Con este libro póstumo, nos ha legado Rafael Alvira (1942-2024), en parte, lo que ha ocupado el grueso de su magisterio. Puede causar extrañeza el título. Sin embargo, el “dogma” (de doxa, algo en lo que se cree) democrático se sigue del modo en que se ha impuesto hoy la democracia liberal como forma de gobierno, partiendo de unas nociones nada empíricas, examinadas en la primera parte. Tales son la voluntad general, la unión entre libertad e igualdad (por este orden), la soberanía nacional y la delimitación neta entre lo público estatal y lo privado.
Así, mientras el bien común puede ser fácilmente identificado en sus elementos según un orden, la voluntad general no consta, porque no existen de hecho otras voluntades que las personales; la soberanía nacional, por otra parte, no es compatible con la diferencia entre gobernantes y gobernados; y la diferencia entre lo privado y lo público no resulta tan patente en la práctica como lo es en teoría. Tampoco es fácil llegar a la igualdad desde la libertad civil, indica Alvira.
Quiere esto decir que la adhesión a la democracia como régimen político legítimo e imperante en Occidente es algo más que atenerse a unas reglas de juego eficientes para el gobierno de un pueblo. Precisamente, el desequilibrio entre los anteriores postulados de la democracia y la condición civil del ser humano se pretende salvar mediante la noción desvinculada de individuo –es esta una de las tesis fuertes de este ensayo–. Para Alvira, sin embargo, es la sociedad civil en verdad la que cubre aquel vacío. La sociedad civil –a la que se dedican las páginas centrales del libro– no es generada procedimentalmente, sino que está ahí como sustentáculo de toda sociedad determinada. Es aquello que nos reúne sin partir de un diseño previo. Es lo común, pero no en un sentido lógico –como una nota conceptual–, ni circunscriptivo –como algo en lo que se está en común–, ni cuantitativo o extensional, sino originario, como lo que acompaña a los seres humanos desde la familia, los centros educativos y la religión.
Otro de los ejes del libro es el análisis de la polaridad privado/público. En vez de considerarlos antitéticos, para Alvira constituyen los dos lados, interno y externo, de la sociedad civil, y se reclaman mutuamente. No se trata de la delimitación de dos esferas –el ámbito de las convicciones y la neutralidad de lo público estatal–, porque una y otra se afincan en la unidad del ser humano, que comporta a la vez un intus (interior) y su expresión externa.
En suma, estamos ante un libro póstumo que recoge un conjunto de consideraciones de Alvira sobre el lugar indispensable de la política, muy bien hilvanadas y que hacen pensar.