Juaristi aborda con desparpajo y sobrados conocimientos el encargo recibido de la Fundación Juan March, que quiere realizar una serie de buenas biografías. Juaristi se disculpa y se justifica: hace lo que quiere, sabiendo perfectamente lo que hace. No en vano conoce muy bien al biografiado, su contexto histórico y social, y es vasco; tema nada baladí en la vida de Unamuno ni en la de Juaristi.
La primera mitad de la vida de Unamuno se trata con más detenimiento que la segunda. Juaristi lo explica casi con desfachatez: porque conoce mejor el XIX, porque las biografías anteriores han abundado más en la otra mitad y por su propia percepción del tiempo. De la niñez y juventud de Unamuno tenemos sobre todo el retrato de sus antepasados y el del Bilbao de finales de siglo. Juaristi parece que se regocija en su descripción de la ciudad, de los vascos, de su lengua y de la familia del biografiado. Los extensos conocimientos de Juaristi hacen que esta biografía sea seria, intensa y quizá complementaria de las anteriores. El autor da por supuesto que ya se conoce a Unamuno y su época, cita otros estudios y los confronta entre sí y con su propio parecer. Trata ciertos asuntos minuciosamente y despacha otros con desenvoltura.
Resulta llamativo el lenguaje de Juaristi, que usa de lo riguroso, preciso, culto, y a la vez de modismos, vulgarismos y expresiones populares. Las frases, largas y densas, pueden concluir con un giro satírico o socarrón. También por esto, la biografía que entrega Juaristi se sale de los cánones habituales del género. Pero como toda buena biografía, permite comprender al protagonista presentando los personajes que le rodearon y las circunstancias culturales, históricas y políticas. Y las de Unamuno son de un momento importante para España y una lección de historia para el lector.