Cristianos entre los soldados israelíes y entre las víctimas de los bombardeos en Gaza: habla el Patriarca de Jerusalén

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Cristianos entre los soldados israelíes y entre las víctimas de los bombardeos en Gaza: habla el Patriarca de Jerusalén
Vista de las cúpulas del Santo Sepulcro en el Barrio Cristiano de Jerusalén (foto: Isabel Rodríguez Maisterra)

“¿Su Eminencia no sabe nada? Mire, la situación aquí es horrible”. El pasado 7 de octubre, el recién creado cardenal Mons. Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, se encontraba en su tierra natal, Bérgamo, con la agenda llena de compromisos, lo que le había impedido seguir las noticias.

“Apenas había pasado una semana desde el Consistorio en el que el Papa Francisco me había creado cardenal. La semana había transcurrido en celebraciones y fiestas en Italia, nada hacía prever las cosas horribles que sucederían pocos días después”, contaba a L’Osservatore Romano en una reciente entrevista. La llamada de uno de sus colaboradores desde Jerusalén fue el primer despertador. En cuanto se dio cuenta de lo grave de la situación, organizó todo para volver cuanto antes, lo que no pudo ser hasta dos días después, porque no había vuelos. Además, tuvo que viajar por Jordania, ya que el aeropuerto de Tel Aviv estaba cerrado; y con un permiso especial, pues la frontera estaba cerrada también.

Mons. Pizzaballa había alertado meses antes del deterioro de la situación en Israel y en los territorios palestinos desde que llegara al poder el gobierno más radical de la historia del Estado judío. La mayor violencia contra los palestinos en los territorios ocupados se había manifestado también en una frecuencia sin precedentes en los ataques a los cristianos por parte de judíos extremistas. Y luego llegó el 7 de octubre con las masacres por parte de Hamás, con 1.400 muertos y 239 rehenes. La respuesta israelí sobre Gaza deja ya más de 11.000 muertos, decenas de miles de heridos, más de un millón de personas desplazadas. Con una operación militar de duración incierta, el futuro para la Franja de Gaza y sus habitantes es todavía más incierto. Lo único que está claro es que nada volverá a ser como antes.

“Entre las tres religiones abrahámicas, los cristianos somos los únicos que no nos identificamos con un solo grupo étnico” (Mons. Pizzaballa)

El Patriarca de Jerusalén, que lleva en la Ciudad Santa desde 1990, ejerció antes como Custodio de Tierra Santa, desde 2004 hasta 2016. Su experiencia, su cercanía, su apertura al diálogo y su valentía para denunciar las injusticias en una tierra de perenne conflicto hacen de él una voz autorizada y una figura de referencia en medio del caos. Sin embargo, él mismo reconoce que “algo se ha roto” esta vez. “A lo largo de estos años he construido muchas relaciones […] humanas, con los palestinos y con los israelíes; relaciones que en un momento resultaron imposibles –comentaba en la citada entrevista–. Algo se ha roto. Entre ellos, en primer lugar. Y tú, que has dedicado toda tu vida a ser la bisagra, el facilitador, ya no puedes encajar las piezas”.

Mons. Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, en su primera misa como cardenal (foto: Patriarcado Latino de Jerusalén)

“Estar por la paz no significa ser neutral”

La comunidad cristiana en Israel y los territorios palestinos es una pequeña minoría, apenas un 1%, dentro del cual están los cristianos ortodoxos, seguidos en número de los católicos, protestantes, etc. La gran mayoría son palestinos, residentes tanto en Israel como en Cisjordania y Gaza. Sin embargo, como destaca Mons. Pizzaballa, “entre las tres religiones abrahámicas, somos los únicos que no nos identificamos con un solo grupo étnico […] Por ejemplo, hay soldados católicos que están en Gaza bajo insignia israelí. Ellos también forman parte de mi rebaño. Luego están las comunidades de lengua hebrea, los extranjeros, los trabajadores inmigrados”.

El cardenal admite que, con los distintos comunicados que se han ido emitiendo desde el Patriarcado, “hemos sido criticados por un lado, pero también por el otro”. También admite que la confusión era tal que les costó entender en un principio “la magnitud de los acontecimientos”. Tuvieron que velar rápidamente por la seguridad de las comunidades religiosas y de los cristianos de Gaza, así como gestionar los daños que han sufrido sus edificios allí. Por otra parte, la comunidad católica israelí demandaba también atención a sus heridas, a su trauma. Mons. Pizzaballa trató de escuchar y dar palabras de aliento a todo el que las reclamaba, “con la gran dificultad de hacer entender que estar por la paz no significa ser neutral. (…) Pero en estos momentos de dolor y rabia, no todos lo entienden”.

En momentos de dolor y oscuridad, para las minorías cristianas de Oriente Medio la voz de los líderes religiosos es muy importante. Como puntualiza el Patriarca, “aquí ser cristiano no es como en Europa. Aquí es un signo de pertenencia, una forma de vida (…) No lo olvidas, y si lo olvidas, otros te lo recuerdan”. Es por ello por lo que, pasadas las primeras semanas desde el ataque de Hamás y la respuesta israelí sobre Gaza, Mons. Pizzaballa decidió escribir una carta a su diócesis: “Sentí la necesidad de escribir no sólo a mis hermanos en la fe, sino también a mí mismo. Reordenar mis pensamientos. De volver a comprender mi papel y el de los cristianos en esta tierra”.

En esta carta denuncia y condena el ataque de Hamás, apuntando que toda vida humana “tiene igual dignidad ante Dios”. Sin embargo, a renglón seguido indica el deber de denunciar y condenar igualmente la violencia de la que es víctima la población en Gaza; violencia que solo causará más “muerte y destrucción”, haciendo que crezcan “el odio y el resentimiento”, sin resolver el problema y creando otros problemas nuevos. Mons. Pizzaballa indica en este texto cuál es la raíz del conflicto y por dónde se debe empezar a resolver: “Sólo si se pone fin a decenios de ocupación y a sus trágicas consecuencias, y se da una perspectiva nacional clara y segura al pueblo palestino se puede iniciar un proceso de paz serio”.

“Este martirio lo experimenta ahora mi pueblo”

En una rueda de prensa, un periodista preguntó al Patriarca si estaría dispuesto a ofrecerse a cambio de los rehenes israelíes si esto fuera posible. Mons. Pizzaballa contestó que sí y su respuesta fue recogida en medios de comunicación de todo el mundo. En la conversación con L’Osservatore Romano, preguntado por el caso, responde que eso no tiene “nada de extraordinario: es el seguimiento de Jesús, que lo hizo por nosotros”. Además, puntualizó, “ni que decir tiene que yo habría dicho lo mismo por los palestinos”.

El color rojo con el que se revisten los cardenales representa una entrega de su vida hasta el martirio si fuera necesario. Aunque no sabe interpretarla todavía, el nuevo cardenal ve una señal entre su reciente nombramiento y la guerra que desgarra su tierra: “Este martirio lo experimenta ahora mi pueblo”. Un pueblo al que ama “con todas sus contradicciones” y al que desea aportar “una palabra de Evangelio que ayude a vivir esta situación; y más aún la situación que será”. Su intención es escuchar sin juzgar, comprender y alentar. Es consciente de que las emociones están a flor de piel, de que la polarización ha afectado a todos, dificultando el diálogo, tan necesario para alcanzar una solución: “Todavía hay mucho dolor, y cuando hay dolor, el espacio para el análisis y la reflexión se estrecha. El duelo absorbe mucha energía, así que llevará tiempo”.

A nivel político y social, el cardenal tiene claro que la guerra acabará antes o después, pero que las consecuencias “serán terribles”. En su opinión, hay dos aspectos preocupantes a destacar. En primer lugar, que “ambos bandos [Israel y Hamás] parecen carecer de una visión estratégica, aparte de la aniquilación del otro”. Y, en segundo lugar, “la dificultad de distanciarse, incluso emocionalmente, de los pesados pasados de ambos pueblos, la Shoah [nombre que dan los judíos al Holocausto] y la Nakba [nombre árabe que designa la “catástrofe” que la creación del Estado judío supuso para el pueblo palestino]. Como señala Mons. Pizzaballa, las masacres del 7 de octubre evocaron lo primero, y los bombardeos y desplazamientos forzados de la población en Gaza, lo segundo.

El papel de los cristianos

Especialmente conmovedoras y cariñosas son las palabras que Mons. Pizaballa ha dirigido en un mensaje en vídeo a la comunidad católica en Gaza, que ha perdido ya a 18 personas a causa de la guerra. Alternando árabe e inglés, el cardenal ha deseado poder visitarlos pronto, como hace cada año, y les ha agradecido su testimonio, un testimonio que reconforta y que le recuerda las palabras de Jesús: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. También les ha reiterado su apoyo y que está haciendo todo lo posible con las autoridades “para poner fin a esta situación lo antes posible”.

En su carta a la diócesis animó a adoptar una actitud que trascendiera el resentimiento: “Tener el coraje del amor y de la paz aquí, hoy, significa no permitir que el odio, la venganza, la ira y el dolor ocupen todo el espacio de nuestro corazón, de nuestros discursos, de nuestro pensamiento”. En esta línea, en la entrevista también subrayó: “Se debe amar a todos. Este es el gran desafío que tenemos los cristianos aquí”.

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