Torres Bosco (Milán), Stefano Boeri Architetti
A la vez que cada año aumenta la temperatura de las aguas heladas de Groenlandia, algunas de nuestras grandes urbes se convierten en auténticos hornos: espacios sobrecalentados –prácticamente inhabitables– en los que se produce el llamado efecto “isla de calor”.
Este fenómeno consiste en una acumulación calorífica en suelos y paredes durante el día, que impide –por la lenta irradiación nocturna– el enfriamiento de las zonas urbanas más densas. Hay ciudades del mundo, como Karachi (Pakistán), con más de 15 millones de habitantes, que han soportado en los últimos años temperaturas superiores a los 45 grados.
Estos sucesos han propiciado que se empiece a estudiar a fondo cómo enfriar las ciudades de una manera natural, equitativa y sostenible. Pero el camino para rebajar la temperatura de las ciudades pasa por tomar medidas, a veces drásticas, para evitar que la demanda energética refrigerante se dispare.
En la reciente cumbre del clima COP26, celebrada en Glasgow, uno de los objetivos compartidos por más de cien países fue el de limitar el calentamiento global del planeta a 1,5 °C. Aprovechando la cita de Glasgow, la ONU presentó un manual para combatir el efecto “isla de calor”: Guía para un enfriamiento sostenible de las ciudades. Ahí se explican las causas del rápido calentamiento de las urbes y se dan algunas soluciones ya experimentadas en distintas ciudades del mundo. El documento también hace un llamamiento a la justicia climática, porque el calentamiento de las ciudades no se reparte por igual. En las zonas urbanas deprimidas, y por tanto más vulnerables al calor, la temperatura se dispara y aumenta con rapidez.
La influencia del entorno
Las estrategias de reducción de temperatura, que son distintas para cada ciudad, dependen del clima local, la población y el tipo de entorno que la rodea. No es lo mismo un entorno verde y húmedo que uno desértico. Además, algunas ciudades, por su excepcional situación geográfica, resultan únicas e irrepetibles. Singapur, por ejemplo, es una ciudad junto al mar con una población de 5,6 millones de habitantes, rodeada de bosques y con una humedad relativa del 100%. En cambio, Phoenix (Arizona, EE. UU.), pese a que tiene una población metropolitana similar (4,4 millones), está ubicada junto al desierto de Sonora, con un clima árido, temperaturas altas y una humedad relativa que no supera el 35%.
Cada ciudad es un mundo y el diseño de su plan estratégico ha de responder a las características de su propio contexto. En algunas urbes será necesario estudiar cómo producir una mayor circulación del aire; y en otras, con abundancia de agua, convendrá diseñar una red de refrigeración urbana. Al mismo tiempo, esos objetivos estratégicos deben integrarse en la planificación urbanística de cada ciudad, pues las medidas adoptadas pueden suponer un cambio radical no solo en la concepción de los espacios públicos, sino en el mismo diseño de los edificios. Cada vez más hay que contar con la ventilación natural o con el uso inteligente del agua para aliviar las altas temperaturas, recurriendo siempre de manera combinada a las energías renovables.
Contra el efecto “isla de calor”, los remedios fundamentales son árboles, agua y edificios de color claro
Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid –dirigidos por Kieron Doick– han comprobado que, utilizando modelos computarizados para registrar los grados en distintas zonas urbanas, la temperatura en una ciudad como Madrid puede variar entre diferentes puntos en torno a 6 °C. Actualmente. esos datos y modelos constituyen una ayuda insustituible para planificar en la ciudad la creación de entornos que combatan las temperaturas extremas.
Ciudades más verdes
En cualquier caso, se ha podido constatar que el modo de paliar el efecto “isla de calor”, de una manera sostenible, implica cuidar tres cuestiones fundamentales: crear la mayor extensión posible de “cubierta arbórea”, tanto en calles como espacios públicos; utilizar el agua en todas sus modalidades; edificar y construir con materiales de tonos claros y de baja absorción de calor, de modo que no se sume al calor residual producido por la actividad laboral urbana. Por eso, como explica Doick: “Los árboles y las áreas de hierba tienen ambos un papel crucial en la reducción de estas temperaturas, gracias a que proporcionan sombra, reflejan la luz del sol y porque, al hacer la fotosíntesis, las hojas lanzan de nuevo agua a la atmósfera merced al proceso de evapotranspiración”.
Aunque queda mucho por investigar en el enfriamiento de las ciudades, la creación de bosques urbanos; los corredores verdes –como los realizados en Medellín (Colombia)–; o el incipiente proyecto de Bosque Metropolitano de Madrid, que pretende articular como una gran “corona forestal” alrededor de la ciudad, conectando distintos parques y espacios naturales, suponen no solo reducir notablemente la temperatura sino una transformación de la propia ciudad.
Junto al efecto refrigerante de la vegetación, el agua es el otro gran aliado en la lucha contra el calor. París, por ejemplo, aprovecha la temperatura del agua del Sena, cuando está por debajo de 8 °C, para mantener un sistema de refrigeración urbana. Canadá, desde hace años, ha creado un sistema lacustre de refrigeración que utiliza el agua fría del lago Ontario como energía renovable.
Al final, la fórmula sigue siendo la misma: menos asfalto y más superficies de hierba; menos hormigón y más láminas de agua; menos adoquines y más zonas arboladas en las plazas; menos coches y más bicicletas… Sin embargo, por ahora, se está viendo que es precisamente en las downtowns de las grandes ciudades donde se concentra y aumenta más el calor. Son zonas de alta densificación urbana en las que se están experimentando nuevos diseños de edificios en altura: torres que integran árboles frondosos en sus terrazas, cubiertas vegetales, jardines verticales, etc.
Sin entrar en los problemas que este tipo de soluciones tiene, el sobrecalentamiento de las ciudades –en el fondo– está poniendo en jaque el modelo de ciudad intensiva y por ende el de la propia tipología de las viviendas. ¿Qué futuro les espera a ciudades como Shanghái (China) con más de 26 millones de habitantes? Estamos a tiempo.
Antonio Puerta López-Cózar
Arquitecto