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El arte de no ser egoísta. Una reflexión sobre la moral y los obstáculos para practicarla

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALDie Kunst, kein Egoist zu sein. Warum wir gerne gut sein wollen und was uns davon abhält

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2014)

Nº PÁGINAS393 págs.

PRECIO PAPEL30 €

PRECIO DIGITAL11,99 €

TRADUCCIÓN


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 43/15

Estamos ante un libro de filosofía moral de formato desacostumbrado. El autor recopila en él una serie de extensos artículos, publicados en Die Zeit, Chicago Tribune y otros periódicos, y les da unidad desde lo que llama “el arte de no ser egoísta”. Es un género periodístico culto, salpicado de observaciones sobre la ciencia y la investigación y de anécdotas tomadas del vivir cotidiano; a todo ello debe seguramente Precht la difusión que sus libros han alcanzado.

Empieza registrando determinados acontecimientos históricos o contemporáneos en apoyo de sus tesis, generalmente a favor de que lo sensato y juicioso es comportarse según cánones morales. La mirada a la ética no es de frente, sino desde su entorno periférico de la psicología del desarrollo, con antecedentes en Piaget y Kohlberg, o desde la sociobiología, al subrayar la interacción entre el medio externo y la evolución genética. Pero no se detiener en los problemas centrales de la delimitación –y menos aún fundamentación– de la naturaleza humana, el bien moral o la virtud, a los que despacha un tanto expeditivamente.

Sin embargo, las reflexiones sobre los obstáculos a la práctica de la moral en la última parte del libro, detectados al hilo de los estándares actuales de vida, están llenas de buen sentido. Uno de estos obstáculos es la segmentación social en roles incomunicados, teorizada por T. Parsons y N. Luhmann. Se hace difícil, en efecto, encontrar la unidad moral del ser humano cuando se lo ha compartimentado en distintos status, cuyo señuelo está en la comparación que conllevan con los inferiores y superiores. El imperativo ético categórico es, así, sustituido –dice gráficamente– por el imperativo comparativo.

Ligado al anterior se halla el segundo obstáculo, el del objetivo político del crecimiento indefinido del PIB. Los costes cualitativos que acarrea en términos de perjuicio psicológico y familiar, de daños ecológicos y de carencia de una distribución equitativa de los beneficios constituyen el reverso ético de tal crecimiento. La crítica de este modelo falaz de bienestar toma por guía el concepto de bienestar asentado en las capacidades y oportunidades de cada ser humano que preconizara Amartya Sen. A fin de cuentas, la crisis económica de nuestros días es una crisis de norte moral en la economía.

El autor acaba rompiendo lanzas en favor de la propuesta comunitarista que iniciaron en los años 90 autores norteamericanos bajo la estela de A. MacIntyre. La disposición a la cooperación y a la ayuda desinteresada revierte en la creación de espacios crecientes de solidaridad efectiva, con los que el ethos social expansivo sale reforzado. “Si Taylor, Sandel y MacIntyre tienen razón, la tarea de la sociedad consiste en crear milieus morales y en difundir la solicitud y el compromiso mediante contagio”.

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