Las terapias afirmativas para menores con diagnóstico de disforia de género (DG) fueron la norma en varios países europeos hasta hace poco. Un par de visitas al psicólogo bastaban para derivar al chico o a la chica a la consulta del endocrino. Pero luego, si la persona –ya más madura– lamentaba las modificaciones a que habían sometido su cuerpo, los médicos podían escudarse en que habían tenido su consentimiento informado como menor; en el “ay, pero tú estabas muy segura” que le soltaron a una joven gallega, cuando pidió cuentas sobre por qué le habían dejado iniciar un proceso de “reasignación de sexo”… a sus 15 años.
Que ejemplos como este fueran cada vez a más en el Viejo Continente hizo saltar las alarmas y provocó reformas. El gobierno…
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