En los videojuegos se podría decir que, como ocurre con el cine o la literatura, está casi todo inventado. Es muy difícil ser cien por cien original con las historias (quizás sí con la forma de narrarlas), así que muchos desarrolladores no buscan revolucionar nada, sino elaborar productos con todo el sabor de los inicios de los videojuegos: nada de grandes gráficos ni voces de estrellas de cine, tampoco giros de guion ni armamento de última generación. Sencillamente mezclar plataformas, miles de enemigos, una dificultad tremenda y amor por lo retro.
Esta es exactamente la propuesta de Beholgar, desarrollado por Serkan Bakar y publicado por Dolores Entertainment. La trama es básica: Beholgar, un valiente guerrero, vuelve a su aldea natal y la encuentra infestada de criaturas horribles. Su misión será librar al lugar de la terrible maldición que lo asola.
Lo dejamos claro desde el principio: este juego es absolutamente inmisericorde, todo error se paga duramente y no tiene contemplaciones. Empezando por la poquísima barra de vida del protagonista, seguido por la mucha vitalidad que quita cualquier golpe (para ser tan forzudo sorprende lo rápido que se puede morir), continuando por un mapeado lleno de trampas (algunas demasiado injustas) y enemigos a diestro y siniestro.
Si a eso sumamos que hay que ser muy exactos con los golpes y los saltos, que cada muerte nos quita un elevado porcentaje de las monedas acumuladas (esenciales si queremos comprar habilidades) y que cada guardado hace que todos los enemigos reaparezcan, tenemos la fórmula de los clásicos de los 80: hacerte sentir que, si lo superabas, eras un auténtico titán.
Por todo ello, Beholgar es un excelente reto solo para los más valientes. Sin embargo, pincha en algunos aspectos como la ausencia de un mapa, la imposibilidad de elegir la zona exacta para el viaje rápido o la de ver qué objetos hemos comprado o equipado. También se habría agradecido poder cambiar la disposición de los botones.
Ciertamente, aunque tiene violencia, nunca es desagradable, pero por su extrema dificultad su público objetivo se reduce mucho: solo los jóvenes dispuestos a un buen desafío y los no tan jóvenes que busquen revivir lo que algunos vivimos hace 30 años.