Quinta novela de Ildefonso Falcones, autor de grandes éxitos como La catedral del mar, La mano de Fátima o La reina descalza. El escritor catalán repite fórmula en El pintor de almas, que transcurre en la Barcelona de principios del siglo XX. La novela tiene como momento álgido los violentos sucesos de la Semana Trágica (1909).
Dalmau es pintor en un taller de cerámica y empieza a ser reconocido en los círculos artísticos de la ciudad. Emma, su novia, trabaja de cocinera en un restaurante y está muy implicada en la lucha obrera y el feminismo. Aunque comparten ideas de fondo, viven de manera distinta. Mientras él se aproxima a la burguesía que tanto detesta, ella participa cada vez más en la política y llega a ser una brillante oradora en las filas del Partido Radical, de Alejandro Lerroux. Circunstancias personales y políticas les llevan a separarse, pero luego empieza una lenta y progresiva reconciliación.
El ambiente social es revolucionario y, a la vez, se vive un momento de ebullición artística en la pintura y la arquitectura, con la irrupción en Cataluña del movimiento modernista, aunque este aspecto tiene un lugar secundario en la trama.
La narración se centra exclusivamente en el punto de vista de la familia protagonista, de fuertes convicciones anarquistas y enemiga visceral de las ideas conservadoras. La ideología anarquista aparece siempre idealizada, bajo la forma de un compromiso inequívoco con la justicia y pese a ser ser vehículo –en la novela– del odio radical a la Iglesia católica, presentada como la culpable de todas las injusticias que padecen los obreros.
La novela abunda en las aventuras políticas y artísticas de Dalmau; su caída en la bohemia más absoluta y la adicción a las drogas; sus relaciones sexuales con varias mujeres, que salpican toda la novela; su participación en la Semana Trágica… Emma, por su parte, enemiga férrea de la labor del catolicismo con las mujeres, destaca por su compromiso social y político en un momento en que las mujeres ocupaban un lugar secundario. Sin embargo, no se libra de ser tratada como mero objeto de placer.
La trama se desarrolla apoyándose en los ingredientes de ciertos bestsellers: un redundante efectismo sentimental y un simplón maniqueísmo narrativo: todos los burgueses que aparecen son egoístas, reaccionarios, clasistas…; y los anarquistas de más peso en la novela, en cambio, destacan por su coherencia, rectitud, amor a la justicia…
El autor documenta con detalle los hechos históricos, el ambiente artístico y social de Barcelona, sus calles y barrios… Pero carga la mano en el anticlericalismo. Al adoptar un único punto de vista, que idealiza el mundo anarquista, pinta un cuadro de un solo color en el que los personajes católicos siempre salen malparados. Este maniqueísmo, que llega a ser ridículo, contamina el didactismo moral de la novela.