Élites inclusivas o extractivas. “That is the question”

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Según los investigadores premiados con el Nobel de Economía 2024, las instituciones, antes que los recursos naturales, son clave para el desarrollo económico En la imagen, el puerto de Tanjung Perak, en Indonesia (CC Hernawan Widhi)

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, premiados con el Nobel de Economía 2024, han sido reconocidos por sus innovadoras teorías sobre la relación entre instituciones y desarrollo económico. Su trabajo sostiene que las instituciones –entendidas como los marcos legales, políticos y económicos que organizan la sociedad– son esenciales para la prosperidad o el fracaso de las naciones.

Esta perspectiva ha sido particularmente influyente, pues desestima la idea de que factores como la geografía, la cultura o los recursos naturales sean, por sí solos, los motores del crecimiento. A través de sus estudios y publicaciones, como el libro Por qué fracasan los países, Acemoglu, Johnson y Robinson redefinen el campo del desarrollo económico, creando un marco que dialoga con teóricos previos y aporta una visión complementaria y, en ciertos aspectos, disruptiva.

El concepto central de su teoría radica en la distinción entre instituciones inclusivas y extractivas. Las instituciones inclusivas son aquellas que promueven la participación económica y política de la mayoría, incentivando la innovación y protegiendo los derechos de propiedad. Este tipo de instituciones permite que los empresarios inviertan (aumenten la capacidad productiva) sin temor a expropiaciones arbitrarias, lo que permite generar un crecimiento sostenido.

En contraposición, las instituciones extractivas están diseñadas para concentrar el poder y los recursos en manos de una élite. De esta manera, bloquean la competencia y limitan las oportunidades para la mayoría. Bajo estas instituciones, el crecimiento económico pierde dinamismo y depende de circunstancias específicas, como la explotación de recursos o el control coercitivo de la población.

Para los tres economistas premiados, el desarrollo de las instituciones inclusivas es el verdadero motor de una prosperidad sostenible, idea que contrasta con enfoques de figuras previas como William Easterly y Ross Levine. Conviene recordar que Easterly y Levine reconocen la importancia de la calidad institucional, pero dan más importancia a factores macroeconómicos y a la inversión en capital humano.

Un diálogo con teorías anteriores

El enfoque de Acemoglu y sus colegas se conecta, aunque con diferencias marcadas, con la obra de Douglass North y Robert Fogel, quienes también recibieron el Nobel de Economía. North sostenía que las instituciones son esenciales para la economía, pues reducen la incertidumbre y fomentan la cooperación. Sin embargo, mientras North planteaba que las instituciones evolucionan de forma gradual, Acemoglu y Robinson sostienen que el cambio institucional depende de rupturas, de crisis. En esos momentos, la sociedad puede experimentar una transformación inclusiva o consolidar el poder de la oligarquía dominante.

El trabajo de Acemoglu, Johnson y Robinson ha resaltado la importancia de las instituciones para el crecimiento económico y ha influido en el diseño de políticas públicas alrededor del mundo

La investigación de Acemoglu y Johnson sobre crisis y cambio institucional añade cierto dinamismo a las teorías de North y Fogel. Argumentan que los cambios repentinos, como las guerras, las crisis económicas o las revoluciones, no solo marcan un punto de inflexión, sino que representan una oportunidad para que las instituciones inclusivas reemplacen a las extractivas. Esto contradice en cierto modo la teoría del cambio incremental de North y se alinea con la perspectiva histórica de Fogel. Este último resaltaba la importancia de los cambios tecnológicos y sus impactos en el desarrollo económico.

Casos que no encajan

Aunque las teorías de Acemoglu, Johnson y Robinson han sido ampliamente aceptadas y citadas, existe un debate en torno a su aplicabilidad en contextos específicos, especialmente en casos de desarrollo económico rápido bajo regímenes autoritarios, como los de Taiwán y Corea del Sur en las décadas de 1960 y 1970. Durante este periodo, ambos países experimentaron un crecimiento económico acelerado con regímenes dictatoriales, que lograron implementar reformas industriales y educativas significativas antes de transitar hacia la democracia.

En estos casos, los países construyeron instituciones que promovían la industrialización y la educación sin haber implementado antes un sistema político inclusivo. Estos casos parecen refutar la teoría de Acemoglu y Robinson de que el poder centralizado en manos de una élite, sin instituciones inclusivas, bloquea el desarrollo sostenido. Corea del Sur y Taiwán, en cambio, lograron un avance significativo en términos de renta nacional y calidad de vida sin democratizarse completamente, pues el crecimiento institucional hacia la democracia fue un paso posterior.

Este punto crítico sugiere que, en ciertos contextos, especialmente en economías en vías de desarrollo que necesitan medidas rápidas, directas y eficaces, las instituciones extractivas pueden desempeñar un protagonismo temporal en la mejora de la infraestructura y el bienestar general. La experiencia de Taiwán y Corea del Sur parece indicar que el autoritarismo puede, en ciertos casos, guiar el desarrollo. Aunque, a largo plazo, es necesaria una transición hacia instituciones inclusivas para sostener dicho crecimiento. China también es una excepción: desde 1978 disfruta de un elevado crecimiento económico, basado en una fuerte apertura al exterior, bajo un sistema político dictatorial.

Limitaciones y retos de la teoría institucional

El desarrollo de esos países ilustra las limitaciones del enfoque institucional de Acemoglu, Johnson y Robinson. Una de ellas es su dudosa aplicación a regiones con una larga historia de instituciones extractivas profundamente arraigadas. En estos casos, una transición hacia instituciones inclusivas provoca resistencias estructurales y culturales significativas. En estos contextos, el cambio institucional plantea desafíos profundos, que requieren algo más que rupturas o momentos críticos.

Se discute si las ideas de Acemoglu, Johnson y Robinson son de aplicación universal o más bien requieren modificaciones según el contexto específico

Además, parece obvio que, aunque las instituciones son fundamentales, no pueden explicarlo todo. Existen factores culturales y geográficos que influyen en las probabilidades de éxito o fracaso de un país. Aunque los autores no desestiman por completo estos elementos, su enfoque a menudo se interpreta como un modelo que no les concede suficiente peso.

Por otro lado, la teoría de instituciones inclusivas también ha sido cuestionada por su aplicabilidad a economías en desarrollo que dependen de recursos naturales. En estos casos, el poder político y económico suele estar inevitablemente vinculado a la explotación de estos recursos. Si bien las instituciones extractivas pueden ser problemáticas, la transición hacia un sistema inclusivo es compleja cuando los recursos naturales ejercen una influencia tan poderosa. Esto plantea preguntas sobre si la aplicación de las ideas de Acemoglu, Johnson y Robinson puede ser universal o si, en cambio, requiere modificaciones según el contexto específico.

Contribuciones al desarrollo económico

A pesar de estas críticas, la investigación de Acemoglu, Johnson y Robinson ha dejado una huella profunda en el estudio del desarrollo económico. Su trabajo ha promovido la importancia de las instituciones como un factor clave para el crecimiento económico sostenido y ha influido en el diseño de políticas públicas alrededor del mundo. Al enfatizar que la inclusión económica y política es esencial para un desarrollo sostenible, estos economistas han proporcionado un marco teórico valioso, que complementa y extiende los trabajos de economistas anteriores como North y Fogel.

Además, su teoría sobre instituciones inclusivas ha ganado relevancia en un momento en el que la desigualdad global es un problema creciente. Al poner de relieve la necesidad de sistemas inclusivos que distribuyan el poder y los recursos de manera más equitativa, su trabajo ofrece una guía no solo para el desarrollo económico, sino también para la construcción de sociedades más justas.

En última instancia, el legado de Acemoglu, Johnson y Robinson radica en haber transformado la comprensión de las causas fundamentales del desarrollo y el fracaso de las naciones. Pues cuestiona la visión tradicional de que el bienestar económico de un país depende, fundamentalmente, de los recursos naturales o la ubicación geográfica. Según ellos, la estructura de las instituciones tiene un papel clave. Si bien su teoría puede no ser una solución universal para todos los contextos, su impacto en la teoría económica y en la formulación de políticas sigue siendo innegable. En efecto, aporta una perspectiva que ayudará a los economistas y responsables políticos a construir economías más inclusivas y resilientes. En definitiva, como dijo hace años Felipe González, en tono reflexivo, hay que ver si los líderes son parte del problema o parte de la solución.

Rafael Pampillón Olmedo
Universidad CEU San Pablo y Universidad Villanueva

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