Julio Camba (1884-1962) fue uno de los mejores periodistas españoles de la primera mitad del pasado siglo XX. Nacido en Galicia, en 1903 se instaló en Madrid, tras una agitada estancia en Argentina, de donde fue echado por anarquista revolucionario. Comenzó colaborando en la prensa más radical; incluso fundó su propia revista anarquista, El Rebelde. Al poco tiempo, ya era un periodista famoso de Madrid. Escribió en El País, El Mundo, La Correspondencia de España, La Tribuna, ABC, El Sol…
Julio Camba fichó por el diario ABC en 1913, cuando ya era un prestigioso columnista. La colaboración duró hasta su muerte, aunque también escribió para otros periódicos y revistas. La mayoría de sus libros contienen los artículos que publicó en estos medios. Algunos están dedicados a sus aficiones gastronómicas; otros, a describir a su manera la realidad presente, y otros muchos a sus viajes, pues Camba fue corresponsal de prensa en Estambul, Berlín, París, Londres, Nueva York, Roma, Lisboa…
Nueva York compila colaboraciones escritas para el diario ABC. En concreto, recoge dos libros ya publicados: Un año en el otro mundo, donde aparecen los artículos que escribió cuando estuvo como corresponsal en Nueva York en 1916; y La ciudad automática, que reúne los que escribió durante una nueva estancia en la década de los treinta. Curiosamente, la relación de Camba con Nueva York era contradictoria: “Me paso la vida acechando la menor oportunidad para venir aquí, llego, y en el acto me siento poseído de una indignación terrible contra todo. Nueva York es una ciudad que me irrita, pero que me atrae de modo irresistible”.
Los arranques de los artículos suelen ser originales observaciones personales sobre multitud de temas, la mayoría sin importancia, sobre los que aplica su agudeza e ironía diáfanas en unos textos breves, transparentes y rápidos con los que cala en la mentalidad y el espíritu de Nueva York, ciudad que “ama el peligro y adora la catástrofe”. Para Camba, que en su segundo viaje llegó a Nueva York en plena crisis económica, estamos ante una desmedida y estridente ciudad que vive instalada de modo absoluto en el presente y tan cosmopolita que allí “no puede ser extranjero nadie”. Ve muchas cosas novedosas e interesantes, pero también critica “el carácter mecánico de la vida en América”, especializada en producir mercancías y hasta hombres en serie.
Se consideraba discípulo de Azorín y de Pío Baroja, escritores con los que mantuvo una intensa amistad, lo mismo que con Valle-Inclán, Rubén Darío (con el que coincidió en París) y Ortega y Gasset. Su anarquismo inicial derivó en un individualismo aristocrático y egoísta. Amante de la buena mesa, se dijo de él que tenía mejor despensa que biblioteca.
Sorprende que en la crisis actual del periodismo se estén recuperando los artículos y crónicas no solo de Julio Camba sino también de Manuel Chaves Nogales, Gaziel, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Wenceslao Fernández Flórez, César González Ruano y otros escritores que brillaron con sus colaboraciones periodísticas antes y después de la Guerra Civil española.