En primera persona

En primera persona

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALÀ la première personne

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2020)

Nº PÁGINAS102 págs.

PRECIO PAPEL14 €

PRECIO DIGITAL9,99 €

GÉNERO

Si algo resulta balsámico para la sociedad actual son los autores que se lanzan a combatir la profunda crisis de la cultura contemporánea, tratando de recuperar la preciosa herencia intelectual occidental. Sobre todo si, como en el caso de Finkielkraut, quien lo hace explica que para luchar contra algunos de sus enemigos −por ejemplo, el fanatismo islámico− no basta un pobretón “nihilismo igualitario”.

Alain Finkielkraut es una referencia intelectual destacada y miembro de la Academia francesa. Tras algunos años sin publicar, En primera persona es una obra íntima con la que desea responder a “la intelligentsia progresista” que lo califica de reaccionario. Traza, así, su itinerario en un libro sincero por el que desfilan sin tapujos cuestiones esenciales: el amor; la cuestión judía, junto con el antisemitismo creciente; su pasión por la verdad; su pertenencia y adhesión a una cultura y a una civilización; su amor por la lengua francesa, frente a los bárbaros igualitarios; su aversión al imperio de lo técnico, que ahoga la sabiduría humanista; su crítica a “la creciente inhabitabilidad del mundo”…

Otras características valiosas recorren también estas páginas del pensador francés, además de su prosa deslumbrante y de su fabulosa erudición: de un lado, la valentía para denunciar sin falsear la verdad; de otro, la cantidad de confesiones autobiográficas que adornan el libro y lo llenan de empatía con el lector. Por último, el ingente número de personajes de gran relieve intelectual que aparecen interactuando con el escritor francés: Foucault, Barthes, Milan Kundera…

Con honradez, declara Finkielkraut que no le da miedo la polémica ni la contradicción, pero reconoce que “las vejaciones de los portavoces deshumanizados de la humanidad que sufre es algo que no puede soportar”. De este modo, el libro se cierra con una amarga queja ante lo que describe como una cierta asfixia de la vida intelectual. Pero resulta tan verdadera esa pizca de desesperanza que, con su realismo tierno, logra esperanzar a sus lectores, reclutándolos para una nueva admiración de la herencia de pensamiento en Occidente.

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