En 1994, 140 millones de personas vivían en la extrema pobreza en América Latina y un millón de niños morían antes de cumplir su primer año. Fue entonces cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se levantó en armas en Chiapas y sacudió México con un temblor de esperanza cuyo corolario, treinta años después, resulta cuando menos difuso.
Un informe del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), fechado en febrero de 2023, definía Chiapas como un “desastre”, con asesinatos, torturas, desapariciones y desplazamientos forzosos de la población, víctima de un Estado que no ha cesado de alentar la contrainsurgencia y los abusos de los paramilitares. Desde luego, la clase política no sale bien parada en este trabajo, por el que el reportero y cineasta Diego Enrique Osorno ha recibido el premio Anagrama de crónica.
El punto de partida (y de llegada) es una larga travesía marítima organizada por el EZLN en 2021 para conectar los pueblos de México, Europa y el mundo. Invitado por los zapatistas, Osorno fue uno de los expedicionarios que desembarcaron en la bahía de Bayona (Pontevedra) tras cincuenta días de navegación, una “odisea” tal vez más simbólica y voluntarista que efectiva.
La Montaña era el nombre del velero, y las montañas del sureste mexicano son el eje de acción de los insurgentes. Alguno tan conocido como el subcomandante Marcos, que hoy atiende al nombre de Galeano por un zapatista asesinado en 2014. Marcos es, en palabras del autor, “una especie de Andy Warhol capaz de transformar la lucha guerrillera en algo espectacular”.
Osorno lo entrevista, al igual que al subcomandante Moisés, cabeza hoy del EZLN. En la segunda parte del libro, ambos hacen balance de la historia del movimiento y su trastienda; y sus voces se mezclan, ya en la tercera, con las de los delegados designados por la organización para ese viaje europeo, indígenas de diferentes grupos étnicos.
La degradación de Chiapas tampoco parece tener fin, y, aun así, la utopía persiste entre los hijos y nietos de los guerrilleros que se plantaron contra la desigualdad y los efectos de la globalización en 1994. Crónica de aquella rebelión reprimida y de un viaje a ninguna parte, este libro, muy bien documentado, constituye una respetuosa reflexión sobre el peso de la comunidad y el contrapeso de la violencia, que siempre acaba por romper el equilibrio.