La pobreza es un fenómeno multidimensional. La escasez de ingresos es solo la punta de un iceberg que tiene una parte sumergida mucho más profunda: barrios deprimidos, escuelas de bajo nivel, trabajos que no dan para ahorrar, a lo que en algunos países se une la cuestión racial. Un círculo vicioso que en ciudades de todo el mundo atrapa a los más vulnerables.
En muchos casos, la historia de la exclusión empieza en los barrios. Tanto en Europa como en Estados Unidos se percibe una tendencia a la segregación espacial por nivel de renta: zonas de ricos y zonas de pobres. El fenómeno es anterior a la crisis, pero esta lo ha acentuado.
Segregación e ingresos
Segregación espacial y desigualdad económica están relacionadas, aunque no en todas las ciudades esta relación es igual
Aunque la desigualdad en los ingresos es uno de los factores clave para entenderlo, la relación no es lineal. Un libro de principios de año publicado por la editorial británica Routledge, que reúne estudios sobre la creciente segregación por barrios en algunas de las principales capitales europeas, demuestra que esta obedece a más de un factor. Por ejemplo, resulta ilustrativa la comparación entre Oslo y Estocolmo: a pesar de las generosas prestaciones sociales que caracterizan a los respectivos países, y de que el índice de desigualdad económica es similar, la capital sueca es una de las ciudades con mayor segregación espacial de Europa, mientras que en la noruega hay más mezcla.
En parte, esto se debe a las políticas urbanísticas. La privatización del sistema de viviendas sociales, una tendencia visible en la mayor parte de Europa, ha sido más acusada en Noruega, pero en Suecia la construcción de este tipo de casas ha seguido el modelo de concentración: grandes bloques situados en los barrios menos atractivos de la ciudad. En cambio, en Noruega se ha optado por la dispersión de la vivienda subsidiada.
Ciertos procesos sociales también influyen en la segregación urbana. Por ejemplo, la llamada “gentrificación”: la vuelta de las clases más pudientes al centro de las ciudades, después de haberse retirado hacia zonas residenciales en las décadas anteriores (ver Aceprensa, 2-06-2015). En un primer momento, esto aumenta la diversidad socioeconómica de los barrios de destino, pero a largo plazo el precio del metro cuadrado sube y la segregación reaparece. Este fenómeno se está produciendo en muchas de las capitales europeas. Según la fase en que se encuentre, los efectos son positivos (por ejemplo, en Riga o Praga) o negativos (Madrid o Tallin). El estudio también observa que, en general, los núcleos urbanos más globalizados, como Londres, tienden a separar más a ricos y pobres.
La pobreza es multidimensional: la falta de ingresos es solo la punta del iceberg
El Índice de Disimilitud (ID) es la herramienta más utilizada para calcular la segregación social en una determinada área geográfica. Aplicado a una ciudad, mide la representación de un grupo (habitualmente, los más pobres) en uno o varios barrios, en comparación con la que tiene en toda la ciudad. Un ID alto representa una gran separación espacial entre estratos socioeconómicos.
De las capitales estudiadas en el libro, el ID aumentó entre 2001 y 2011 en todas salvo en Ámsterdam. Madrid, Tallin y Londres eran las más segregadas. Oslo, Riga y Praga, las menos (ver gráfico).
Sueño americano, solo para algunos barrios
Con todo, en Europa la segregación sigue siendo considerablemente menor que en Estados Unidos. Allí, el factor económico se une con el racial, y este con el urbanístico. El nivel de desigualdad por ingresos está en máximos históricos. Además, el proceso de abandono de los centros urbanos por parte de las clases altas ha sido mucho más pronunciado que en Europa; las minorías afroamericana e hispana han ocupado muchas de esas zonas.
Como muestra un trabajo de la Brookings Institution (BI), que se fija en el carácter multidimensional y acumulativo de la pobreza, la concentración en barrios con bajas rentas medias es, junto con la falta de seguro médico, el indicador que marca más la diferencia entre blancos, por un lado, y afroamericanos e hispanos, por otro.
Según otro estudio de la BI, el número de personas residentes en barrios donde al menos el 40% de la población está por debajo del umbral de pobreza (Zonas de Alta Concentración, o ZAC) se ha duplicado desde comienzos de siglo. De 2005 a 2009 ya aumentó un 33%, pero desde entonces ha crecido un 60%. Antes, solo uno de cada diez pobres vivía en uno de estos barrios; ahora, uno de cada siete.
Esta proporción, llamada “tasa de concentración de la pobreza” (TCP), se ha incrementado a un ritmo mayor que la tasa de pobreza nacional, por lo que no se puede decir que la segregación de las personas con menos recursos en barrios aislados sea simplemente un reflejo de los malos tiempos que ha atravesado el país.
La liberalización “controlada” de los distritos escolares puede mejorar las perspectivas de los alumnos más desaventajados
La TCP varía según el tipo de zona estudiada. Por ejemplo, mientras que en las zonas residenciales (los suburbs norteamericanos) apenas llega al 7%, en las ciudades supera el 25%. Los grandes núcleos urbanos de California, Nueva York y Texas son algunos de los más segregados. Pero esta concentración no es igual para todos: solo la sufre un 13% de los blancos, frente a un 36% de los afroamericanos y un 26% de los hispanos.
La gentrificación también se está notando en algunas ciudades de Estados Unidos. A pesar de que las zonas intraurbanas siguen siendo las más segregadas, la TCP está creciendo a un ritmo mayor en los suburbios, debido en parte al encarecimiento de ciertos barrios tradicionalmente populares del centro.
Zonificación inclusiva
Algunos estados o condados han aprobado proyectos de “zonificación inclusiva” (inclusionary zoning), por los que la autoridad obliga a los promotores urbanísticos a reservar una proporción de las construcciones nuevas para uso social: las viviendas se venden o alquilan a precios reducidos y la administración pública ofrece a cambio una recompensa a las empresas inmobiliarias.
En general, los resultados han sido positivos, especialmente para las minorías raciales. A nivel federal, el experimento Moving to Opportunity, que comparó la trayectoria a largo plazo de familias pobres a las que se daba un cheque para mudarse a barrios mejores, con otras a las que no se les dio esta ayuda, ha supuesto importantes progresos para las primeras.
La relación entre etnia y concentración de la pobreza es muy evidente en Estados Unidos, pero también se puede ver en algunos países de Europa, especialmente en aquellos con más inmigrantes. En Francia, por ejemplo, los gobiernos han aprobado en los últimos años distintas medidas para combatir la “guetificación” de las banlieues, barrios situados en el extrarradio de las grandes ciudades donde se concentra la población de origen extranjero. Recientemente, el ejecutivo ha lanzado un proyecto de ley (cfr. Aceprensa, 18-04-2016) que ofrece facilidades en empleo y vivienda pública a los habitantes de estas zonas, y que trata de fomentar a cambio su compromiso cívico y su integración en la sociedad francesa.
En algunos países del centro y el este de Europa, son las personas de etnia gitana las que se ven afectadas frecuentemente por el fenómeno de la concentración de la pobreza. Un informe del Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, publicado en 2013, señalaba las diferencias entre población autóctona y gitana en el acceso a una vivienda digna en esa región.
Varios países están aprobando políticas de “zonificación inclusiva” para favorecer la integración
En algunos de esos países, la situación ha empeorado claramente con la transición del comunismo a la democracia. Por ejemplo, el gasto en políticas sociales disminuyó fuertemente en Bulgaria en la etapa postsoviética, lo que influyó especialmente en la disponibilidad de vivienda asequible para los más pobres. No obstante, además del apoyo económico suficiente, algunos expertos explican que, dentro de las propias comunidades afectadas, hacen falta más organizaciones civiles que canalicen las protestas.
La escuela, espejo de la desigualdad
Una de las consecuencias más inmediatas de la segregación urbanística, y que más contribuye al círculo vicioso de la pobreza, es la concentración de los alumnos desaventajados en los peores colegios. La literatura científica ha puesto de manifiesto la influencia del barrio en la escuela, y de esta en el desempeño educativo de los alumnos y, por tanto, en su futura empleabilidad.
Un estudio de la Universidad de Stanford analiza la relación que existe en Estados Unidos entre el rendimiento escolar y factores como la raza, el nivel de ingresos y la educación de los padres. Incluso antes de empezar la etapa infantil, ya se observan importantes diferencias según el contexto sociocultural de cada familia. Durante los años siguientes, y hasta los últimos cursos de Primaria, la brecha aumenta ligeramente. Los estudiantes afroamericanos cada vez se quedan más atrás con respecto a los blancos, algo que no sucede con los hispanos.
Otro dato interesante es que las diferencias por raza son especialmente grandes en el segmento de los alumnos más capacitados: esto se debe a que en los peores colegios, donde habitualmente hay una presencia desproporcionada de afroamericanos e hispanos, se organizan programas de refuerzo dirigidos a los estudiantes con peores resultados, pero casi nunca para los demás. En cambio, en los centros mayoritariamente blancos se ofrece apoyo también a los alumnos de talento.
Aun así, la diferencia de resultados académicos según la raza ha ido disminuyendo desde finales de los noventa. En cambio, la brecha entre ricos y pobres ha aumentado considerablemente en el mismo periodo. De ahí que, frente a los esfuerzos de integración racial promovidos en otras épocas, cada vez haya más distritos escolares y charter schools que tienen en cuenta los ingresos de los padres en los criterios de matriculación.
La “deszonificación” de los colegios, que aumenta la capacidad de elección de los padres, puede ser una herramienta eficaz para romper el círculo vicioso de la pobreza. La movilidad que permiten los programas de cheque escolar, unida a un cierto control por parte de las autoridades para evitar la segregación de alumnos en colegios de ricos y colegios de pobres, ha funcionado en varias ciudades norteamericanas. No obstante, algunos analistas señalan que, tan importante como mover a los alumnos hacia colegios mejores, es llevar buenos profesores a los lugares más necesitados. Además, no basta con sentar juntos a los estudiantes de distintos estratos socioeconómicos. Hay que dar a los más vulnerables las ayudas necesarias para que aprovechen la oportunidad.