenguaje del cuerpo es importante, pero debe responder a una voluntad dialogada donde se expresen los deseos más profundos de ambas partes.

— En este ámbito, ¿en qué siglo anda la Iglesia?

— La Iglesia anda en el siglo XXI en punto, e incluso es una adelantada a nuestro tiempo en el ámbito de respetar la libertad de la gente y ser muy delicados con la voluntad de cada persona en el ámbito sexual…

— ¿También a la hora de hablar con gracia de moral sexual generando atracción por el bien?

— Hablar de sexo siempre cuesta y, generalmente, todos lo podemos hacer mejor, empezando por los padres. En cualquier caso, en la historia reciente de la Iglesia se han dado grandes pasos en esta cuestión, como refleja toda la Teología del Cuerpo expresada por san Juan Pablo II. Pienso que los católicos tenemos que aprender, urgentemente, a hablar de la sexualidad en positivo. No tiene sentido reducir la grandeza de la sexualidad humana a un punto de vista regresivo, donde todo es o mal, o tabú. La sexualidad es algo muy constitutivo de la felicidad de las personas y merece la pena ser más didácticos. Por fe, los católicos sabemos que la sexualidad es un regalo de Dios, y esa es la verdad que debemos comunicar.

— ¿Una persona sin fe puede entender que la sexualidad es un regalo, pero que tiene un código moral para desenvolverlo?

— La gente que sabe querer entiende el mismo mensaje. Las personas honestas entienden que detrás del amor no sólo puede haber carne y cuerpo. Y que el sexo sólo no es amor, y tampoco es un deporte, ni ocio. La capacidad sexual es muy determinante en nuestras biografías, y tiene mucho que ver con nuestra capacidad de darnos enteramente a quien queremos.

Desde que estoy presente en las redes sociales, me escribe mucha gente, sobre todo mujeres, que se sienten utilizadas sexualmente por sus parejas. Muchas notan en sus relaciones que se convierten en cuerpo, y echan de menos el cortejo del alma. Cuando alguien nos besa, besa el cuerpo y nos besa a nosotros. Cuando tocamos, tocamos a alguien, no a un cuerpo inerte. La vida moral tiene mucho que ver con el sentido común, aunque quizá haya faltado pedagogía para poner el acento en la maravilla, y dejar de señalar constantemente hacia las penas del infierno.

— ¿Cuántos padres –masculinos– de tu generación conoces que hayan hablado de sexualidad con sus hijos?

— Yo, unos cuantos. Aunque cada vez reivindico hablar más de afectividad que de sexualidad, porque eso nos ayudará a dialogar con nuestros hijos de manera más profunda y menos superficial. Centrar toda la conversación en la sexualidad puede llevar a chicas y chicos jóvenes a entender el amor como una cosa muy epidérmica. Hablar de afectividad, además de ser mucho más fácil, nos llega a todas y a todos. Creo que nuestros hijos eso lo van a hacer mucho mejor.

— En los cursos de novios que impartes, ¿ves que está cambiado el patrón de padre, que los de las nuevas generaciones están más implicados en sus casas y en la educación de los hijos?

— ¡Muchísimo más! También se observa una competencia entre mujeres y hombres que no es buena. Lo vivimos hace poco con Elsa Pataky y su marido, Chris Hemsworth: el matrimonio había decidido dar más cancha a la carrera cinematográfica de él, y la opinión pública se les puso injustamente en contra. ¿Por qué? Cualquier decisión que se toma conjuntamente en un matrimonio está bien tomada.

— ¿En las redes sociales se percibe más esperanza sobre el futuro del matrimonio que en los medios de comunicación?

— En las redes se ve de todo. En la mayoría de los casos, se difunden mensajes que no son cien por cien reales, pero pueden ser más animantes. Es evidente que la felicidad crónica no existe. Una vez que eso lo tenemos claro, yo prefiero ver también ejemplos positivos, que destacan poco en los medios de comunicación. Ver a un matrimonio guapo que baila y se lo pasa bien siempre anima. Quizá no tengan ni un ferrari, ni un avión, ni una piscina de catálogo, pero es que a mí esas cosas materiales me interesan mucho menos. Un matrimonio que disfruta haciendo cosas sencillas y lo expone con naturalidad en las redes sociales puede ser un ventilador de aire fresco para muchas personas, porque se convierte en una referencia fácilmente imitable.

En los medios predominan las noticias negativas permanentes. Las noticias negativas permanentes tampoco son verdad. Los medios de comunicación pueden contar una realidad sin matices sobre el matrimonio y la familia bastante insoportable.

“Para querer sin cansarse recomiendo mirar, admirar, dejar de mirarse y dejarse mirar”

— ¿Te has convertido en un consultor matrimonial digital?

— A veces, sí. Me acaban llegando muchas historias, la mayoría de ellas muy sencillas. Veo que los hombres cada vez somos más protagonistas de nuestros matrimonios y nuestras familias, y eso es una noticia muy positiva.

De todas formas, todavía hay algunas mujeres que me dicen que sus maridos parece que solo piensan en montar en bici durante el fin de semana, y que odian las bicis, que quieren quemarlas… Yo les recomiendo que presten atención a las bicis de sus maridos, porque preguntarle en una cena si su bici tiene un cuadro de titanio o de aluminio puede suponer un cambio radical para los dos. Empezará a enseñarle la bici antes de salir los domingos a las 12, y así ella también será parte del plan. Ese afán debe ser correspondido por el marido con las cosas que le ilusionan a su mujer. El interés por los gustos de la persona que queremos es una gran muestra de cariño verdadero. No tiene sentido convertir las aficiones de las personas a las que queremos en enemigos públicos a batir. Interesarse de verdad por las ilusiones del otro es una gran manera de amar inteligentemente.

Tengo una regla nemotécnica muy fácil para aprender a querer sin descanso: mirar, admirar, dejar de mirarse y dejarse mirar. Poner los cinco sentidos en una relación nos hace mucho más felices que colocar todo nuestro potencial en torno al propio ombligo. En un matrimonio, a veces cuesta dar y otras, recibir. Avanzar en ser generosos en ambos casos es muy provechoso para los dos.

— ¿Instagram es un espacio saludable para creer en el matrimonio?

— Sí. Aunque a veces puedes encontrarte con familias demasiado guapas y perfectas, y lo perfecto desmotiva, porque no es creíble.

— Un balance de tu matrimonio, sin extra de azúcar.

— Mi matrimonio es maravilloso. Estoy muy enamorado de mi mujer. Hay muchas cosas que recomiendo ahora y que yo no hice en su momento, aunque siempre supe que me iría bien con mi mujer. Los dos teníamos las mismas condiciones, los dos hemos apostado a tope para que la familia funcionara bien, y los dos nos hemos esforzado al máximo para eso.

Me acabo de acordar de una vez que, en una boda, se me acercó una chica joven y me dijo cabreada: “Tú eres el de Bailar en la cocina y el de las charlas. ¡Eres un falso!”. “Sí, lo has pintado todo muy bonito. Siempre hablas del matrimonio como si fuese un chollo. Me casé hace cuatro años. Tengo tres hijos. Mi marido llega todos los días a casa a las 10. Estoy saturada. Esto es un sufrimiento”. Desde entonces, cada vez que hablo de estos temas destaco que en todas las historias de todos los matrimonios del mundo siempre hay una etapa dura, a veces durísima, que es la de los primeros años de crianza, y yo esa etapa también la viví, pero hace tiempo y se me había olvidado.

Es bueno no endulzar la realidad, pero también es importante entender que es lógico que haya etapas más duras y otras más fáciles. Cualquier persona que trabaja sabe que, a veces, toca echar más horas que las que ofrece un reloj. En esos momentos de subida, puedes tirar la toalla y mandar todo a paseo, o esforzarte más, sabiendo que ese esfuerzo te ofrece muchas papeletas para que todo vaya bien.

— ¿Cuál es tu visión sobre el futuro del matrimonio en España, sin azúcar y sin vinagre?

— Una visión positiva. La gente que se casa hoy lo hace más convencida y preparada que nunca ante las dificultades. Probablemente, lleguen al altar con una mirada más realista. Entre los libros, el cine, el periodismo, las conversaciones con amigos, las charlas, el ejemplo de los abuelos y de los padres, y las redes sociales, tenemos más material para saber a qué nos enfrentamos y para lograr un éxito que deseamos conquistar con toda el alma.

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