Aunque en la estructura sea similar a las que la preceden, Santiago Segura convence con esta cuarta parte de Padre no hay más que uno. La dirección es más madura, su personaje más matizado y hay un buen trabajo de escritura.
El filme mantiene la misma configuración que las anteriores: un maremágnum de caóticas situaciones protagonizadas por cada uno de los hijos: el día que Sara cumple 18 años, su novio quinqui le propone matrimonio; Carlota, por el contrario, sale con un chico impecable y ha invitado a sus padres, también impecables, a cenar el sábado; Rocío se vuelve famosa tras grabar un anuncio de mantequilla y la fichan para el doblaje de una película; Dani se plantea cuestiones existenciales poco propias para un niño de su edad, y Pau…
Contenido para suscriptores
Suscríbete a Aceprensa o inicia sesión para continuar leyendo el artículo.
Léelo accediendo durante 15 días gratis a Aceprensa.