Víctor Lenore: “Amazon se ha convertido en un agente cultural más poderoso que el Estado”

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Víctor Lenore (Soria, 1972) forma parte, y con orgullo, de la nómina de pensadores/escritores a los que desde cierta izquierda se tilda despectivamente de neorrancios o rojipardos, junto con Juan Soto Ivars o Ana Iris Simón, entre otros. La izquierda que él defiende es la de la clase trabajadora. La que critica, sin piedad, es la identitaria, la de los “pijoprogres”, según los califica él, que desprecian la tradición y la cultura popular.

En un bar de barrio purasagre madrileño, entre jamones, fotos amarillentas y una figura de El Fary, Lenore se anima a conversar con nosotros sobre el –complicado– estado actual de la creatividad en la época del tecnocapitalismo.

– Sueles denunciar cómo la cultura se ha mercantilizado excesivamente y es más un producto de consumo que una expresión humana, en parte por las prácticas de las grandes tecnológicas de Silicon Valley.

Amazon, por ejemplo, se ha convertido en un agente cultural más poderoso que un Estado. En Francia, un país con una tradición cultural muy amplia, el gobierno quería ponerle coto porque estaba acabando con las librerías de barrio de toda la vida. Se intentó crear una tasa del 3% a sus ventas para reconstruir ese tejido cultural que había destruido Amazon y Jeff Bezos lo que hizo fue gravar con un 3% todas las compras en Amazon Francia para pagar el impuesto. Un gobierno con el PIB y el músculo de Francia ya no puede defenderse de esta clase de empresas que están dominando la distribución cultural, tanto de la música, como de los libros, como del entretenimiento audiovisual.

“Un gesto de política cotidiana que cambia las cosas es tan sencillo como ir al bar de tu barrio regentado por Manolo en vez de acudir a una franquicia”

– ¿Y cómo revertimos este dominio tecnológico y capitalista de la cultura?

El derrotismo es muy mal consejero. Creo que es fundamental usar las estructuras de poder que tienes tú cerca, o si no crearlas. Ya hemos visto que los gobiernos no van a hacer nada. La UE suele ponerles a estas empresas unas multas por prácticas monopolísticas que son de risa en comparación con lo que ingresan, así que sólo queda la resistencia de la sociedad civil. Yo creo que la política que cambia las cosas al final es la de las pequeñas cosas. Que haya un consejero de cultura de un partido o de otro no va a suponer la panacea para nada.

Al final la sociedad civil debe usar o crear las estructuras de poder que tiene a su alcance. ¿Cómo se apoyan las protestas de los ganaderos frente a Bruselas? Comprando producto español, apoyando en tus decisiones cotidianas aquello que quieres que permanezca. Un gesto de política cotidiana es ir al bar de tu barrio regentado por Manolo en vez de acudir a una franquicia.

– Eres muy crítico con el daño que ha hecho el liberalismo económico a la cultura, pero tampoco el socialismo de Estado parece la solución

– ¿Qué artista exitoso ha surgido de Cuba, Venezuela o Nicaragua? Ninguno. Son países muy hostiles para crear. En definitiva, son el socialismo en un Estado, con todo lo que eso conlleva de control, de censura, de limitación a que la gente se exprese libremente y muy protectores de una cultura comunista que no le importa a su población.

En Cuba hay una música parecida al reguetón, la repartera, que nunca ha llegado a posicionarse en el mapa porque los artistas que la hacían se escapaban del país en una balsa para viajar a Miami y hacer sus canciones allí.

“Siempre me han interesado los guetos culturales, esas ‘zonas cero’ del liberalismo, fuera de toda lógica del mercado (…) ahí es donde hay pureza en la creación artística”

– A veces parece que la izquierda mesiánica salvará a la cultura respecto de una derecha a la que sólo le importan los toros, la sangría y una cultura “de segunda”.

Por supuesto, la superioridad moral de la izquierda también tiene su parte en el mundo de la cultura. La cultura que le gusta a la izquierda es una especie de cristianismo low cost. Yo empecé a bajarme del progresismo cuando me di cuenta que esa izquierda es efectivamente mesiánica y un sucedáneo del cristianismo, pero en este caso que te mira con condescendencia. Como han dicho Miguel Ángel Quintana Paz y más pensadores, la cultura woke es un cristianismo sin posibilidad de perdón, que es lo más importante precisamente, la redención.

En Francia se ve muy claramente cómo las clases altas, muy progresistas, consumen una cultura muy destilada y miran de reojo y con aires de superioridad al resto de la población, que no va a la ópera ni al teatro como ellos, básicamente porque no tienen su nivel de renta ni han tenido su educación. El nuevo progresismo asociado a la vida cosmopolita que ha surgido en las grandes ciudades en su raíz es tremendamente pijo y miope para ver otras realidades vitales y culturales.

– Mucha de la cultura que ha triunfado en la última década: lo cañí en España, el reguetón a nivel mundial o el retorno de la música tradicional al mainstream, vienen de contextos culturales económicamente precarios. ¿Hemos romantizado la pobreza?

– A mí siempre me han interesado los “guetos culturales”, esas zonas 0 del liberalismo, fuera de toda lógica del mercado e institucional, donde la gente hace lo que le da la gana, sin pensar en si va a funcionar o no, si tiene que ganar dinero o no, ahí es donde se toman los riesgos y donde hay pureza en la creación artística al final.

– En los últimos años varias mujeres españolas como Carla Simón, Rigoberta Bandini, Ana Iris Simón o Alauda Ruiz han puesto en el centro de sus obras temas asociados al imaginario conservador. ¿Ser “neorrancio” es la nueva contracultura?

Nos ha pasado que hemos probado la posmodernidad y no nos ha gustado. Hemos caído en la cuenta de que la vida de nuestras abuelas no era tan mala como nos la habían vendido.  El capitalismo quiere que no tengamos límites. ¿Por qué? Porque eso hace que consumamos más, que seamos más individualistas y que nos importe poco el ecosistema social que nos rodea.

Hay una frase de Pier Paolo Pasolini, que da título a uno de sus libros y que ha citado Ana Iris Simón recientemente, que dice que “demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas”. Estar cada noche con una es como si uno solo leyera la primera página de cada libro. Ahora nos hemos dado cuenta de que es mejor leer un libro hasta la última página y en profundidad a estar cada día abriendo uno nuevo sin llegar a saborearlo por quedarnos al inicio.

Creo que los límites son buenos para el ser humano, no solo por un imperativo moral, sino que hacen tu vida mejor, la ordenan al bien.

– Paradójicamente, la defensa de las minorías la abanderan las grandes empresas y gobiernos, ¿qué relación tiene lo woke con el dinero que mueve?

Las grandes corporaciones han absorbido el discurso de las minorías por aparentar y que no las tachen de “antiguas”, lo que iría en perjuicio de sus negocios. Por otro lado, la ideología woke se ha gestado al calor de las universidades de élite norteamericanas, a donde va la clase alta del país. Por eso siempre la cultura está muy concienciada con la discriminación de las mujeres, las personas trans, los negros, los homosexuales, etc, pero la única discriminación que olvidan es la de clase, que siempre es un añadido a la etiqueta identitaria.

Luego resulta que a la gente corriente, la que paga la entrada del cine, le da absolutamente igual las cuotas de diversidad en una película de superhéroes, porque no va a que hagan pedagogía y le moralicen, va a pasar un buen rato. Esto genera rechazo. Lo que se suele decir: go woke, get broke.

–Otra de las batallas paradójicas en el mundo de la cultura es la de la censura. Precisamente los sectores que más han abanderado la libertad sexual, por ejemplo, son luego los más puritanos y políticamente correctos. ¿A qué crees que se debe?

–La izquierda trató de que Chanel no fuera a Eurovisión porque decía que su canción cosificaba a las mujeres, y como no lo consiguieron, le pidieron que cambiara la letra. A mí me tiene perplejo que cuanto más se incita a la sexualización de las mujeres en la sociedad, en las redes sociales, en las maneras de actuar y divertirse, más puritanos nos hemos vuelto, y si dices un piropo o haces un chiste fuera de lugar te pones en un apuro.  En el fondo, es la guerra de sexos que ha fomentado el feminismo y que es contraproducente para las mujeres y para los hombres, porque ha desterrado la cordialidad y el respeto de las relaciones para sumergirnos en una constante sospecha sobre el otro sexo.

Diego Peralta
@diegopsf_

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