Sócrates nos aleccionó de una verdad tan irónica que el presuntuoso ni la atisba: a medida que nos adentramos en un ámbito de conocimiento, sus confines se desplazan, como la línea del horizonte. Por eso, el ateniense, que era sabio, llegó a la conclusión de que no sabía gran cosa. El fatuo, que sabe una, cree atesorar infinita ciencia.
Puede venir bien recordar lo dicho por el maestro de Platón cuando parece que no ha existido momento histórico con tanto conocimiento acumulado y disponible como el que ahora disfrutamos, lo cual sería envidiable si no fuera cierto que tampoco ha habido época que haga de este un uso menos intensivo o tan superficial. Porque una cosa es la información, los datos, los bytes, y otra distinta el saber, al igual …
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