Estonia e Irlanda: dos sistemas educativos donde mirarse

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Estonia e Irlanda: dos sistemas educativos donde mirarse
Una escuela en Tallín (Estonia) / Julia Kuznetsova

Estonia e Irlanda llevan ya unas cuantas ediciones de PISA –la prueba educativa de ámbito internacional más mediática– instaladas en los primeros puestos del ranking. Nadie las supera dentro del continente europeo, y han dejado atrás, holgadamente, a Finlandia, la antigua “niña bonita” de este tipo de informes.

Son, además, un ejemplo de que excelencia y equidad no son incompatibles: junto a los buenos resultados medios, ambos sistemas educativos destacan por el bajo porcentaje de alumnos “suspensos”, también entre los de menor nivel socioeconómico.

Es cierto, no obstante, que ambos países parten con ciertas ventajas de inicio en el famoso informe: según el indicador que utiliza PISA para medir el nivel socio-económico-cultural (ESCS), en el que la media de la OCDE representa el 0, el alumnado de Estonia tiene un 0,15 (España e Italia, por ejemplo, están en el -0,03 y -0,10, respectivamente) y el de Irlanda, un 0,33, solo por debajo de algunos países nórdicos, Canadá y Australia. Además, la estonia y la irlandesa son sociedades bastante homogéneas en cuanto a la distribución de la riqueza, lo que se refleja en las escuelas: no solo es que haya pocos alumnos pobres; es que la distancia con respecto a los más ricos no es muy grande, en comparación con otros sistemas educativos con buenos resultados. Por otro lado, se trata de poblaciones pequeñas (Estonia no llega al millón y medio de habitantes, e Irlanda sobrepasa por poco los cinco millones), lo que facilita la gestión de la enseñanza.

Pese a los perjuicios educativos por la pandemia, la trayectoria de ambos países es mucho mejor que la media

Prácticamente todos los países participantes en PISA empeoraron sus resultados en la última edición. Estonia e Irlanda no fueron una excepción. Se ha dicho que gran parte del bajón pudo deberse a la interrupción de las clases por la pandemia. No obstante, lo cierto es que la tendencia negativa viene de antes. Entre el informe de 2009 y el de 2019 (el último pre-covid), la puntuación media había bajado algo más de 5 puntos en lectura y matemáticas, y más de 10 en ciencias. Sin embargo, Irlanda mantuvo sus notas (salvo en ciencias, donde bajó igual que los demás), y Estonia las aumentó significativamente, sobre todo en lectura y matemáticas. Todo lo contrario que Finlandia, que en el mismo periodo perdió 16, 34 y 32 puntos, respectivamente.

Estonia: orgullo pedagógico, autonomía y creatividad

La educación es una fuente de orgullo popular en Estonia, “the education nation”. Tras largos periodos de dominación extranjera, el “despertar” del sentimiento nacional durante la segunda mitad del siglo XIX trajo la revalorización de la lengua y la cultura autóctonas, y la escuela se convirtió en un cauce privilegiado en esta empresa. En las primeras décadas del siglo XX, pedagogos como Johannes Käis o Heinrich Niggol traen al país las teorías didácticas más innovadoras de Europa; por ejemplo, el segundo introduce y difunde la metodología Montessori.

El aprendizaje activo, el enfoque competencial, la personalización de la enseñanza, etc. empiezan a popularizarse ya en esta época gracias a la labor teórica y práctica de estos pedagogos. La rusificación impuesta durante la dominación soviética supuso un periodo de prueba para la educación en Estonia, pero también introdujo algunos elementos positivos, como las “comunidades de prácticas pedagógicas”, germen de las actuales asociaciones profesionales de docentes. La independencia tras el desmoronamiento de la URSS abrió un periodo de replanteamiento educativo, con la vista puesta en el periodo pre-ruso.

La educación en Estonia destaca por la gran autonomía curricular y administrativa de las escuelas, y por el énfasis en el aprendizaje activo

Hoy, el sistema educativo estonio destaca por varios rasgos. Está basado en un currículum nacional que ofrece gran flexibilidad y autonomía a los centros escolares. Hay un énfasis en el carácter participativo del aprendizaje, especialmente en las primeras etapas, donde el juego y la creatividad tienen un papel muy importante. Más que concentrar las horas de instrucción en las materias transversales, en estos cursos se ofrece un catálogo muy amplio de asignaturas, entre las que destacan las artísticas.

La autonomía de la que gozan los centros no solo se refiere al currículum. El equipo directivo de cada uno goza de libertad para la contratación de su profesorado y para elegir los materiales pedagógicos más adecuados. Existe una inspección, pero la llevan a cabo las propias asociaciones de profesores, y su labor no es tanto disciplinaria como de consejo y apoyo a las escuelas.

Para fomentar la equidad, la etapa preescolar está ampliamente subvencionada y cuenta con abundantes psicopedagogos y logopedas para atajar lo antes posible las dificultades que se detecten en los niños. Ya en las etapas obligatorias, se evita dividir a los alumnos por capacidad, aunque los que tienen necesidades educativas especiales reciben en ocasiones instrucción de refuerzo en pequeños grupos.

Irlanda: de la cantidad a la calidad (pasando por la equidad)

La idiosincrasia y la trayectoria educativa de Irlanda tienen poco que ver con las de Estonia. Todavía en los años 60 del siglo pasado, un tercio del alumnado abandonaba las aulas al terminar la etapa primaria. Desde entonces se dio un fuerte impulso a la escolarización secundaria, y no solo se ha ganado la batalla cuantitativa, sino que la calidad de la enseñanza también ha mejorado rápidamente. Desde hace ya varias ediciones, puntúa por encima de la media en las tres pruebas, y en lectura es, de largo, la que mejor nota saca del continente europeo.

Pese a los buenos resultados de Irlanda en PISA, se está reformulando el currículum para restar importancia a los exámenes

Al contrario que en Estonia, el plan de estudios de las escuelas está bastante definido por el currículum nacional, y desde hace años se ha aumentado la carga horaria de las asignaturas instrumentales: Lengua y Matemáticas. Por otra parte, tradicionalmente ha existido un fuerte sentido de la evaluación. A final del Junior Cycle (los tres primeros cursos de Secundaria, que marcan el límite de la escolarización obligatoria) y del Senior Cycle (los dos últimos) los estudiantes se enfrentan a unos largos exámenes estandarizados –iguales en todo el país– de las materias estudiadas, aunque solo los del ciclo superior tienen valor de reválida.

Este énfasis en los exámenes externos no gusta a todos. Una crítica frecuente dentro del propio país es que los centros educativos “enseñan para el test”; es decir, que dedican demasiado tiempo de la instrucción a preparar a los alumnos para estos ejercicios. Recientemente se ha aprobado una reforma del Junior Cycle, precisamente para evitar esto e introducir formas de evaluación más pegadas al día a día del aula.

Un punto positivo del sistema educativo irlandés es la equidad. Son pocos los alumnos que se quedan por debajo del aprobado en las pruebas PISA, incluso entre los de nivel socioeconómico más bajo. El país implantó en 2005 un programa de ayuda para las escuelas más vulnerables (el plan DEIS, por sus siglas en inglés). Los centros con mayor porcentaje de alumnos desfavorecidos reciben un extra de ayudas y subvenciones públicas –que pueden llegar al doble de lo normal–. Desde que el DEIS está en vigor, la brecha de resultados entre unas escuelas y otras se ha reducido significativamente. Y eso que en la última década se ha producido una llegada masiva de alumnos inmigrantes: ahora suponen más del 17% del total, cuando hace una década no llegaban al 10%.

El primer reto, encontrar profesores

A pesar de la buena salud general de la educación en Estonia e Irlanda, ambos países afrontan algunos retos. El más acuciante de ellos es la falta de profesores, un problema común a muchos otros países. En Estonia, las asociaciones de profesores y los sindicatos han conseguido recientemente el compromiso del gobierno de aumentar sus salarios, que, pese a los incrementos de los últimos años, siguen siendo inferiores a los de otros trabajadores de la misma cualificación. No obstante, la retribución no es el único factor en la sequía de profesores. Irlanda también la sufre, a pesar de que sus docentes están mejor pagados que los de otros países con presupuestos educativos similares.

Otro reto en Irlanda es mejorar las notas de las chicas: a pesar de que están por encima de los chicos en lectura (como ocurre prácticamente en todo el mundo), la distancia es menor que la media, y, en cambio, en matemáticas quedan muy por detrás de sus compañeros. En Estonia preocupan más bien los chicos, especialmente en lectura.

Por otro lado, en comparación con los países orientales que copan los primeros puestos en PISA, en Estonia e Irlanda aún no son muchos los estudiantes que consiguen notas sobresalientes.

En cualquier caso, ambos países se han convertido, por derecho propio, en modelos educativos para otros. Y prueban, además, que existen distintos caminos para llegar al éxito.

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