Michael Ignatieff, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024, es un viejo conocido para los aficionados al ensayo y la política. Si uno se asoma brevemente a su biografía, verá que es autor de una obra amplia y variada, hombre de pensamiento y de cultura, al margen de su actuación en el ámbito de la política canadiense. Entre sus numerosas obras, destaca En busca de consuelo, publicada tras la pandemia.
El álbum ruso es, sin embargo, su obra más personal e íntima, ya que en ella ahonda en sus raíces culturales y familiares. Y es que, en efecto, Ignatieff es heredero de un linaje que, tras la conquista del poder por parte de Lenin, tuvo que dispersarse por el mundo. El proceso de recuperar la memoria de los que se fueron, con la esperanza de volver, es interno y muy especial. Con él, el canadiense busca tanto reconciliarse con su propio pasado como dar descanso a la figura paterna, con cuyo emotivo recuerdo termina esta obra.
Alguno pensará que, siendo un libro tan particular –porque nos presenta los mapas de la Rusia zarista, la disgregación que se produce y también las fotografías del álbum familiar que da título al libro–, debe de tener un interés escaso y localista, pero se trata de algo más: es un libro sobre la pérdida, sobre las separaciones y la diáspora de las familias en tiempos convulsos, sobre los modelos de esas figuras que se contemplan en las fotos de familia y que parecen querer trasladar un mensaje a través del tiempo. El propio Ignatieff lo señala: “Mis primeros recuerdos no son de mí mismo, sino de mi padre hablando de sus antepasados”.
El destino que estaba previsto para los herederos, abuelo y abuela, conde y princesa, de los dos linajes que convergen en los Ignatieff, se truncan por la llegada de los revolucionarios y se distorsionan: el exilio, el desposeimiento, la añoranza y la nostalgia se entremezclan con la dureza de construir una vida nueva y la esperanza no ya de vivir, sino de no morir anclados en el dolor de lo que fue. Por esta razón, el libro nos conduce a reflexionar sobre la memoria, sobre las tradiciones familiares y sobre los recuerdos que se convierten, en palabras del autor, en una narración inventada, porque los recuerdos cuando se trasmiten también se inventan, se distorsionan o se embellecen. Escribir sobre la historia de la familia, que se asoma desde las fotos que nos proporciona Ignatieff, conlleva recuperar la vida y los sueños, truncados en ocasiones, de los que precedieron.
Para la posteridad quedará la fotografía de Ignatieff visitando la iglesia de Krupoderyntsi, hoy Ucrania, donde se encuentran las lápidas familiares de aquellos que murieron todavía en suelo ruso. El álbum familiar lleva a Ignatieff a reencontrarse con su pasado y nos anima a recuperar el nuestro. Un libro que explica lo relevantes que son los lazos y la tradición para conocernos.