Tardes de soledad, de Albert Serra, obtiene la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. La edición de este año ha estado marcada por el aplauso general a películas y series españolas dirigidas por cineastas como Alauda Ruíz de Azúa, Paula Ortiz o Pilar Palomero.
Hubo un tiempo no muy lejano en que el Festival del Cine en San Sebastián era un encuentro de demasiados cineastas en busca de comprensión. Directores de todo el mundo venían con películas tan personales como herméticas, gran parte de ellas destinadas a ser olvidadas por el público nada más terminar el certamen.
Sin embargo, en los últimos días, el ambiente de la ciudad era muy distinto al de otros años. El público seguía llenando las salas como en otras ocasiones, pero se notaba una mayor presencia de jóvenes en las salas. Títulos como Los Williams (documental sobre Iñaki y Nico, hermanos y jugadores del Athletic y de las selecciones de España y Ghana), el original thriller Escape protagonizado por Mario Casas, Joker 2 o Memorias de un caracol, atrajeron a las salas a un público más joven que conectó con el festival de una manera muy diferente. Otras películas y series que contaron con el interés del público general fueron las series Celeste y Yo, adicto, los biopics de Gila (¿Es el enemigo?) y de Nevenka Fernández (Soy Nevenka), o incluso la imposible (pero esperada) Megalópolis, de Francis Ford Coppola.
No son casos aislados, sino más bien una tendencia. La preocupación general por la huida de espectadores de las salas de cine hacia las plataformas y los estrenos en streaming, está llevando a tomar decisiones sobre la selección de películas en los grandes festivales. Que una película tan trivial pero accesible para el gran público como Cuando cae el otoño de François Ozon se llevase dos de los grandes premios (mejores guion e intérprete de reparto) no parece una casualidad. Ni tampoco que El llanto, una película de terror que tenía como protagonista a la popular actriz de Élite, Esther Expósito, acabase de manera sorprendente en el palmarés final con el premio a la dirección ex aequo para el debutante Pedro Martín Calero.
Por eso, la Concha de Oro a la mejor película para Albert Serra y su documental sobre la tauromaquia, Tardes de soledad, ha sido un premio a contracorriente. Un título más cercano al ensayo que a la prosa, a la estética que a la popularidad, al museo de arte moderno que a las grandes salas de cine. Una película que se ganó a casi toda la crítica especializada. Un documental con orgullosa vocación de producto exquisito y minoritario al que le puede venir muy bien un premio para animar a que el público pase por taquilla.
Otra de las constantes en el festival han sido los argumentos centrados en la enfermedad y en la pérdida, con planteamientos muy distintos, que van desde la defensa de la eutanasia de La habitación de al lado, de Pedro Almodóvar, a la reconciliación familiar como fuente de alivio en los últimos años de vida, expresada en la entrañable aproximación de Pilar Palomero en Los destellos, ganadora del premio a la mejor actriz para Patricia López Arnáiz. También los octogenarios Costa Gavras y Mike Leigh abordaban los conflictos familiares provocados por la enfermedad y la muerte de seres queridos, desde perspectivas más indefinidas, en El último suspiro y Mi única familia, respectivamente.
Por último, la conexión con la actualidad ha estado especialmente presente en algunos de los títulos más valiosos del festival. En su primera serie, Alauda Ruiz de Azúa (Cinco lobitos) realiza una inmersión completísima en una familia marcada por una sorprendente acusación de la madre por abusos dentro del matrimonio después de 30 años de relación. Querer habla sobre el consentimiento, la filiación, el amor conyugal y la sospecha de una manera tan sugerente y quirúrgica, que permite al espectador profundizar con la hondura que le niegan tantas horas de debates y discursos ideológicos polarizados. Algo parecido sucede con La virgen roja y Marco, dos estupendas muestras de cómo el mejor cine español golpea sin piedad el populismo, la reconstrucción maniquea e ingenua de la historia, y los estereotipos de trincheras informativas.