Konstantín Paustovski (1892-1968) fue un escritor ruso muy famoso en los años de la URSS. En general, apenas tuvo problemas para publicar sus libros y no sufrió ninguna represión. Su novela más destacada, La bahía de Kara-Gogaz, de 1932, fue escrita por encargo del régimen soviético para ensalzar la eficacia de las faraónicas obras hidráulicas que se estaban realizando en la época de Stalin. En esos años, muchos otros escritores compusieron libros propagandísticos semejantes, como muy bien ha analizado el escritor holandés Frank Westerman en su original ensayo Ingenieros del alma (Siruela, 2005), cuyo arranque es precisamente esta novela de Paustovski.
Fueron sus memorias, Historia de una vida, las que dieron a Paustovski más fama y popularidad. Están formadas por seis volúmenes: el primero de ellos, Los años lejanos, se publicó en 1946, y el último, en 1963. Trotalibros Editorial ha anunciado la publicación escalonada de toda la obra.
Los libros de memorias no fueron un género muy bien visto por las autoridades comunistas durante la época de Stalin, pues el relato real de los hechos no encajaba con lo que ellos pensaban que debían ser los objetivos del “realismo socialista”: una idealización del mundo del trabajo y de la sociedad comunista. A la muerte de Stalin se abrió algo la mano en la censura y comenzaron a publicarse algunos libros de memorias que fueron muy leídos en su tiempo. Uno de ellos fue Gente, años, vida, del polifacético y controvertido Iliá Ehrenburg (1891-1967), publicado en España por Acantilado. A las memorias de Paustovski, que recorren toda su vida y muestran de manera muy amable su trayectoria literaria y la vida en la URSS, se les achaca su silencio sobre el opresivo totalitarismo y las duras persecuciones que padecieron cientos de escritores en los años treinta.
Los años lejanos es un magnífico fresco sobre Rusia en las dos primeras décadas del siglo XX y un libro que retrata, de manera fiel y con gran calidad literaria, la infancia y la juventud del autor. La obra comienza cuando el protagonista, de diecisiete años, estudiante en el Instituto de Kiev, recibe un telegrama que le anuncia que su padre está gravemente enfermo, a punto de morir. Este suceso es el disparadero de los recuerdos que va a contar el autor en este volumen hasta su último año como estudiante.
Paustovski va saltando de un recuerdo a otro, sobre los que escribe breves relatos casi independientes que abarcan muchas situaciones y momentos. Hay divertidos retratos de sus abuelos, algunos traumas infantiles, también sucesos dramáticos. Salen viajes, encuentros con familiares. Se describe la ruptura de sus padres y los muchos momentos de crisis que atravesaron Kóstik, sus hermanos y su madre: “Nos quedamos solos. La desgracia cayó sobre nuestra familia”. Son muy amenos lo numerosos pasajes dedicados a la vida en el colegio y después en el instituto, con inteligentes comentarios sobre la importancia de la literatura y el aprendizaje de idiomas (especialmente el latín y el francés), junto con anécdotas a propósito de algunas trastadas y gamberradas propias del mundo escolar. Y el primer amor. Como telón de fondo de las memorias, el enrarecimiento de la vida política en el país, con el auge de las ideas revolucionarias.
Hay muchos pasajes dedicados a la vida rural, como cuando vivió una temporada con sus tíos, en un lugar de la Rusia central, de la que dice: “No conozco un país con un lirismo tan poderoso, con una tipicidad tan conmovedora, con toda su tristeza, serenidad e inmensidad. La magnitud de este amor es difícil de medir”. Este primer volumen de su autobiografía resulta entrañable y muy ameno.