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En tierras de Boko Haram

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNSalamanca (2016)

Nº PÁGINAS267 págs.

PRECIO PAPEL18 €

Que un terrorista lo detenga a uno en un punto de control, le pregunte por su fe y le conmine a cambiar de religión si la respuesta no le gusta –toda aquella que no sea “soy musulmán” le molestará– puede resultar bastante fuera de lugar. Que el aludido se niegue a hacerlo y que, acto seguido, reciba en su cuerpo una ráfaga de plomo, es directamente el triunfo del fanatismo más irracional del mundo.

Lo anterior puede pasar en una carretera de Nigeria si el punto de control está en manos, no de las fuerzas del orden, sino del grupo yihadista Boko Haram. Y ha sucedido. El periodista Fernando de Haro ha recogido testimonios de este tipo y los ha plasmado en su volumen En tierras de Boko Haram, un relato de algunos acontecimientos relacionados con la actuación de ese grupo criminal, cuyos orígenes están ligados en buena medida a la rampante corrupción de las élites, a los intereses de los políticos y al atraso al que están sometidas las grandes mayorías en un país que, paradójicamente, está en el top 20 del consumo mundial de champán y en el que viven más multimillonarios que en el resto del continente.

De Haro ha ido a Nigeria a interesarse por la suerte de los seguidores de Cristo, frecuentemente golpeados por la brutalidad de la mencionada organización terrorista, así como por los manejos de determinados grupos de poder que en determinados momentos han querido imponer la sharia, la ley islámica, como vía para controlar a la población cristiana. Ha escuchado a los testigos y a los afectados por los choques que ha traído esa arbitrariedad, y también a los que han estado en la diana de las acciones de Boko Haram, cuya mortífera presencia atrajo la atención mediática en la primavera de 2014, cuando secuestraron a cientos de chicas en la localidad de Chibok. El hecho derivó en una enorme campaña planetaria para lograr su liberación, que aún no se ha alcanzado en su totalidad.

El periodista nos ofrece además algunos datos de interés sobre el origen del fenómeno. Explica cómo el grupo ha transitado de tener una proyección filantrópica en los años 90, a tomar las armas en 2009, luego de que su líder fundador, Mohammed Yusuf, resultara asesinado, y después a sumarse a la yihad global en 2011; una transformación que ha convertido en peligrosos criminales a los que antes eran simples fanáticos –“nosotros creemos que la lluvia es una creación de Dios y no el resultado de la evaporación y la condensación; lo mismo se puede decir cuando se habla del mundo como una esfera. Eso es contrario a la enseñanza de Alá”, solía predicar Yusuf–.

Con estos cardos sembrados en la mente y con un AK-47 al hombro, los de Boko Haram no encuentran gran problema para hacer reclutas entre las amplias masas pobres, escasamente educadas –es bastante común la percepción de que los chicos que asisten a la escuela son “perezosos”–. Los terroristas, además, pagan bien: unos 500 euros al mes, bastante más que el salario mínimo local de 90 euros.

Es esta la fuerza cuyos embates soportan hasta hoy los cristianos nigerianos, sean católicos o protestantes. Boko Haram va contra todos. Contra la cruz, en definitiva, y el Estado no hace demasiado por impedirlo, como tampoco las comunidades islámicas, que tras los atentados o crímenes se apresuran a declarar que “el verdadero islam ama la paz”.

Para grave advertencia a todos los desentendidos, el autor recoge las palabras del cardenal de Abuya, John Onaiyekan: condenar el terrorismo “está bien, pero no es suficiente. No basta con asegurar que no se puede matar. Hay que actuar”.

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