El niño que perdió la guerra

El niño que perdió la guerra

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2024)

Nº PÁGINAS640 págs.

PRECIO PAPEL24,90 €

PRECIO DIGITAL12,34 €

GÉNERO

La Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial y, particularmente, las posguerras en la España de Franco y en la Unión Soviética de Stalin son los escenarios de la última novela de Julia Navarro, ambiciosa como todas las suyas y resuelta con la agilidad narrativa que caracteriza a la autora.

El niño que perdió la guerra se abre con un poema del Réquiem de Anna Ajmátova, a quien Anya, una judía casada con el comandante Borís Petrov, que se encuentra de servicio en España, sigue un día hasta la prisión de Las Cruces, en Leningrado (San Petersburgo). Anya tiene ya un hijo y el curso de la guerra en España le pondrá en los brazos a otro: Pablo. El padre de este le confía a Petrov su custodia mientras las tropas franquistas cercan a las republicanas en el invierno de 1938.

Sin embargo, los planes no salen bien: el padre de Pablo muere en el frente; la madre, Clotilde, una ilustradora que publica sus caricaturas en diversos periódicos, da con sus huesos en la cárcel, y el pequeño, lejos de los suyos, crece en un hogar que le quiere, pero bajo un régimen que no tardará en cebarse con su madre de adopción, quien ya en el primer capítulo ha dejado clara su postura: “El ‘hombre nuevo’ se asemeja a un monstruo sin alma, y la crueldad de Stalin no tiene límites”.

El tema de la novela es la libertad, que se aborda desde su opuesto, con las cárceles franquistas y el Gulag como muestras de los totalitarismos que subyugaron el siglo XX y retorcieron la identidad de individuos concretos (al fin y al cabo, ¿quién es realmente Pablo, ese niño de la guerra?) y de pueblos enteros.

De este modo, la autora explora el desarraigo y los sufrimientos que conlleva el camino para hallar las propias raíces, y, en sus más de seiscientas páginas, aborda interesantes subtramas, como las diferencias entre Clotilde y su marido o la absurdidad de la represión estalinista.

Entretenida y bien documentada, tal vez el principal defecto de El niño que perdió la guerra sea el de otras novelas históricas similares: un exceso de subrayados y obviedades, de explicaciones forzadas, que sirven para contextualizar los hechos, pero que en ocasiones llegan a chirriar.

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