Considerado uno de los filósofos y ensayistas más originales de hoy día, Jorge Freire mantiene una activa presencia en diferentes medios de comunicación. Además, es autor de varios ensayos, como Hazte quien eres o La banalidad del bien (2023), así como de una biografía de Edith Wharton, que también aparece en Los extrañados. Este es un ameno ensayo literario en torno a las vidas de cuatro escritores del siglo XX unidos por lo que Freire llama el extrañamiento: todos tuvieron unos itinerarios peculiares y se sintieron fuera de lugar.
Los cuatro extrañados son P.G. Wodehouse (1881-1975), José Bergamín (1895-1983), Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) y Edith Wharton (1862-1937). Desde la perspectiva del desencuentro de cada uno con su tiempo, Freire reconstruye lo más interesante de sus biografías, nada convencionales. Y lo hace con un estilo plástico, dinámico, muy ameno, repleto de hallazgos estilísticos y de perspicaces y agudas observaciones literarias sobre sus obras y los momentos que les tocó vivir.
En el caso de P.G. Wodehouse, muestra cómo uno de los escritores más populares de Inglaterra acabó sus días exiliado en Estados Unidos tras ser acusado de colaboracionista durante la Segunda Guerra Mundial. Wodehouse, bastante despistado políticamente, accedió a participar en unos programas radiofónicos que se emitieron para Estados Unidos y que provocaron mucha polémica en su país natal.
Otro personaje que tuvo una vida nada convencional fue José Bergamín, perteneciente a la Generación del 27 y conocido durante la II República por su obra literaria y su implicación en movimientos culturales. Al finalizar la guerra, se exilió hasta que regresó a España en los últimos años del franquismo. En esas décadas, su radicalismo ideológico fue acercándole cada vez más a los independentistas abertzales vascos.
Vicente Blasco Ibáñez fue republicano, antimonárquico y anticlerical. Su rechazo a la política española del momento le llevó a pasar largas temporadas fuera del país. Consiguió ser un escritor de éxito en el extranjero, especialmente gracias a las ventas de su novela Los cuatro jinetes del apocalipsis. Acabó sus días en una impresionante casa en Menton, en la Costa Azul francesa.
Wharton también vivió la mayor parte de su vida desubicada. Literariamente, acertó a mostrar el auge de los nuevos ricos en la alta sociedad norteamericana y la progresiva agonía de unos modos de vida aristocráticos. Se salvó de sus tsunamis emocionales gracias a su exilio doméstico, donde preservó su vocación como escritora.
Vidas y destinos que se salen del guion de la historia. Ninguno de los cuatro escritores consiguió pertenecer del todo su época, y todos, con sus insólitas biografías, provocaron un sonado desencuentro con lo que quizás se esperaba de ellos.