El declive del hombre público

Anagrama. Barcelona (2011). 463 págs. 22 €. Traducción: Gerardo Di Masso.

TÍTULO ORIGINALThe Fall of Public Man

El declive del hombre público, aparecido a finales de la década de los setenta, no solo lanzó al estrellato al sociólogo Richard Sennet, sino que consagró una forma de ensayo preocupado por identificar las fracturas y las contradicciones de las sociedades modernas. Fue oportuno en aquel momento estudiar la diferencia entre lo público y lo privado, y lo sigue siendo ahora. En este sentido, las cuestiones actuales en torno a la construcción de la identidad o al papel de las emociones en la vida de los individuos pueden reconducirse a esa problemática.

Sennet intenta ofrecer al lector una genealogía que explora la decantación individualista del proyecto moderno. A lo largo del siglo XIX y del XX, las fronteras entre dichos ámbitos se han difuminado, provocando una suerte de inversión. En la medida en que el sujeto moderno, liberado de las ataduras de la tradición, tiene que reconstruir su identidad, se ha llegado a lo que el sociólogo llama “sobreimposición de lo privado en lo público”.

Sennet llama la atención sobre un cambio importante: la esfera pública ya no parte de un yo previo, conformado en la intimidad del hogar y en la vida privada del comercio; ya no se refiere pues a esa barrera que los liberales habían levantado para protegerse del poder. Por una combinación dialéctica, el hombre ya no se presenta “hecho”; tiene que hacerse y conquistar su identidad y lo hace irrumpiendo con su desnudez en el espacio público.

Según Sennet, esta transformación es consecuencia del auge de la mentalidad capitalista y efecto del proceso de secularización. “Cuando los dioses son desmitificados –afirma–, el hombre mistifica su propia condición”. Pero si en los espacios públicos ha penetrado el yo y en ellos se deciden las aventuras de nuestra identidad, entonces tiene razón el autor al decir que nos deslizamos por formas superficiales de expresividad pública. El sujeto moderno, narcisista y sentimental, sólo puede constituir una esfera pública también superficial y egoísta.

La posmodernidad podría describirse como una radicalización narcisista del yo, llevando hasta las últimas consecuencias el proceso que comenzó en el XIX. Para demostrar los efectos de esa construcción ininterrumpida de la propia personalidad, Sennet expone el cambio en la apreciación del amor y el sexo. Si lo que los individuos buscan es su yo más original, las relaciones sociales comienzan a ser medidas con el termómetro del sentimiento. La sexualidad también comienza a referirse a uno mismo y pierde su relevancia social; el narcisismo encapsula al hombre de forma que en el dominio de la sexualidad “despoja al amor físico de cualquier tipo de compromiso, ya sea personal o social”.

Un dominio público abandonado a la fuerza de los sentimientos y a las inseguridades de nuestros caprichos es, ciertamente, una apuesta arriesgada. Y un espacio privado vacío y que produce claustrofobia a los individuos no ofrece referencia alguna. De ahí que para Sennet el hombre de hoy se encuentre desorientado y que no pueda recibir al otro como un igual, sino más bien como un desafío que amenaza su identidad.

El declive del hombre público, leído más de treinta años después de su publicación, sigue ofreciendo motivos para pensar y pistas para entender mejor algunos de los aspectos más paradójicos de nuestras sociedades.

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