Si Arto Paasilinna y su novela El año de la liebre dieron a conocer internacionalmente lo mejor de la literatura finlandesa actual, la proeza de Tuomas Kyrö (1974), no es menor. El héroe de Paasilinna llevaba una liebre; el de Kyrö, Miklos Vatanescu, también.
Vatanescu es un pobre rumano, inmigrante, que para sobrevivir trabaja de mendigo y cosas semejantes, bajo el dominio de una mafia rusa que controla gran parte de la industria de la pobreza. Pero Vatanescu, en su humildad, tiene madera de héroe. Hace un accidentado viaje a Laponia, siempre acompañado de la liebre, y cuando, por diversas circunstancias, sus peripecias llegan al público gracias a la televisión, se convertirá en una figura deseada por un partido político de corte populista. ¿Qué más democrático que tener a un mendigo como líder?
Todo es disparatado, pero con tanto orden y tanta gracia que la novela se deja leer con una facilidad que personalmente hacía tiempo que no encontraba. Son capítulos cortos, muy vivos y que –cosa siempre muy de agradecer– van al grano. Inteligencia, humor, ironía y muchos ingredientes más en una novela insólita, muy distinta a lo común.
La novela sirve, además, para conocer Finlandia, un país que suele quedar muy bien en los rankings, sobre todo en el de educación, pero donde, como en todas partes, los pobres se tienen que ganar la vida como pueden y los inmigrantes no siempre son bien recibidos. Nada mejor que la literatura para ampliar horizontes y comprobar que en todas partes cuecen habas y que el discurso político más trivial puede alzarse con el favor popular.