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Las llagas y los colores del mundo

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALConversaciones literarias con José Jiménez Lozano

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2011)

Nº PÁGINAS168 págs.

PRECIO PAPEL21 €

PRECIO DIGITAL9,99 €

Dentro de los diversos géneros literarios, casi ninguno puede parecer tan menor al lector moderno como el de los libros de conversaciones, y, sin embargo, pocos tienen una genealogía tan ilustre. Los que recogen reposadas charlas intelectuales proceden de los diálogos platónicos, y brillaron con esplendor en el Renacimiento. En el caso de los libros de conversaciones de José Jiménez Lozano (Langa, Ávila, 1930), narrador, poeta y ensayista, premio Cervantes de 2002, se trata de una descendencia directa, no porque estemos ante una suerte de tratado filosófico, sino por la cordialidad de los contertulios, por la gravedad de los temas que van saliendo, por el humor y la ironía que los acompañan, por el permanente compromiso con la verdad y por la implicación personal del escritor castellano en cada una de sus palabras.

En Las llagas y los colores del mundo, además, Jiménez Lozano se encuentra con una interlocutora discreta pero extraordinaria. La profesora Guadalupe Arbona es incisivamente inteligente, una gran lectora, una profunda conocedora de la obra del escritor y una perspicaz oyente.

El resultado, por tanto, no deja nada que desear. El volumen sigue el hilo conductor de los distintos libros de narraciones publicados por Jiménez Lozano, con un capítulo o conversación para cada uno de ellos. Eso permite tres lecturas diversas: usar cada capítulo como introducción o prólogo de su correspondiente libro de relatos; remitirse al recuerdo que se tenga de aquellas narraciones; o leerlo como un libro autónomo. Las tres lecturas son fecundas y complementarias, pero conste que como libro autónomo Las llagas y los colores del mundo funciona de maravilla. Puede usarse, de hecho, como puerta de entrada a Jiménez Lozano. Ya el título es especialmente esclarecedor del mundo de un escritor que sabe mirar, sin engañarse ni engañarnos, tanto las miserias, las fragilidades, el dolor y la muerte, como la intensa belleza que tiene la realidad.

Pero no deja por ello de ser un libro coral. Arbona y Jiménez Lozano no charlan solos ni solo sobre sí mismos ni nada más que con la voz narrativa de los cuentos. Sobre todo, recuerdan, escuchan e interpretan las palabras de otros muchos pensadores y escritores. Al diálogo se invita, de Platón abajo, a todos. Especial presencia tienen, naturalmente, los que Jiménez Lozano considera su familia o sus amigos, y a los que trata como tales: Cervantes, Kierkegaard, Pascal, Flannery O’Connor, Nadezhda Mandelstam, Faulkner, Lévinas… Destaca su interés por subrayar la importancia de la Biblia, como escritura sagrada desde luego, pero a la vez en su carácter literario, que “también nos concierne, y de manera eminencial porque sus narraciones son paradigmáticamente singulares de lo que debe ser una narración”.

A tal extremo llega la atención admirada y agradecida que ambos prestan a sus invitados de honor que se llega a sospechar que uno está leyendo un libro dedicado a ellos, en el que Jiménez Lozano y Guadalupe Arbona dan un impagable ejemplo de cómo se debe escuchar a los maestros. En esa línea, dice Jiménez Lozano hablando de un ensayo que publicó sobre Dostoievski: “es como las gracias que le doy”. Pero en cualquier momento, cuando menos se espera, una reflexión hecha sin levantar la voz, como al socaire de las palabras de otro, nos recuerda que el autor abulense no es sólo un lector especialmente cualificado, sino, igual que esos amigos suyos y ya nuestros, un maestro del alma.

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