Antes de recalar en el diario ABC, donde ahora escribe desde Washington, David Alandete fue corresponsal de El País en Estados Unidos y Oriente Próximo, y finalmente director adjunto de ese mismo diario. Estuvo en el puesto de 2014 a 2018, años clave en el proceso de digitalización de la emblemática cabecera. Y en esos cuatro años también, gracias en parte a su labor de representación como directivo de El País, empezó a especializarse en cuestiones de desinformación y campañas de desestabilización de regímenes democráticos.
Cuando la crisis independentista catalana estalló, y a raíz especialmente del referéndum del 1 de octubre de 2017, Alandete comenzó a investigar más seriamente en las conexiones entre el gobierno ruso y los defensores de la independencia catalana, una relación que a más de uno –confieso mi pecado– nos pareció marciana y fruto de una mente conspiratoria que, por otra parte, nos extrañaba en un periodista serio.
Solo unos meses más tarde, casi nadie duda de las turbias relaciones que establece el gobierno de Putin con cualquier movimiento desestabilizador que asome la patita. Las relaciones de Rusia con los populismos de un signo y su contrario empiezan a ser ampliamente documentadas y más de un héroe de la libertad de prensa –léase Julian Assange, con quien el periodista español tiene una íntima enemistad– se ha quitado la careta (otros hablarán de evolución).
Y, sobre todo, los ciudadanos somos cada vez más conscientes de que la desinformación no es algo que ocurra allá lejos, donde gobiernan los tiranos, sino que puede ocurrir en nuestro propio bolsillo… exactamente donde llevamos el móvil.
Fake news: las nuevas armas de destrucción masiva es un interesante ensayo con decenas de ejemplos sobre cómo la desinformación es un fenómeno desgraciadamente más cercano de lo que pensamos. Aunque el libro se centra especialmente en el llamado proceso catalán, hay otros temas que ilustran también que no estamos ante un hecho aislado. Escrito con una prosa ágil, multitud de datos, nombres y referencias, y absolutamente pegado a la actualidad política –a modo de reportaje periodístico–, es uno de esos libros que se consume con rapidez y deja un interesante poso para mirar la información periodística que recibimos a diario con unos ojos mucho más críticos.