Incertidumbre: la gran protagonista de la crisis política en Venezuela

publicado
DURACIÓN LECTURA: 8min.
Manifestación contra el fraude electoral en Caracas, 30/7/2024 (foto: Europa Press)

Probablemente ni siquiera Maduro tenga mucha claridad sobre su porvenir. El 10 de enero, el presidente de Venezuela, sea quien sea, deberá juramentarse ante el Congreso. Estrictamente hablando, Maduro debe seguir en el poder hasta esa fecha. Mientras tanto, el tiempo podría consolidar al chavismo en el poder, pero también ofrece la oportunidad para que un dique a lo interno del régimen termine por producir su ruptura definitiva, y el cese del gobierno cleptocrático que gobierna en Caracas.

Edmundo González Urrutia, exdiplomático venezolano y candidato opositor, se exilió en España luego de seis semanas en la clandestinidad producto de su victoria en las elecciones presidenciales de Venezuela del pasado 28 de julio. Aunque ganó, el régimen chavista proclamó a Maduro como vencedor, y González enfrentó una creciente persecución política, lo que le obligó a refugiarse en la embajada de los Países Bajos y posteriormente en la de España, ambas en Caracas.

El exilio de González a España fue negociado entre el gobierno español y el régimen venezolano. Llegó a Madrid el 8 de septiembre de 2024, acompañado de su esposa, y recibió asilo político. Durante su estancia en las embajadas, González denunció la falta de garantías judiciales en su país, lo que le ha valido enfrentarse a cargos de conspiración y falsificación de documentos. A pesar de su exilio, ha prometido continuar luchando por la democracia en Venezuela desde el extranjero, y ha destacado la importancia de la unidad opositora y el apoyo de la comunidad internacional.

La salida de González marca un punto clave en la política venezolana, dado que era considerado un símbolo de esperanza por gran parte de la oposición y la comunidad internacional, quienes no reconocen a Maduro como presidente legítimo. El asilo de González en España también resalta el papel de este país como refugio para opositores venezolanos, sobre todo en la ciudad de Madrid, donde hacen vida decena de líderes que debieron abandonar su país por la persecución política emprendida por Maduro y sus acólitos.

El chavismo huye hacia adelante

Estos 25 años de chavismo han demostrado que una de sus formas preferidas para solucionar un conflicto es la “huida hacia adelante”. En la práctica, esto se traduce en mayor represión, más persecución política, menos independencia de los poderes, mayor chantaje e insulto a líderes opositores y más radicalización en el escenario internacional. La estrategia ha funcionado porque permite al gobierno tomar desprevenidos y descolocar a sus adversarios. Adicionalmente, la mayoría de los líderes domésticos e internacionales no tienen la naturaleza autoritaria, reaccionaria y contestataria del régimen que gobierna desde Caracas. Por tanto, resulta complicado que se genere un conflicto en los mismos términos.

La voluntad del chavismo de conservar el poder a cualquier precio obliga al adversario a un tipo de lucha en la que fácilmente se traspasarían las normas mínimas de la política

El chavismo está dispuesto a hacer mucho más –incluso lo indecible– para permanecer en el poder. Esa voluntad compromete de tal manera a quienes creen en la libertad, que plantea una lucha que traspasa las normas mínimas de la civilización política. Por tal motivo, cuesta tanto conseguir los incentivos para que Maduro deje el poder. A Maduro no le importa tanto la estabilidad económica de Venezuela, menos la inversión extranjera, mucho menos la justicia. Su único interés es permanecer en el poder.

Desafección política de ida y vuelta

La desafección política en América Latina ha crecido de manera significativa en las últimas décadas, y se manifiesta a través de una creciente desconfianza hacia las instituciones democráticas, los partidos políticos y los líderes tradicionales. En la edición de 2021 del Latinobarómetro, un estudio anual que mide la opinión pública en América Latina, solo un 25% de los encuestados manifestó confianza en sus gobiernos nacionales, y menos del 20%, en los partidos políticos.

Adicionalmente, la participación electoral en la región también ha disminuido. En varios países, como Colombia y México, los niveles de abstención en las elecciones superan el 40%. El Informe de la Organización de los Estados Americanos (OEA) sobre participación ciudadana resalta que más del 30% de los habitantes con derecho a voto en la región no participa activamente en procesos electorales. Aunque la mayoría de los latinoamericanos aún prefieren la democracia sobre otras formas de gobierno, el prestigio de esta ha disminuido. El Latinobarómetro 2023 señala que solo el 48% de los encuestados cree que la democracia es el mejor sistema de gobierno, lo que representa una caída significativa en comparación con décadas anteriores, cuando este apoyo superaba el 60%.

A su vez, la desafección del pueblo hacia los políticos provoca una reacción simétrica en sentido contrario: desde el poder se pierde interés en defender la representatividad del sistema democrático.

El acertijo que se desprende de la comunidad internacional

El caso venezolano representa un ensayo fundamental en la vida pública de América Latina. ¿Por qué? Porque las democracias latinoamericanas deben plantearse si defender el sistema político protegido por las instituciones, o bien priorizar los intereses económicos y políticos evitando pronunciarse de manera enfática en contra de las pretensiones de un régimen neototalitario que, según todos los indicios, ha robado unas elecciones.

Los gobiernos de Brasil, Colombia y México no quieren incomodar demasiado a Maduro porque priorizan su economía sobre la democracia venezolana

Para Lula da Silva, Gustavo Petro y López Obrador, presidentes de Brasil, Colombia y México respectivamente, el caso venezolano resulta una completa incomodidad. Los tres hacen malabares cada vez que se pronuncian sobre él. Esto ocurre porque la prioridad para ellos no es la democracia, sino la economía. El pasado 10 de septiembre, el vicecanciller colombiano Jorge Rojas viajó a Venezuela en una visita oficial para reunirse con parte del tren ministerial de Maduro. ¿Hablaron de las elecciones y de la necesidad de respetar la voluntad de la inmensa mayoría de los venezolanos que votaron por Edmundo González Urrutia? No pareciera. Según declaraciones hechas por el propio Rojas, “el esfuerzo principal nuestro es poner en marcha la política de buena vecindad (…) ¿En qué consiste? Tenemos vecinos y tenemos fronteras y no vamos a cambiar las fronteras ni los vecinos, así que tenemos que convivir, pensemos o no igual (…) Con Venezuela no solo queremos, sino que necesitamos trabajar juntos”.

En el caso de López Obrador, la postura de no inmiscuirse en el conflicto venezolano ha sido aun más clara. En cuanto a Lula, alguna declaración aislada podría incomodar a Maduro, pero su posición general de neutralidad se interpreta, por parte de la oposición y del resto de actores de la comunidad internacional, como una forma de complicidad. Hoy, el tiempo es oxígeno para el chavismo. En la medida que el tiempo pase, las válvulas de presión podrían ir flexibilizándose.

El caso de EE.UU. resulta complicado por el tema del petróleo. Las sanciones han limitado la participación directa de empresas estadounidenses en el sector energético venezolano. Sin embargo, algunas compañías han recibido licencias especiales del Departamento del Tesoro para mantener una presencia limitada en Venezuela. Por ejemplo, la petrolera Chevron, que desde hace décadas tiene operaciones conjuntas con la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), ha podido continuar sus actividades con ciertas restricciones, aunque no puede exportar crudo a EE.UU. Ciertamente, la dependencia del gigante norteamericano respecto del petróleo venezolano es reducida. Sin embargo, la administración trata de mantener espacios comerciales semiabiertos –a pesar de las sanciones– en su patio trasero. En este escenario, Maduro y EE.UU. mantienen un pacto de no agresión y de conveniencia mutua.

Así pues, tras repasar la capacidad de actuación de los distintos actores internacionales en el conflicto venezolano, hay que reconocer que esta es bastante limitada. Parece difícil que la solución venga del exterior, de otros Estados.

¿Qué sigue?

La solución debe venir y probablemente vendrá de adentro. Más específicamente, de un quiebre interno en los cuadros chavistas. Hay que considerar que el sistema político en Venezuela, más que una autocracia es una cleptocracia (gobierno de los corruptos). Por tanto, no se trata de un modelo totalitario ideológico, sino de un sistema corrupto que se sostiene por las cuentas bancarias y las bayonetas colmadas de dólares de los militares. En este contexto, esos militares que hoy se enriquecen a la sombra del régimen tendrán que formar parte de un proceso de negociación que les permita dar un paso hacia al frente y pedirle a Maduro que abandone el poder. Lo mismo con el resto de actores pseudoinstitucionales que hoy operan favoreciendo a Maduro dentro de los organismos públicos, sobre todo dentro del sistema judicial.

Edmundo González Urrutia asumirá nuevas responsabilidades desde España. Probablemente empleará toda su experiencia diplomática para intentar que la presión internacional vaya en aumento. Sin una ilusión desmedida y pueril, con los pies sobre la tierra y seguramente con la decisión firme de seguir ayudando a la liberación de su país, González Urrutia ya se ha convertido en un símbolo de la política decente que tanto anhelan los venezolanos desde hace 25 años.

Alejandro G. Motta Nicolicchia
@mottafocus

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.