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Manifestantes polacos protestan por la sentencia del Tribunal Constitucional contra al aborto eugenésico

(Actualizado el 28-01-2021)

Poznań.— En las últimas semanas, buena parte de la prensa internacional ha manifestado sorpresa ante lo que interpreta como un cambio brusco en la sociedad polaca. Se trata sobre todo de la reacción popular a dos acontecimientos: la sentencia del Tribunal Constitucional polaco del pasado 22 de octubre sobre el aborto eugenésico y los casos de pedofilia perpetrados por el clero que han salido a la luz pública.

No es fácil hacer un diagnóstico exacto de la situación, que escapa a esquemas simplistas del tipo: “la Iglesia paga cara su alianza con el PiS” (partido en el poder, siglas de Derecho y Justicia), “las mujeres polacas reivindican el derecho al aborto”, “Polonia tras las huellas de Irlanda”, etc.

El Tribunal Constitucional polaco, que en el año 1997 había declarado inconstitucional el aborto por motivos sociales, el pasado 22 de octubre publicó una nueva sentencia que da la misma calificación al aborto eugenésico. La sentencia en realidad no ha supuesto ninguna sorpresa, pues la Constitución dice que hay que defender la vida humana desde el principio. Para cambiar la ley sobre la defensa de la vida habría que modificar la Carta Magna.

Una sentencia esperada

Según sondeos fiables, más de la mitad de la población no está de acuerdo con la sentencia, aunque no está tan claro si conocen bien su contenido y alcance. En Polonia actualmente hay unos mil abortos anuales, casi todos por el supuesto eugenésico. Se trata de los casos en los que el diagnóstico prenatal indica, con mucha probabilidad, que el feto tiene una enfermedad grave e irreversible. En realidad, más de la mitad de estas situaciones se deben a fetos con el síndrome de Down u otras anomalías que permiten vivir a los niños muchos años sin especiales problemas de salud.

En cambio, a la opinión pública se ha hecho llegar que el aborto eugenésico se debe casi siempre a casos de fetos anencefálicos o con enfermedades letales, que en realidad son un tanto por ciento muy limitado del total. Según esta interpretación, el gobierno exigiría de las mujeres un comportamiento heroico, obligándolas a dar a luz a niños condenados a morir entre grandes sufrimientos poco después de nacer, lo cual supondría un fuerte trauma para las madres.

Ha faltado una adecuada campaña informativa del gobierno para preparar el terreno a esta sentencia, que por lo demás era muy previsible desde hace tiempo, cuando un grupo de diputados de distintos partidos presentó el recurso de inconstitucionalidad. Esta falta de preparación va en contra de quienes atribuyen esta crisis a la actitud provocativa de la coalición actualmente en el poder. Más bien, las protestas sociales han sido aprovechadas por la oposición como argumento para atacar al gobierno, desde el partido Wiosna (primavera) hasta el principal partido de la oposición, Platforma Obywatelska (Plataforma Ciudadana).

Los contrarios a la sentencia han logrado que al aborto eugenésico se lo llame “embriopatológico”, para quitar la connotación negativa

Tras la publicación del veredicto del Tribunal Constitucional hubo una primera ola muy agresiva de protestas en la calle, con participación especialmente de mujeres y gente joven. Lo llamativo –y sospechoso– es que las manifestaciones no eran contra los jueces, sino más bien contra la Iglesia, como si la sentencia fuera cosa suya. De hecho los organizadores eligieron como logo un rayo rojo, queriendo indicar que la Iglesia envía al infierno a todas las mujeres que aborten. Llegaron a agitar en el interior de algunos templos o hacer pintadas en sus muros, cosas totalmente inusitadas hasta ahora en Polonia. En esto sin duda influyó el hecho de que la organización de estas revueltas corrió a cargo de grupos políticos de izquierda, con Marta Lempart a la cabeza. El control externo fue notorio cuando, tras los primeros días de protestas especialmente violentas, los organizadores se dieron cuenta de que la mayoría de los polacos no aprobaba ese tipo de acciones y rápidamente cambiaron de actitud.

“Aborto embriopatológico”

Los organizadores de las manifestaciones han conseguido vender un cambio de nombre de estos abortos de cara a la opinión pública. En lugar de hablar de aborto eugenésico –que se asocia con los nazis–, lo han denominado “aborto embriopatológico”. Es una hábil cabriola lingüística para privar a estos abortos de connotación emocional negativa, pues en realidad en estos casos no se trata de que se detecten patologías en el embrión sino más bien en el feto, cuando el embarazo ya está avanzado.

Hubo circunstancias que facilitaron la numerosa participación en estas manifestaciones contra la sentencia. El hecho de que los colegios estuvieran cerrados en ese tiempo debido a la pandemia propició un clima de frustración entre los jóvenes, que vieron en las manifestaciones una forma de encontrarse y protestar, muchas veces sin saber bien por qué. Algunas redes sociales coordinaron eficazmente la agitación.

Se espera que en breve el Tribunal Constitucional publique la fundamentación de la sentencia, lo que podrá provocar nuevas protestas [se publicó el 27 de enero: ver cuadro abajo]. El gobierno, por su parte, está preparando una nueva ley sobre la atención médica de los fetos de alto riesgo para la madre, con taras letales, etc. Entre otras cosas se prevé la creación de una red de hospicios perinatales que pueda atender debidamente a estos niños desde el mismo momento de su nacimiento. No parece cierto que tengan que sufrir mucho, pues se les puede aplicar sedación paliativa desde el primer momento de su vida extrauterina. Los movimientos provida han llenado las calles de vallas con el dibujo de un útero en forma de corazón, en el que reposa un niño unido a su madre por el cordón umbilical.

El PiS intenta aprovechar a la Iglesia para conseguir votos, pero la jerarquía procura mantenerse al margen de la lucha de partidos

La falta de apoyo mayoritario a esta sentencia ha supuesto una cierta caída de popularidad de la coalición de derechas actualmente en el poder, y puede perjudicar su reelección en los próximos comicios. De todas formas –si la coalición consigue gobernar hasta el final de la legislatura–, las elecciones serían dentro de tres años, y en este tiempo pueden pasar muchas cosas.

 

Anuncio de los hospicios perinatales para niños nacidos con enfermedades o deficiencias graves (Foto: Katarzyna Pachelska)

 

El gobierno y la Iglesia

Una de las ideas repetidas por parte de la prensa internacional en estos días ha sido el supuesto maridaje entre la coalición en el gobierno y la Iglesia. Esto requiere precisiones. Por su parte, los políticos del PiS intentan aprovechar instrumentalmente a la Iglesia para ganar votos. Pero la Iglesia institucional procura mantenerse al margen de la lucha de partidos y además también hay jerarcas que simpatizan con otras opciones políticas.

Lo que tal vez escandaliza a algunos observadores es que tanto el presidente del PiS Jarosław Kaczyński, como el primer ministro Tadeusz Morawiecki y el presidente de la República Andrzej Duda personalmente sean católicos e intenten tener en cuenta la doctrina de la Iglesia en su actuación pública. Y así, el gobierno está haciendo una política familiar bien aceptada socialmente y se está distanciando de la convención de Estambul que toma partido unilateralmente por la ideología de género. En todo esto, por así decir, Polonia “se sale de la fila” respecto a la corriente dominante en otros países europeos en cuestiones éticas. En estos temas, Hungría y Polonia hacen –de algún modo– frente común en solitario, y algunos no se lo perdonan.

Abusos

El segundo problema que ha influido mucho en la opinión pública han sido los casos de pedofilia perpetrados por sacerdotes, de los que se ha informado con gran despliegue mediático, documentales en YouTube, etc. Entre 1990 y 2018 fueron acusados cerca de 400 sacerdotes, y ha salido a la luz que, en algunos casos, la jerarquía no reaccionó con la debida energía. En ocasiones faltó fortaleza para tomar medidas más duras hacia los interesados, o algunos obispos se limitaron a amonestar y trasladar a un sacerdote pedófilo de un lugar a otro.

Es de justicia reseñar que la mayoría del clero trabaja con dedicación en las parroquias, cumpliendo sus obligaciones sin llamar la atención, pero la Iglesia institucional tiene que aprender a gestionar estos casos tan lamentables. De hecho, se ha empezado a dar pasos en la buena dirección. Se ha creado una asociación de apoyo a las víctimas, una oficina en las diócesis a la que todos pueden informar con facilidad de posibles casos de pedofilia, el Episcopado ha publicado unas normas exigentes para los sacerdotes sobre cómo deben comportarse en su relación con menores de edad.

No se puede negar que los hechos mencionados han debilitado la imagen de la Iglesia institucional ante la opinión pública. En parte han demostrado que hay muchos católicos solo culturales o por tradición, para quienes la reciente crisis de credibilidad ha supuesto una ocasión o incluso un pretexto excelente para alejarse de la Iglesia. Esto quizá lo haya facilitado la ya larga dispensa de asistencia a la Misa dominical por la pandemia. El caso es que no pocos jóvenes –actuando incluso en contra de la voluntad de sus padres– se han borrado voluntariamente las clases de religión en los colegios. Lo más virulento son las declaraciones de apostasía entregadas en las parroquias –fomentadas por el diario Gazeta Wyborcza, que en sus páginas daba instrucciones sobre cómo hacerlo–, algo desconocido hasta ahora en Polonia.

¿Otra Irlanda?

Es un hecho sociológico que la juventud polaca actual es menos practicante que la generación de sus padres, que aún vivieron las secuelas del comunismo. Sin duda influyen el creciente materialismo de la sociedad polaca y la consiguiente relajación de costumbres. Hace no tanto tiempo en las parroquias había una variada oferta de campamentos y encuentros de diverso tipo para los jóvenes, a quienes ahora esas actividades les resultan menos atractivas. Además, cada vez hay más hijos de familias desestructuradas, de divorciados… con problemas de inmadurez e inseguridad, y que no han recibido en casa una adecuada educación cristiana. Esto está llevando la Jerarquía a pensar una nueva estrategia para mejorar la pastoral juvenil y las clases de religión en los colegios, entre otras medidas.

El clima social en Polonia no es exactamente el mismo que en otros países de Europa. Es un dato positivo que aquí no hay claudicación rápida en algunas cuestiones éticas, sino que al menos hay un debate público abierto en el que los católicos intervienen sin complejos. Por ejemplo, la asociación Ordo Iuris promueve proyectos jurídicos respetuosos con la familia y la vida. Otra muestra es que, en los últimos días, una iniciativa popular ha presentado en el Parlamento un proyecto apoyado por 150.000 firmantes bajo el título “sí a la familia y no al gender”, que el Parlamento estará obligado a considerar.

Lo sucedido en las semanas pasadas no autoriza a decir que la Iglesia en Polonia vaya a seguir los pasos de otros países europeos como Irlanda, al menos no al mismo ritmo. Es sabido que a los polacos les apasiona hablar de política y de la actualidad, criticando a unos y otros, sacerdotes incluidos. Pero son solo superficialmente anticlericales, y no son amigos de quemar iglesias ni nada parecido. La raíz católica del país es fuerte y no se elimina fácilmente. De hecho, en el pasado Adviento han vuelto a verse colas delante de los confesonarios. Habrá que ver cuántos fieles vuelven a la Misa dominical cuando pase la pandemia.

 

Nadie es menos valioso que otro como persona

El 27 de enero se ha hecho pública la fundamentación de la sentencia del Tribunal Constitucional, que en efecto ha empezado a provocar nuevas protestas. Estos son algunos de los argumentos que aducen los jueces.

“Es inadmisible la afirmación de que un individuo es menos valioso, como persona, que otro por alguna cualidad. Esto no afecta solo a la fase posnatal, sino que se extiende también a la fase prenatal de la vida del hombre”.

“El desarrollo del hombre y de su personalidad es un proceso gradual, que se extiende a los periodos pre y posnatal. Esto significa que no se puede arbitrariamente limitar su dignidad, que es natural e irrenunciable, y en consecuencia la defensa jurídica de su vida, ni a la persona plenamente desarrollada, ni a un determinado momento del desarrollo del niño en la fase prenatal”.

“El niño no nacido, como ser humano –al que corresponde una dignidad natural e irrenunciable–, es un sujeto que tiene derecho a la vida, y el sistema jurídico (…) debe garantizar la debida protección de este bien fundamental”.

“La posibilidad de una tara grave e irreversible del feto o de una enfermedad incurable que amenace su vida no es motivo suficiente para permitir privar de la vida a un ser humano en su periodo prenatal”. Incluso la certeza de la presencia de tales deficiencias en el feto “no significa que esa persona no pueda disfrutar en plenitud de los derechos y la libertad garantizadas por la Constitución en la fase posnatal de la vida”.

“El legislador no puede trasladar todo el peso derivado de la educación de un niño aquejado de una grave deficiencia o de una enfermedad grave únicamente a la madre del niño; la responsabilidad de cuidar de esa persona afecta también a las autoridades y a toda la sociedad”.

El Tribunal Constitucional recuerda que “ninguna norma prevé responsabilidad penal para la madre que interrumpe el embarazo”.

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