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Reducción y combate del animal humano

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2014)

Nº PÁGINAS172 págs.

PRECIO PAPEL19,90 €

PRECIO DIGITAL9,99 €


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 19/15

Buena parte de los filósofos españoles que colaboran periódicamente en los medios de comunicación comparten el afán por defender al ser humano frente a las nuevas amenazas que se ciernen sobre su dignidad. Eso no quiere decir que todos ellos coincidan en las bases de su pensamiento, ni en el alcance de esa defensa. Víctor Gómez Pin (Barcelona, 1944), Catedrático de Filosofía en la Universitat de Barcelona, pertenece a esa nómina de defensores de la dignidad del ser humano. En El hombre, un animal singular (2005) y Entre lobos y autómatas. La causa del hombre (2006) subrayó tanto el carácter excepcional del ser humano con relación al resto de los animales, como el error de pensar que la inteligencia artificial servía de modelo para explicar la inteligencia humana. Posteriormente, en Filosofía. Interrogaciones que a todos conciernen (2008) presentó una sólida de la defensa de la filosofía como necesidad primaria del ser humano.

El libro que ahora comentamos profundiza en la defensa de la dignidad humana urgido por la convicción de que “la humanidad está hoy radicalmente amenazada, no tanto de desaparición, como de imposibilidad de vivir en conformidad a lo que constituye su esencia”. Denuncia los intentos de mutilar tanto la capacidad de pensar por uno mismo como de ejercer la libertad. Esa domesticación del humano se lleva a cabo mediante una perversa concepción de la educación y del trabajo.

Entiende que la educación actual se ha convertido en un eficaz “instrumento de doma” que, en lugar de contribuir al desarrollo de las capacidades específicamente humanas (y de modo especial a la búsqueda del sentido de la existencia), logra reducir a los jóvenes a la condición de “generadores de renta” (Martha Nussbaum) compitiendo continuamente unos con otros. Lo importante deja de ser la realización de la humanidad en la propia persona mediante el ejercicio de la razón y la palabra y queda reducido al logro de la mera subsistencia.

La vida, entonces, no es más que trabajo sin sentido; lucha por ese bien escaso del trabajo, en la que nuestros iguales son percibidos como enemigos; y consumo compulsivo. Así las cosas, el animal humano ya no es capaz de advertir que el infierno no son los otros sino el dios del dinero al que todo y todos se inmolan.

Gómez Pin está convencido de que lo específico del ser humano, lo que le hace excepcional frente a todos los demás, es su capacidad de pensar y de fraternidad. Un ejercicio sistemático de la violencia contra su naturaleza ha logrado la atrofia de esas capacidades y la completa domesticación del animal humano. En la medida en que, como trata de hacer él en el libro, se identifiquen las causas de esa violencia y se combatan, se logrará “vivificar el rescoldo de nuestra apagada naturaleza”.

Llama la atención que quien reconoce que lo más importante en el ser humano es que la carne se hizo palabra no se plantee siquiera dialogar con la religión que afirma que la Palabra se hizo carne. Al contrario, las muy escasas referencias al Evangelio o a la Iglesia católica resultan impropias de quien trata de comprender sin sesgos la totalidad de lo real. A pesar de ello, el análisis de las causas que llevan a la reducción del animal humano y la apelación a combatirlas resultan lúcidas y persuasivas.

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