Lugar donde se encontraron enterramientos de niños junto al antiguo asilo de Tuam (Galway) (CC: Auguste Blanqui)
Desde hace años se producen en Irlanda revelaciones sensacionales sobre abusos cometidos en instituciones (orfanatos, reformatorios, residencias para madres solteras…), dirigidos a menudo por congregaciones religiosas católicas por encargo de las autoridades civiles. Las denuncias han llevado a la creación de comisiones oficiales para investigar la verdad, ante las que han podido testificar personas que vivieron o trabajaron en ellas. Ahora se acaba de publicar el informe de la Comisión que ha investigado el funcionamiento de las residencias para madres solteras durante el periodo 1922-1998.
El informe tiene algunas cualidades que le distinguen de informaciones periodísticas sensacionalistas y poco documentadas que han proliferado sobre estos temas. Primero, al describir los hechos los pone en relación con el contexto social y económico de cada época, evitando aplicar al pasado criterios de hoy. Segundo, dirige el foco al conjunto de la sociedad irlandesa, en vez de centrarlo solo en instituciones católicas. Y tercero, proporciona información precisa y bien diferenciada según las instituciones y las épocas, evitando generalizaciones. No es poco para temas tan polémicos.
Enviadas por sus familias
El informe deja claro desde el principio que en la sociedad irlandesa hubo una actitud muy discriminatoria con las madres solteras. “Las mujeres que daban a luz fuera del matrimonio estaban sometidas a un trato particularmente duro. La responsabilidad de ese trato recae principalmente en los padres de esos niños y en el inmediato círculo familiar. A esto contribuyó el apoyo y la aprobación de las instituciones del Estado y de las Iglesias. Sin embargo, hay que reconocer que las instituciones investigadas proporcionaron un refugio –un duro refugio a veces– cuando las familias no proporcionaban ningún amparo”.
Por estas casas pasaron a lo largo del periodo de 76 años 56.000 madres solteras y unos 57.000 hijos. El mayor número de admisiones se produjeron en los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado. Alrededor del 80% de las mujeres tenían entre 18 y 29 años.
Esas mujeres no fueran enviadas forzosamente a esas instituciones por las autoridades civiles o eclesiásticas, sino por sus familias
Este tipo de instituciones para madres solteras existían también en otros países. Lo que caracteriza a la situación irlandesa, según el informe, es que “la proporción de madres solteras recluidas en estas residencias fuera probablemente la más alta del mundo”. Estas instituciones también duraron más tiempo, pues en los años 70 todavía daban a luz allí un notable número de mujeres, mientras que en otros países estas residencias ya habían cerrado.
El informe advierte que “no hay pruebas de que esas mujeres fueran enviadas forzosamente a esas instituciones por las autoridades civiles o eclesiásticas”. Eran enviadas allí por sus familias, sin consultarlas.
Estigma social
Para la mayoría de esas mujeres no había otra alternativa, al no tener dinero ni adónde ir. Pocos hombres reconocían su paternidad o contribuían al mantenimiento del hijo. En la primera mitad del pasado siglo, la tasa matrimonial en Irlanda era baja y las bodas, tardías, así que era improbable que el padre se casara con la mujer embarazada, como ocurría en otros países.
Para los padres, tener una madre soltera en la familia era un estigma social y una carga más. El nacimiento de un hijo “ilegítimo” (calificación legal que se mantuvo hasta 1987) podía perjudicar las perspectivas de matrimonio no solo de la interesada, sino también de sus hermanas. Así que los padres preferían ocultar el embarazo enviándolas a una institución para madres solteras. Tras el nacimiento, las familias podían estar dispuestas a que la hija volviera a casa, pero sin el hijo, que en la gran mayoría de los casos se daba en adopción.
El estigma respecto a las madres solteras estaba presente en toda la sociedad
El informe señala que en la Irlanda de entonces había una confluencia de actitudes entre la Iglesia y el Estado respecto a la moral sexual. El Estado de los años 20, recién independizado, quería demostrar al mundo que era capaz de resistir los aspectos indeseables de la modernidad, como el relajamiento sexual; por su parte, la Iglesia reforzaba esta actitud con una enseñanza insistente en la importancia de la castidad prematrimonial.
El estigma respecto a las madres solteras estaba presente en toda la sociedad. Hasta el punto, por ejemplo, de que hubo que crear maternidades en las residencias, pues los hospitales preferían que estas mujeres no coincidieran con las madres casadas en sus instalaciones.
Elevada mortalidad infantil
Los hijos nacidos en estas instituciones sufrían también discriminación. Antes de que se aprobara la adopción legal, en 1953, los hijos que allí nacían pasaban después a otras instituciones para niños sin familia o eran objeto de adopciones informales. Cuando fue posible la adopción legal, el 97% fueron adoptados, lo cual era una solución mucho mejor.
Según la Comisión, “el aspecto más inquietante de estas residencias para madres solteras fue la alta tasa de mortalidad infantil [en el primer año de vida]”. Un total de 9.000 niños murieron en estas instituciones, en torno al 15% de los allí nacidos, mientras que a principios de los años 50 la media nacional era el 2,5%.
El informe afirma que no hay “una explicación simple para esta asombrosa mortalidad infantil”. En los medios de comunicación irlandeses se han presentado a menudo estas muertes como casos de malnutrición. Pero el informe mantiene que las principales causas de muerte fueron infecciones respiratorias y gastroenteritis. En esta mortalidad influyeron un conjunto de causas: la mayoría de las madres eran pobres, y no habían estado bien alimentadas; en las residencias vivían demasiados niños; los estándares de higiene eran bajos; había insuficiente control de infecciones; y el equipo directivo era poco profesional.
La excesiva mortalidad infantil en estas instituciones era un hecho conocido y reflejado en documentos oficiales de la época, sin que haya pruebas de que los políticos y el público en general se preocuparan por ello. Esta indiferencia se aprecia también en los enterramientos: aunque las residencias llevaron un registro bastante completo de los ingresos y salidas de las madres, en algunas instituciones no se registraron los enterramientos de los niños. Así ocurrió en la residencia de Tuam, caso que en 2014 dio lugar a especulaciones sobre niños muertos arrojados a un pozo negro.
Adopciones de niños
En informaciones actuales sobre estas residencias se viene repitiendo que en muchos casos se produjeron adopciones forzadas, sin el consentimiento materno.
Según la Comisión, antes de que se aprobara la adopción legal en 1953, se produjeron adopciones informales y no vinculantes, en las que las familias se hacían cargo de niños. Era algo que ocurría también entonces en otros países.
El aspecto más inquietante de estas residencias para madres solteras fue la alta tasa de mortalidad infantil
A partir de 1953, gran parte de los niños fueron dados en adopción con los controles legales y con la exigencia del consentimiento de la madre. La Comisión no ha encontrado pruebas de que los niños fueran arrebatados a las madres. Aunque, dada la falta de apoyo familiar y social, difícilmente podían quedarse con el hijo hasta que en 1973 se creó un subsidio para estas madres solteras.
Algunas mujeres han declarado a la Comisión que su consentimiento no fue plenamente libre e informado. Sin embargo, dice el informe, “con la excepción de algunos casos, no hay pruebas de que pensasen así en el momento de la adopción”.
Trato en las instituciones
Había distintos tipos de instituciones que podían acoger a las madres solteras que iban a dar a luz, cada una con sus propios métodos de gobierno, acuerdos financieros y prácticas. Unas eran públicas, dirigidas por las autoridades sanitarias locales; otras eran regidas por instituciones religiosas (católicas y protestantes), que solían recibir subsidios públicos para esta labor.
Tanto las públicas como las privadas tenían unas condiciones materiales muy deficientes, propias de la pobreza en que vivía entonces una Irlanda fundamentalmente rural. Entre estas residencias, algunas tenían instalaciones materiales muy pobres, sobre todo las públicas; las condiciones materiales de otras eran considerablemente mejores y fueron modernizándose con el tiempo. El informe recuerda que antes de los años 60 las condiciones materiales de la mayor parte de las casas irlandesas eran también malas. El problema es que las carencias higiénicas en residencias masificadas tienen consecuencias sanitarias más graves que en hogares familiares.
Las visiones retrospectivas sobre estas instituciones han hablado de un generalizado maltrato a las mujeres y de haberlas utilizado para hacer pesados trabajos sin pagarles. El informe es más matizado. Reconoce que imperaba un régimen frío y disciplinario, sobre todo antes de los años 70 y en las residencias más grandes, pero no hay pruebas de que hubiera abusos graves, como los que se dieron en los reformatorios juveniles. Hay pocos casos de quejas por maltrato físico o abuso sexual. De todos modos, jóvenes que habían sido rechazadas por sus familias y que necesitaban apoyo para enfrentarse a su primera maternidad, encontraron poca simpatía y consejo. Muchas recibieron un trato “denigratorio y despectivo”.
En cuanto al trabajo, el informe dice que “generalmente hicieron el tipo de trabajo que habrían hecho en su casa”, ocupándose de las tareas domésticas, aunque en las instituciones públicas dependientes de los condados hicieron trabajos pesados por los que deberían haber sido pagadas.
El estado de reclusión de las madres solteras en las residencias también cambió con el tiempo. A diferencia de otros países, lo previsto eran que permanecieran allí hasta dos años, aunque en la práctica la gran mayoría se iban antes. A partir de los años 70, “las madres permanecían menos tiempo en la residencia; por lo general eran libres de entrar y salir; de encontrarse con amistades y familia, incluso novios; podían pasar fuera el fin de semana; y se favorecían las visitas. La mayor parte del trabajo era realizado por personal pagado”. También hubo una transición desde la estancia en residencias a la vida de varias mujeres en un apartamento, donde se estimulaba su independencia.
Financiación escasa
Las residencias eran financiadas por las autoridades locales, que daban un tanto por mujer asistida. Al ser Irlanda un país poco desarrollado hasta los años 70, y habida cuenta del escaso interés público por estas mujeres, la financiación fue por lo general escasa y a veces con retrasos.
La comisión no ha encontrado ninguna prueba de que las congregaciones religiosas que regentaron residencias de este tipo obtuvieran beneficios económicos. “En diversas ocasiones, está claro que les costaba llegar a fin de mes y estas religiosas no siempre fueran pagadas por su trabajo”. El objetivo de las congregaciones religiosas que dirigieron estas residencias era la reforma de las chicas y evitar que madres e hijos se quedaran en la calle, aunque los métodos que empleaban eran un reflejo de la mentalidad y prejuicios de la época.
La Comisión ha identificado a 200 mujeres que murieron mientras vivían en estas instituciones. El 57% de estas muertes estuvieron relacionadas con el embarazo, la mayoría en los años 30. La mortalidad materna de estas madres solteras era entonces superior a la media nacional, pero sin un exceso tan pronunciado como en la mortalidad infantil. Después la mortalidad materna en las residencias siguió el mismo descenso que en el resto del país.
Como ocurrió en anteriores ocasiones –véase el caso de las lavanderías Magdalena–, el informe oficial es mucho más matizado que lo que originalmente “revelaron” medios periodísticos irlandeses, con exageraciones y errores notorios. El gobierno ha pedido perdón a las madres solteras que sufrieron un duro trato discriminatorio, como consecuencia de los prejuicios sociales de la época. Quizá también algunos medios de prensa irlandeses deberían pedir perdón a sus lectores por haber presentado el caso de estas residencias dentro de una campaña para desprestigiar a la Iglesia católica, cuando la responsabilidad fue de toda la sociedad.