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La guerra futura

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThe Future of War. A History.

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2019)

Nº PÁGINAS592 págs.

PRECIO PAPEL24,90 €

PRECIO DIGITAL14,99 €

GÉNERO

La guerra futura, del historiador militar británico Lawrence Freedman, decano de los analistas estratégicos en su país, no es de esos ensayos escritos por quienes suponen que el futuro se puede predecir mediante el cálculo de probabilidades o la estadística comparada. De hecho, el futuro solo ocupa en su libro apenas un breve capítulo final.

En Freedman se unen erudición y sencillez. Por ejemplo, afirma que las guerras se originan, principalmente, porque quienes las empiezan están convencidos de que pueden ganarlas. Quizás esto estaba más justificado en los tiempos de predominio de las guerras interestatales. En nuestros días, ganar una guerra es una tarea compleja, porque las clásicas batallas han sido sustituidas por la violencia endémica e incontrolada.

Fue en el período previo a la I Guerra Mundial cuando los estrategas pensaron que las guerras serían cortas y rápidas, tal y como había sido la franco-prusiana de 1870, pero se cumplió el pronóstico del banquero judío-polaco Ivan Bloch, que predijo en 1898 la guerra de trincheras, en la que serían igual de mortíferos el hambre, la crisis económica y la quiebra de las estructuras sociales existentes.

La idea del golpe decisivo seguía vigente en los inicios del segundo conflicto mundial, cuando se creyó que el vencedor sería el que atacara por sorpresa. Pero los desenlaces del ataque a Pearl Harbor y la invasión de la URSS demostraron que eso era falso. Incluso en plena Guerra Fría, algunos seguían creyendo en la eficacia del primer ataque nuclear, aunque, afortunadamente para la humanidad, nadie lo puso en práctica.

La segunda parte del libro recuerda que la posguerra fría ha estado marcada por el espejismo del fin de la historia. No es extraño que se sustituyeran las enseñanzas históricas por el análisis de datos en el campo de la estrategia. Esta circunstancia coincidió con el predominio de la concepción kantiana de la paz, según la cual las democracias no se hacen la guerra, pero eso no implica, advierte Freedman, que sean más pacíficas. En cualquier caso, fue un grave error considerar que la paz existente en Europa occidental, fenómeno sorprendente desde 1945, podía ser injertada en otros lugares del planeta. Proliferaron, por el contrario, las guerras civiles (ver Aceprensa, 12-09-2018), en las que las victorias empezaron a brillar por su ausencia, y en las que era frecuente la participación de organizaciones criminales. Se transformaron en guerras de desgaste de una inusitada crueldad. La fiebre intervencionista de las potencias occidentales, triunfante en Kuwait y en Bosnia Herzegovina, demostró después sus limitaciones en Afganistán, Irak y Libia.

El historiador británico también estudia las llamadas guerras híbridas, en las que desaparecen los límites entre el militar y el guerrillero, y la ciberguerra, de cuya eficacia duda, a pesar de reconocer su potencia subversiva. Su escepticismo se hace extensivo al empleo de robots y drones, que contribuyen a debilitar al enemigo, aunque no necesariamente a vencerlo. En definitiva, no cree en el culto ciego a la tecnología, pues en la historia siempre hace irrupción lo inesperado y los medios técnicos pueden terminar fallando.

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