El duelo es un tiempo, un espacio también, que en muchas culturas y civilizaciones se protegía o quizás se imponía también a través de una serie de usos sociales. Así ocurría en España hasta hace no mucho. Se respetaba más una pena que estaba presente. No había tanta prisa como hoy es evidente que hay y que se expresa de muchos modos a menudo bien intencionados: “tienes que salir”, “el tiempo todo lo cura”, “anímate”. De igual modo en que la muerte es hoy ocultada, el gran tabú, nuestro dolor ante ella tiene un espacio mucho más chico, vergonzoso a veces, entierro y funeral y poco más. Este libro será una gran ayuda para todos los que viven el dolor de una pérdida y necesitan un poco de humanidad a su lado. Se sentirán comprendidos y escuchados.
Los autores están ligados al Centro de Escucha San Camilo especializado en duelo. José Carlos Bermejo fue su fundador y Consuelo Santamaría es voluntaria, además de ser el primero Director del Centro de Humanización de dicha orden y la segunda profesora en dicho centro. Ambos tienen una amplia formación en lo que los americanos denominan counseling, apoyo a las personas en la prevención y atención de crisis vitales. Este libro es fruto de su experiencia y su mirada humana sobre un tema a menudo olvidado o minimizado en ciertas sociedades desarrolladas.
Todo duelo es personal, según explican los autores, y demanda un tiempo y un ritmo propios. Hay algunos que se atascan por circunstancias diversas, y muchos que, incluso, no se hacen, simplemente se aparcan o se entierran con quien murió. La muerte de un niño, una orfandad temprana, un suicidio o un aborto son muertes que implican duelos, en general, más complicados. Pero también hay otros casos: cuando no se permite hablar de la muerte, se niega que alguien se nos va, se nos arrebata la posibilidad de decir adiós con amor y calma, de perdonar y ser perdonados. Quizás hoy tenemos duelos peores, porque, como señalan Bermejo y Santamaría, no hay una educación tanatológica, parte de una educación para la vida.
Este libro es un buen apoyo –a veces con un sesgo poético y ciertas debilidades de estilo en la escritura–, para quienes pasan por el trance o, también, para quienes les acompañan, para que la muerte pueda incorporarse a su vida y seguir adelante con una esperanza que es posible. Trabajar sin prisas sentimientos como la rabia, la culpa, la angustia, la soledad y aprender a perdonar y perdonarse, agradecer, permitirse un tiempo para ello, es lo que está detrás de ese dolor y esa pena en observación, como dijo alguien que, en este caso, es acompañada.