Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) se dio a conocer con su debut literario Intemperie, que alcanzó gran éxito de crítica y público además de numerosos premios. Regresa ahora con La tierra que pisamos, una ucronía ambientada en España a comienzos del siglo XX.
El país ha sido dominado por un vasto y cruel imperio. En un pueblo extremeño vive Josif, sanguinario militar, ya retirado y en estado terminal. Le cuida su esposa, Eva Holmann, auténtico eje psicológico del libro. Es una mujer de sentimientos ambiguos que navega entre la compasión y la agresividad, que atiende a su marido por obligación y vive con el agravante de haber perdido a un hijo soldado. Solo le acompañan un perro y una yegua.
Un día, Eva descubre que en su huerta hay un extraño. Está herido, apenas habla, dice llamarse Leva y tener familia. A partir de aquí arranca la historia, siempre narrada a través de la voz femenina, que reconstruye o imagina la trayectoria de Leva: un relato de vejaciones que sugiere la estancia en un campo de concentración. Sin ningún detalle identificable y con la presencia de una violencia latente, el lector puede atisbar huellas de los nazis, de la Guerra Civil Española o de la Segunda Guerra Mundial.
Eva, atemorizada por la aparición del intruso, no tiene más remedio que informar a la autoridad. Comienza entonces una segunda parte en la que se desencadena la brutalidad y que deriva en la detención de Leva. Estas páginas están esculpidas a golpes con un crudo realismo que Carrasco intenta dulcificar a veces con acentos líricos. La acción, situada en Tierra de Baños (Extremadura), es un espléndido marco, ya que el hosco paisaje es un personaje más que acompaña a sus protagonistas en la desolación.
Novela técnicamente muy elaborada y con una clara intencionalidad. Carrasco denuncia la violencia programada que aniquila al individuo, descrita con una expresividad que en ocasiones roza el tremendismo y no deja hueco a la esperanza. Novela dura, en la que la barbarie se refleja sin matizar y cuyo mejor elemento es un lenguaje sobrio, desprovisto de artificios, que descubren a un escritor con un gran dominio del castellano. Quizá, el prolijo trabajo concedido a la construcción argumental vaya en detrimento de la espontaneidad salvaje presente en Intemperie, pero no cabe duda que estamos ante un autor con gran respeto hacia la literatura con mayúsculas.