La desregulación avanza en el mundo

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La desregulación avanza en el mundo
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La Unión Europea prepara un “proceso de simplificación legislativa” sin precedentes para atraer inversiones y hacer más competitivas a las empresas. Se une así a una tendencia global que empezó Javier Milei en Argentina y siguen otros países, como India y el Reino Unido, y también aplica Donald Trump en Estados Unidos.

El pasado 14 de febrero, cuando Donald Trump empezaba a anunciar su batería de subida de aranceles a los principales socios comerciales de Estados Unidos, el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) y exprimer ministro italiano, Mario Draghi, publicó una tribuna en Financial Times que llevaba el significativo título de “Olvídense de Estados Unidos, Europa ya se ha impuesto con éxito aranceles a sí misma”, en el que señalaba que las altas barreras internas y los obstáculos regulatorios son mucho más perjudiciales para el crecimiento que “cualquier cosa que Estados Unidos quiera imponer”. En consonancia con el informe que entregó a la Comisión Europea a finales de año sobre los males económicos que aquejan a la Unión Europea, señalaba a la propia Unión y sus problemas internos como la principal causa del retraso respecto a Estados Unidos. Según él, sería absurdo ahora culpar a la agresiva política comercial proteccionista de Donald Trump de los males que pueden llegar.

En su texto, Draghi recordaba que “el FMI estima que las barreras internas de Europa equivalen a un arancel del 45% para las manufacturas y del 110% para los servicios”, lo que reduce considerablemente el mercado en el que operan las empresas del continente y explica que el nivel de comercio interno de los países de la Unión Europea sea menos de la mitad del que tienen los estados de EE.UU. entre ellos. El expresidente del BCE recalcaba la paradoja de que estas barreras internas han llevado a las empresas europeas a buscar nuevos mercados fuera del continente, de forma que desde 1999, el comercio exterior de la eurozona ha pasado del 31% al 55% del PIB, mientras que en China pasó del 34% al 37% y en EE.UU., del 20% al 25%. “Las barreras internas son un legado de épocas en las que el Estado nacional era el marco natural para la acción, pero ahora está claro que esta forma de actuar no ha traído bienestar a los europeos, no ha saneado las finanzas públicas, ni siquiera la autonomía nacional”.

Burocracia

Draghi era especialmente crítico con la burocratización de un sector, como el tecnológico, que precisamente necesita todo lo contrario para desarrollarse y crecer: “La UE ha permitido que la regulación controle la parte más innovadora de los servicios –la digital–, lo que obstaculiza el crecimiento de las empresas tecnológicas europeas e impide que la economía logre grandes ganancias de productividad”.

En 2024, la Comisión Europea promulgó 444 normas nuevas, o modificaciones de otras existentes, que afectan al comercio alimentario

La excesiva regulación es un problema grave que afecta por igual a los pequeños negocios y a las grandes corporaciones. Por ejemplo, la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas) publicó un informe en febrero en el que denunciaba la presión normativa a la que está sometida el sector del comercio alimentario, compuesto en su inmensa mayoría por pequeñas y medianas empresas. Según la Asociación, durante el pasado año se aprobaron o modificaron 1.253 textos legislativos que impactan directamente sobre el comercio alimentario, lo que significa una media de 3,4 nuevas normas diarias.

El informe destaca que la Comisión Europea fue de nuevo el año pasado la administración más activa, con 444 nuevas normas o modificaciones, un 35% del total, mientras que las administraciones públicas españolas (Gobierno, comunidades autónomas y principales ayuntamientos) sumaron 809 normas. Por materias, la primera es el medioambiente, con 470 normas enfocadas a la eficiencia energética, diseño ecológico, sostenibilidad y otros aspectos vinculados a la transición verde. El segundo lugar lo ocupa la seguridad alimentaria, con 253 normas sobre almacenamiento y conservación de alimentos, controles oficiales, transporte, protección animal y otras áreas que garantizan la calidad y seguridad de los productos.

En la presentación del informe, Alberto Peironcely, director de Asuntos Regulatorios de Asedas, afirmó que este incremento legislativo supone un desafío para el sector alimentario: “El incesante aumento de normas, ya sean nuevas o modificaciones, se convierte en un gran problema para las empresas, que deben dedicar muchísimos recursos solo a realizar el seguimiento de las normativas en vigor”.

La excesiva regulación impacta también en las grandes empresas. El diario El Mundo premió hace dos semanas a Josep Maria Recasens, número dos de Renault Group y presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac), con el galardón Protagonista del Motor 2024. En una larga entrevista con el periódico, afirmaba: “Todas las iniciativas genuinas europeas de gigafactorías de baterías están en jaque. ¿Por qué? Porque China te ofrece lo mismo, pero un 35% más barato”. Reconocía que el modo de fabricación chino no es reproducible en Europa, pero se quejaba de que “el coche europeo está inflacionado por normas, exigencias o valores. Es el que debería comprar el cliente, pero acaba con uno chino”, sencillamente porque es más barato.

De Buenos Aires a Bruselas

Aunque tarde, Europa se ha dado cuenta de que el exceso de regulación no favorece la competitividad ni estimula el crecimiento. Pero en realidad no ha hecho más que unirse a una “tendencia global”, que la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha acelerado. “Desde Buenos Aires y Delhi hasta Bruselas y Londres, los políticos han prometido reducir la burocracia que enreda la economía. Javier Milei es el mejor ejemplo, pero los asesores de Narendra Modi están viendo cómo recortan legislación en la India y Rachel Reeves, ministra de Hacienda británica, planea revisar las reglas en Reino Unido”, afirmaba The Economist en un reciente número.

“Si se hace bien, la revolución antiburocracia podría traer consigo mayor libertad, un crecimiento económico más rápido, precios más bajos y nuevas tecnologías”, señala la revista. Por ejemplo, anota The Economist, la desregulación acometida por Milei ha bajado el precio de los productos importados, hasta el 35% en algunos casos.

Dos de cada tres empresas europeas manifiestan que la regulación es un obstáculo para la inversión

La selva regulatoria también afecta a la productividad. El semanario británico dice que los estadounidenses dedican un total de 12.000 millones de horas al año a cumplir normas federales. Pero a la vez, señala que “el camino hacia la reducción de la burocracia está plagado de obstáculos”, porque cada medida de desregulación aporta pequeños beneficios a muchos, pero impone mayores pérdidas a unos pocos: por eso, “las reformas suelen ser obstaculizadas” por las empresas que dominan un mercado, los sindicatos o grupos de presión como los ambientalistas.

“Un cambio profundo” para la UE

¿Hasta dónde se puede llegar, entonces? “No cabe duda de que, sin reglas sobre seguridad alimentaria, señalización vial o capital bancario, y sin los burócratas que las hacen cumplir, la vida sería menos segura; la cuestión es cómo hacer que la reforma sea lo suficientemente audaz para que se note y lo suficientemente coherente para que tenga éxito”.

El hecho es que el exceso de regulación a las empresas es uno de los puntos que se ha propuesto cambiar la Unión Europea en un afán por ganar competitividad frente a Estados Unidos. El pasado 31 de enero, las presidentas de la Comisión, Ursula von der Leyen, y del BCE, Christine Lagarde, publicaron un artículo conjunto en Financial Times en el que, después de enunciar las fortalezas de la economía europea, manifestaban que el continente necesita “un cambio profundo” para emprender ese camino hacia la mejora de la competitividad: “Tenemos que hacer que la UE sea un lugar en el que sea más fácil que las empresas innovadoras crezcan”. Y tras reconocer que dos de cada tres empresas europeas manifiestan que la regulación es un obstáculo para la inversión, prometían “hacer que Europa sea un lugar para invertir”.

El artículo terminaba con un compromiso para iniciar en la Unión Europea un “proceso de simplificación sin precedentes” de aplicación de la legislación. Volvemos a The Economist. Sólo hace falta que “la reforma sea lo suficientemente audaz para que se note y lo suficientemente coherente para que tenga éxito”.

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