Memoria y ficción en las letras españolas de trasguerra

CEU San Pablo.
Madrid (2012).
95 págs.
12 €.

De un tiempo para acá viene reclamándose que se reescriba la historia literaria de España después de la Guerra Civil. No todo pudo ser un “páramo cultural”: ni se fueron todos los escritores al exilio, ni los jóvenes partían de la nada absoluta por muy duros que fueran el aislamiento internacional y la censura franquista. Ciertamente una de las dos España dejó de contar por unas décadas, pero eso no quiere decir que la otra estuviera integrada exclusivamente por bárbaros ignorantes.

No obstante, todavía quedan muchos mitos y prejuicios que demoler hasta llegar a una visión menos parcial de lo que fueron las cosas en el ámbito cultural. Este nuevo ensayo de Aquilino Duque pretende reivindicar la obra de siete notables figuras de esa orilla católica y conservadora hoy marginada por la mayoría de los manuales e historias al uso.

En el prólogo el autor renuncia a dar un capítulo a Cela, en parte porque –según él– no lo necesita, en parte porque –me parece– nuestro Nobel se sale del aire de familia que tienen los autores tratados: José María Pemán, Rafael Sánchez Mazas, Wenceslao Fernández Florez, Ramón Gómez de la Serna, los hermanos Villalonga y Vicente Risco. El naturalismo tremendista de Cela está muy lejos de cualquiera de ellos. Pero esto no quiere decir que la estatura literaria de cualquier miembro de esta serie no sea de consideración. Las semblanzas de otras obras hoy preteridas (Rosa Krüger, Miss Giacomini o La puerta de paja) invitan al lector a buscarlas y disfrutar de un pasado literario injustamente desconocido.

El elogio más discreto que se puede dar del estilo de Aquilino Duque es su brillantez. Con una gracia y una desenvoltura amenísimas, el libro va repasando hechos y textos, al mismo tiempo que reclama con tono desafiante una relectura menos tópica de nuestro pasado.

Así, se nos recuerda que el exilio, por ejemplo, no produjo novelas de la talla de La familia de Pascual Duarte o El bosque animado; o que los problemas y malas interpretaciones políticas podían darse también en el seno del régimen; o que la posibilidad de una novela “católica” en España no era asimilable a la que se dio en Francia o Inglaterra, donde el cristianismo intelectual era minoritario y problemático. Las anécdotas suceden a las interpretaciones, porque este no es un libro académico sino un ensayo personal en el que el autor, novelista y poeta al fin, interrumpe su discurso para gastar una broma, se enfada con las opiniones políticamente correctas y, sobre todo, dialoga con sus colegas y maestros, a algunos de los cuales conoció de cerca.

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