La útima novela de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) cuenta la agitada y exótica vida del hijo de unos sirvientes, Tudor, primero en la Valaquia rumana, donde nació en 1818, hasta que, tras muchas vicisitudes, se convierte en 1855 en Tewodros II, Rey de Reyes y Emperador de Etiopía.
Cuenta Cărtărescu que la inspiración para escribir esta novela tiene su origen en la hipótesis, sin base histórica, que formuló un diplomático rumano del siglo XIX: que el Emperador Theodoros era en realidad el valaco Tudor, un bandido y un pirata muy conocido en los archipiélagos griegos hasta que desapareció rumbo a Etiopía en busca del Arca de la Alianza. Para Cărtărescu, esta historia “abre la fascinante perspectiva de una historia falsa, ficticia, mítica y arquetípica, perfecta para componer la sustancia de una novela”.
Alternando capítulos que suceden en espacios y tiempos distintos hasta formar un puzle, Cărtărescu relata en esta novela pseudohistórica la infancia de Tudor en Ghergani –evocada frecuentemente de manera nostálgica–, sus años en una Bucarest sumergida en la peste hasta que consigue incorporarse a la banda del famoso Jianu, una especie de Robin Hood de Valaquia. Luego Tudor se independiza y consigue reunir un potente ejército de bandoleros que hace estragos por los archipiélagos griegos del Mediterráneo.
Yendo de un lado a otro, Tudor no olvida los sueños que alimentaron su niñez con las historias que le contaba Sofiana, su madre, repletas de las aventuras de los héroes griegos y de Alejandro Magno y de Napoleón. También late en su interior una religiosidad transmitida por su madre, aunque Tudor la transforma en una vivencia personal, fantástica, ilusoria y obsesiva que le hace sentirse un elegido para alcanzar grandes metas. De hecho, tiene la obsesión de descubrir el destino del Arca de la Alianza, que según él se encuentra en el País de Cus, en Etiopía, a donde viaja con algunos de sus compañeros.
En Etiopía, en el monasterio de Debre Tabor, conoce a Kassa Haile Giorgis de Dembia, apodado el Lombriz, quien le descubre los misterios del país y con quien luego acuerda intercambiar nombre e identidad. A partir de entonces se convierte en el príncipe de Qwara, y tras reunir un poderoso ejército, se erige en el terrible emperador Theodoros, cuyo poder despótico amenaza el orden impuesto en la zona por las tropas británicas.
A diferencia de otras novelas de Cărtărescu, como su trilogía Cegador y Solenoide, hay en esta un hilo conductor más evidente que, sin embargo, se desata en mil direcciones, pues su prosa siempre es torrencial y se desvía en múltiples digresiones y en relatos secundarios que se presentan con un brillante tratamiento narrativo.
Todas las ramificaciones de la trama tienen como objetivo buscar el sentido oculto de una novela total que cuenta con un final enigmático. Cărtărescu no ahorra recursos literarios, y el argumento avanza de manera desbordante, caudalosa, repleta de meandros literarios que transcurren en parte en el mundo amoral y violento de los piratas, que configura la personalidad y la escala de valores del futuro Theodoros, protagonista de “terribles maldades, injusticias, arbitrariedades, asesinatos, violaciones y torturas”.
Que nadie busque en esta novela una historia convencional ni un estilo realista, pues la prosa de Cărtărescu, barroca, sensual y manierista, se detiene morosamente en matizar todo lo matizable y en ofrecer una ensalada de detalles que proceden también de una exhaustiva documentación histórica. Aunque sigue habiendo pasajes oníricos, sorprendentes y fantásticos, que son una de las señas de identidad del estilo de este autor, no son tan abundantes y desconcertantes como en sus otras novelas, y la trama se puede seguir más o menos bien, a pesar de la desmedida acumulación de personajes, divagaciones e información que contienen algunos capítulos.
Claramente, estamos ante un escritor peculiar, de gran prestigio internacional, aspirante al Nobel en los últimos años y que ya ha obtenido los premios más importantes de la literatura europea. Cărtărescu es capaz de destrozar por elevación los límites de la ficción y de proponer una nueva manera literaria de captar y entender el mundo.