Implicaciones geopolíticas de la caída del régimen de Asad en Siria

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Implicaciones geopolíticas de la caída del régimen de Asad en Siria
Unos niños junto a la estatua derribada y decapitada del anterior presidente sirio, Hafez al Asad, en la ciudad de Hama el 7-12-2024, un día después de que la tomaran las fuerzas del HTS (foto:Juma Mohammad/IMAGESLIVE via ZUMA Press Wire/DPA/Europa Press)

En menos de dos semanas, el régimen de Bachar al Asad, segundo presidente de la dinastía que gobernaba Siria desde hace medio siglo, se ha derrumbado. Ha sido a partir de la caída de la ciudad de Alepo y de la guerra relámpago de los grupos del Ejército Nacional Sirio (ENS), apoyado por Turquía, y Hayat Tharir al Sham (HTS, Comité de Liberación del Levante), considerado como yihadista. Lo sorprendente es que se ha producido un cambio radical de la situación.

No cabe duda de que estos hechos se pueden relacionar con el escenario geopolítico surgido en Oriente Medio a partir de los ataques de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023.

La fragilidad del régimen de Asad

Los combates más encarnizados del régimen de Bachar al Asad contra los rebeldes islamistas, con el apoyo de sus aliados Rusia e Irán, concluyeron en 2018, aunque pasaron cuatro años hasta que el gobierno de Damasco proclamara oficialmente la derrota del Estado Islámico, si bien esta organización sobrevive aún en algunos lugares del desierto sirio. En ese momento, el régimen de Asad controlaba las tres cuartas partes del territorio de Siria, mientras que algunas zonas del norte y del oeste continuaban en manos de los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias, del ejército turco –en su afán de establecer una zona de seguridad en sus fronteras– y de grupos islamistas asentados en la provincia de Idlib.

Esta configuración del mapa permitió alimentar la imagen de que el régimen controlaría progresivamente el país, sobre todo porque Rusia, Irán y Hezbolá, por medio de bombardeos aéreos y de envíos de armas y de combatientes, habían inclinado la balanza en favor de Asad, que, gracias a ellos, había podido salvar el régimen heredado de su padre hace casi un cuarto de siglo. De este modo, en una supuesta entente de fuerzas vencedoras se pretendía, además, dar a entender que la amenaza yihadista había sido derrotada y, en consecuencia, el régimen sirio pasaba a ser un bastión para la estabilidad de Oriente Medio. Esta percepción llevó a que en 2023 Siria fuera readmitida en la Liga Árabe, de donde había sido excluida años atrás por la brutal represión, por parte del gobierno de Asad, de las protestas de la Primavera Árabe. Arabia Saudí y las monarquías del Golfo, viejas enemigas del régimen sirio desde sus tiempos de aliado de la URSS, hacían gala de pragmatismo tras la derrota del Estado Islámico, un enemigo común.

El régimen sirio jugó en el escenario internacional la baza de la estabilidad frente a la amenaza yihadista, pero el ENS y el HTS han subido asumir un carácter de movimiento nacional

Por lo demás, Rusia e Irán también tenían motivos para sentirse satisfechos no solo por preservar a su principal aliado estratégico en la región, sino también porque podían presentarse como actores eficientes en la lucha contra el terrorismo islamista, que en más de una ocasión les había golpeado en sus respectivos países. Su posición aparecía incluso como más coherente que la de Estados Unidos, enemigo del régimen de Asad, que, en su afán de derribar al régimen, llegó a apoyar a grupos opositores dominados por los islamistas y relacionados con Al Qaeda. Estas referencias demuestran que el régimen sirio jugó en el escenario internacional la baza de la estabilidad frente a la amenaza yihadista. La jugaba también a nivel interno, en el convencimiento de que la mayoría de la población siria temía a los islamistas y que la opción “menos mala” era la continuidad del régimen. La desbandada del ejército sirio y de sus aliados ha puesto de relieve que era una percepción equivocada. La agonía de un régimen que, por su supervivencia, se obstinó en una guerra con más de medio millón de muertos, ha sido más rápida de lo esperado.

Los cálculos de Asad han fallado porque el ENS y el HTS, pese a las connotaciones islamistas, han subido asumir un carácter de movimiento nacional. La única opción de supervivencia era el apoyo de los aliados ruso e iraní que funcionó en 2015 a sangre y fuego. Sin ir más lejos, la aviación rusa no podía sustituir a los combates en tierra, y con el ejército gubernamental colapsado, el apoyo aéreo era insuficiente. Detrás de la fragilidad militar del régimen, había también otras: el colapso de la economía siria, la fragmentación del poder central o la multiplicación de milicias locales.

Los problemas de los aliados de Siria

La Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, adoptada el 18 de diciembre de 2015, estableció un marco para una solución política del conflicto sirio, al abordar varios aspectos cruciales, como el cese de hostilidades, el acceso de la población a la ayuda humanitaria y la transición política en Siria. Dicha transición incluiría la formación de un gobierno amplio y representativo, con elecciones libres y justas supervisadas por la ONU. En la práctica, no se produjo un alto el fuego permanente, pues el régimen siguió atacando a los reductos rebeldes, y las negociaciones internacionales, celebradas en Ginebra y Astaná, solo pusieron de manifiesto la voluntad de Asad de no ceder el poder. De hecho, las elecciones presidenciales de 2021consagraron nuevamente al presidente sirio con un 95,1% de los votos, aunque los resultados no fueron reconocidos ni por la ONU, ni por la Unión Europa ni por Estados Unidos.

La ofensiva del HTS no se improvisó en pocos días, sino que requirió una compleja preparación, pero las oportunidades proporcionadas por los últimos sucesos bélicos en la región le aconsejaron desencadenar un ataque sorpresa a finales de noviembre. Para empezar, la guerra de Ucrania estaba requiriendo un mayor esfuerzo militar de Rusia que no le ha permitido el mismo grado de intervención en Siria que en el pasado. Después, los ataques de Israel contra Hezbolá en el Líbano han hecho que la milicia chií no pueda aportar más efectivos en ayuda de los sirios. Por último, la posición de Irán se ha debilitado y su prioridad es salvaguardar su régimen y evitar represalias de Israel o de Estados Unidos.

La victoria del HTS implica no solo la caída del régimen de Asad, sino a la vez una derrota de Rusia, que ve amenazada sus dos bases militares en Siria, que son su principal salida al Mediterráneo

Todos estos factores han influido en la ofensiva del HTS, una organización vinculada en sus orígenes a Al Qaeda, pero distanciada de ella desde 2016. Desde entonces, su líder Abu Mohamed al Jawlani, antiguo combatiente yihadista en Siria e Irak, ha procurado adoptar un perfil de moderación y presentar a su grupo como un movimiento de liberación nacional. Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU, Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido siguen considerándolo un grupo terrorista. Pese a todo, el perfil moderado del HTS ha sido ensayado en los últimos años en la provincia de Idlib por medio de la formación de un Gobierno Sirio de Salvación, y en declaraciones recientes, tras la toma de Alepo, el HTS ha subrayado que protegerá los lugares culturales y religiosos, incluidas las iglesias de las comunidades cristianas.

El profesor y analista geopolítico Fabrice Balanche, de la universidad de Lyon, considera que los países occidentales podrían arriesgarse a apoyar al HTS, pese a sus connotaciones yihadistas, porque no defiende, como otros grupos, una yihad internacional. Cabría añadir que esto siempre implicará un peligro, porque no es fácil pronosticar el tipo de régimen que llenará el vacío de Asad. La historia nos recuerda que el islamismo sirvió para derrotar al régimen prosoviético de Afganistán, pero las consecuencias para Occidente fueron nefastas.

Otro motivo para ese apoyo es que la victoria del HTS implica no solo la caída del régimen de Asad, sino a la vez una derrota de Rusia, que ve amenazada sus dos bases militares en Siria, su principal salida al Mediterráneo. Con todo, en una reciente reunión, en Doha, de los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia, Irán y Turquía, se llamó al “cese inmediato de las acciones bélicas y al comienzo de un diálogo entre el gobierno y las fuerzas opositoras legales”. Rusos e iraníes parecen distanciarse del régimen en lo diplomático, del mismo modo que lo han hecho en lo militar. El comunicado es una especie de recordatorio de la citada Resolución 2254 de la ONU, aunque el futuro se va a dirimiendo en el campo de batalla.

Los intereses estratégicos de Turquía

Se ha especulado sobre si Turquía ha alentado la ofensiva del HTS o simplemente está aprovechando la situación en beneficio de sus objetivos estratégicos. En cualquier caso, Turquía tiene una serie de intereses que afectan a su seguridad nacional y a su influencia geopolítica. El primero es la lucha contra las YPG (Unidades de Protección Popular), los combatientes kurdos sirios que Ankara considera como una extensión del grupo separatista PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), al que lleva décadas combatiendo. El objetivo de los turcos es desalojar a las YPG de las zonas fronterizas e impedir la formación de un enclave kurdo semiindependiente en Siria que sea un aliciente para los kurdos de Turquía. Esto explica el apoyo de los turcos a grupos rebeldes como el ENS, entre otros. Por otro lado, entre las preocupaciones de Ankara está también la ola de refugiados, estimada en más de 3,5 millones, que entró en su país procedente de Siria, lo que supone una amenaza para su economía y genera tensiones internas. Los turcos estaban convencidos de que una zona controlada por el HTS animaría a muchos refugiados a volver a su país.

Respecto a sus relaciones con Rusia, Turquía ha adoptado un enfoque pragmático, como el de participar en las negociaciones de Astaná entre el régimen y la oposición, pero sin renunciar a las acciones unilaterales que buscaban preservar su influencia en el norte de Siria. El mismo pragmatismo se observa en sus relaciones con Irán y Estados Unidos, pese a la contradicción que pudiera suponer el apoyo turco a rebeldes yihadistas.

Cautela de Israel

Pese a que sus acciones militares han podido influir en la ofensiva del HTS, Israel se muestra cauteloso. Es la misma postura que ha mantenido a lo largo de la guerra en Siria. Los israelíes se han planteado más de una vez si era preferible que continuara el régimen de Asad, su viejo enemigo, a que se instalara en Siria un régimen islamista. Por de pronto, sus intereses pasan por la seguridad en sus fronteras, lo que explica sus acciones militares en Siria contra Hezbolá y los iraníes. Además, a Asad tampoco le convino enfrentarse directamente a Israel, con un nuevo frente que hubiera empeorado su situación en una guerra interminable.

Paradójicamente, el hecho de que el régimen sirio controlara la zona próxima a los Altos del Golán, que Israel se anexionó en 1981, es una garantía de estabilidad. En cambio, la presencia de islamistas en Damasco podría hacer esta zona más peligrosa para los israelíes. Por otro lado, la posibilidad de que los rebeldes sirios puedan hacerse con armas químicas, conservadas por el régimen pese a la destrucción verificada de una gran cantidad de este armamento entre 2013 y 2014, es otro motivo para que Israel se mantenga vigilante ante la evolución de los acontecimientos en Siria.

Un comentario

  1. Si es fácil pronosticar lo que va a pasar en un régimen islamistas, ya hay otros y ni mujeres ni cristianos van a vivir cómodos en esa clase de régimen.

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