Maquetación 1

El observador comprometido

TÍTULO ORIGINALLe spectateur engagé

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2019)

Nº PÁGINAS448 págs.

PRECIO PAPEL28,50 €

GÉNERO

“Le contaré una anécdota que me resulta reconfortante. Pompidou me recibió una vez, a petición mía, y unos días más tarde escribí un artículo muy severo con él, relacionado con algo que ahora no recuerdo. Uno de sus consejeros le dijo: ‘Lo que ha hecho Raymond Aron no es muy elegante. ¡Lo recibe usted y él escribe ese artículo!’. Y Pompidou le respondió: ‘Nunca se puede contar con Raymond Aron’”. Que el filósofo y sociólogo francés Raymond Aron (1905-1983) se enorgulleciese de la reacción del primer ministro ante sus críticas refleja la gran libertad de pensamiento de este intelectual, que hizo del escepticismo ante el poder una de sus banderas.

El observador comprometido recoge la larga serie de entrevistas para la televisión que le realizaron dos jóvenes intelectuales, Jean-Louis Missika y Dominique Wolton, herederos del mayo del 68, que fueron editadas y corregidas dos años antes de la muerte de Aron. Para su publicación en libro fueron agrupadas en tres bloques, según las épocas de que tratan: 1930-1947, 1947-1967 y 1967-1980.

A cada uno de esos periodos, además, le corresponde un interés concreto. Las preguntas sobre el periodo en torno a la II Guerra Mundial se centran en los grandes debates ideológicos y la postura de los intelectuales, mientras el periodo de la reconstrucción de Europa trae a colación los cambios sociales en Francia y la respuesta de sus dirigentes. En el último tramo, la conversación gira en torno a los acontecimientos internacionales, dominados por las tensiones en Oriente Medio, que hicieron reflexionar a Aron sobre su condición de judío secularizado, y por la omnipresente Guerra Fría.

El debate en torno al estalinismo fue, precisamente, uno de los hitos del pensamiento aroniano. Pionero en la exposición de los crímenes totalitarios, su postura anticomunista le supuso enfrentarse a casi todos los intelectuales de la época y, a pesar de que el tiempo acabaría por confirmar sus denuncias, gran parte de la izquierda nunca pudo perdonárselo. Tras su compromiso inicial con el socialismo, no tardó en verse decepcionado por la realidad del experimento soviético, y sus informadas y cultas críticas, desde las páginas de opinión de Le Figaro o desde obras de mayor envergadura, se demostraron proféticas. Sin embargo, por el camino, perdió también la amistad con uno de sus compañeros de juventud, considerado como su epígono: Jean-Paul Sartre. Cuando Francia aún era la meca intelectual del mundo, Aron supo responder al tono monocorde de sus grandes vates –el citado Sartre, pero también Albert Camus o Maurice Merleau-Ponty– con una nota liberal y desafiante, convirtiéndose en un “insider periférico”, como le bautizó genialmente Tony Judt en El peso de la responsabilidad (1998).

Ese mismo carácter adelantado a su tiempo convirtió a Aron en un ejemplo de lo que deberían haber sido los intelectuales ya antes del hundimiento del bloque soviético; pensadores libres, no sujetos al dogmatismo de un partido o de una utopía, y capaces de influir en las élites sin dejarse seducir por el poder o el prestigio.

El formato de la entrevista resulta muy adecuado para esta suerte de evaluación global de una vida dedicada a la crítica política y a la reflexión histórica, sobre todo teniendo en cuenta el antagonismo ideológico con sus entrevistadores. Missika y Wolton se sitúan en la órbita académica del postmarxismo, y esa divergencia intelectual hace aún más interesante el libro, porque en cada una de sus preguntas se intuye un deseo de refutar, sin éxito, a su entrevistado. Con infinita claridad, Aron va sorteando las trampas que le tienden, hasta ofrecer una imagen –compleja, pero coherente– de su pensamiento, cuya independencia hizo posible que los lectores de sus libros y artículos siempre pudiesen contar con Raymond Aron.

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