el futuro de la identidax humana

El futuro de la identidad humana a debate

EDITORIAL

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2024)

Nº PÁGINAS320 págs.

PRECIO PAPEL26,50 €

PRECIO DIGITAL21,50 €

El transhumanismo posee algunas variantes. De aquí la pertinencia de este libro: congregar a distintos especialistas, centrados respectivamente en cada una de sus modalidades. El título refleja lo común a los transhumanismos, a partir de desarrollos tecnológicos pretendidamente exponenciales. Según el factor al que se confía el progreso, resultan los transhumanismos biologicistas o los cibernéticos; y con arreglo al tipo de mejoramiento que se busque, surge otra diversificación: eliminar el sufrimiento, alargar la vida, evitar el envejecimiento, insuflar avances en la inteligencia, un mayor rendimiento como especie, etc. También difieren las posturas, desde la adhesión total al proyecto hasta el rechazo por irrealizable, pasando por una conformidad matizada en otros representantes.

El término transhumanismo lo empleó por primera vez el británico Julian Huxley en 1957 en un contexto biologicista, dirigido al realce (enhance) de la especie humana mediante los mecanismos de la evolución. Sin embargo, por lo general esta evolución no se entiende como un producto natural azaroso, sino que iría guiada por unos objetivos, del tipo de los señalados y en parte ya alcanzados por medios artificiales, como los fármacos, prótasis o trasplantes. Pero hay otros más sofisticados, que rozan la ficción, de los que no se puede certificar que el resultado siga siendo un ser humano.

De entrada, nos encontramos con que la autoconciencia no se deja expresar en términos mecanicistas, como el mismo Juan Arana mostró en su libro La conciencia inexplicada; y tampoco el libre albedrío, como ha opuesto J.R. Lucas. Y en referencia a otros presuntos logros, como la inmortalidad o la ausencia de todo dolor, en el caso de que dejaran de ser utópicos, plantean el interrogante sobre si lo así obtenido pertenece a la especie humana. El término singularidad, usado por Raymond Kurzweil para semejantes especímenes, denota no poca perplejidad al respecto.

La tarea de verter en el cerebro humano los dispositivos algoritmizados de una inteligencia artificial que supera con creces a la inteligencia común, no solo es fantasioso, sino que equipara los trabajos de la memoria, la imaginación y el entendimiento a los cálculos de una programadora, pasando por alto toda diferencia cualitativa. Está por medio el problema de la identidad humana. Por ejemplo, un recuerdo no es simplemente un dato almacenable, sino un saber indirecto u oblicuo acerca de alguien que es, a la vez, el que recuerda y aquel de quien recuerda. De ahí la oportunidad de esta obra colectiva, que aborda los desafíos que representa el transhumanismo.

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