Si nos hemos habituado a expresiones del tipo “se prevé que nuestra economía crezca por encima de la media de los países de nuestro entorno”, o “el nuevo escenario permite incrementar en dos décimas el crecimiento previsto”, es porque el crecimiento económico ocupa un lugar de excepción en discursos, debates y, como consecuencia, en los medios de comunicación. Ante este protagonismo, debemos preguntarnos qué es lo que se está midiendo realmente y cuáles son las repercusiones que esa obsesión por el crecimiento podría estar teniendo en nuestra sociedad.
David Pilling, editor del Financial Times, ofrece un análisis profundo, atractivo y asequible sobre las consecuencias del culto desmedido al crecimiento, y sobre el concepto que se emplea para medirlo: el famoso PIB (producto interior bruto). Así, se remonta hasta lo orígenes de esta macromagnitud y explica que fue Roosevelt quien, durante la Gran Depresión, solicitó al economista y estadístico Simon Kuznets que encontrara una manera de medir toda la actividad económica o, lo que es lo mismo, que hallara una cifra capaz de reflejar el “valor añadido” generado por la producción de los sectores que configuran la economía de un país. Pero el PIB se convirtió en la referencia indiscutible de la economía gracias a Keynes. Pilling, sin embargo, explica las advertencias del propio Kuznets sobre el supuesto alcance de este instrumento para apreciar el éxito económico o bienestar de un país.
El resto del libro se dedica no tanto a cuestionar la aportación del PIB, como a identificar sus limitaciones. Sobre estas últimas, el autor presta especial atención a dos que considera muy importantes: no distingue entre producción “buena” y “mala”, y es incapaz de recoger el valor de las mejoras en la calidad de los productos y servicios. A su juicio, esto hace del PIB un concepto sesgado y, en cualquier caso, no muy útil para definir la política económica. Las economías actuales reclaman una nueva referencia, más precisa, que incluya factores también determinantes, como puede ser la educación, los empleos, la salud, el medio ambiente o la sostenibilidad. Así lo han señalado algunos expertos. En esta línea, propone un conjunto de medidas alternativas que, en su opinión, se ajustan mejor al nuevo contexto económico y social, como el PIB per cápita, la renta mediana, el producto interior neto o el Índice de Progreso Real.
Si el título del libro no deja lugar a dudas sobre lo que denuncia el autor, una mirada a nuestro alrededor confirmará que nos hemos convertido en esclavos de una definición errónea del crecimiento económico. Definición que, según Pilling, está teniendo consecuencias en nuestro modo de vida y en el planeta que habitamos. Pero también considera que, si hacemos los ajustes oportunos en la manera de concebir el crecimiento y de medirlo, estaremos a tiempo de contribuir a dejar un mundo mejor.