diarios de un fumador

Diarios de un fumador

AUTOR

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThe Smoking Diaries

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2025)

Nº PÁGINAS304 págs.

PRECIO PAPEL21,95 €

PRECIO DIGITAL11,99 €

TRADUCCIÓN

GÉNERO

Simon Gray (1936-2008) fue un famoso dramaturgo y guionista inglés, contemporáneo de Harold Pinter. Cuando cumplió sesenta y cinco años comenzó un diario en cuatro volúmenes que tuvo una excelente acogida. Diarios de un fumador es el primero de ellos, publicado en 2004.

Lo más sobresaliente de la obra es el tono, descarnado, humorístico, burlón, de vuelta de casi todo, con el que aborda muchos sucesos de su vida. Cuando comienza a escribir ya se ha debilitado su estrella como dramaturgo, aunque sigue siendo un intelectual conocido y respetado. Se siente en el declinar de la vida, con la aparición de enfermedades y hasta de un cáncer. Toda su vida ha fumado “como un carretero”, pero ahora se está planteando dejarlo. También ha cambiado sus hábitos. Si antes era un alcohólico intermitente, ahora solo bebe Coca-Cola light.

El tono es siempre cáustico, pero sin pasarse. Con esa voz se enfrenta a sus demonios familiares, a su vida como dramaturgo, a sus limitaciones actuales y a sus recuerdos. Este último asunto ocupa un lugar prioritario en estos diarios.

Gray habla mucho de su infancia, de sus dos hermanos, de sus padres y abuelos. La mayor parte de la Segunda Guerra Mundial la pasó en Canadá, donde vivían sus abuelos. Aunque deportista, abandonó el fútbol por su dedicación a la vida intelectual en sus años universitarios, en los que, como él dice, llevaba un corte de pelo ostentoso y se tenía “por la criatura más extraordinaria y excepcional de la Tierra”. Salen algunos asuntos espinosos, como su afición juvenil por la literatura erótica, los abusos que sufrió de algunos de sus profesores, las reiteradas infidelidades de su padre, el alcoholismo de su hermano pequeño, sus años de un adulterio “empecinado, cotidiano y diligente”, del que no aporta detalles, y su debacle económica.

Aunque habla de su faceta como dramaturgo, no se explaya mucho. Sigue siendo un lector más o menos voraz, y sus opiniones estéticas, aunque no se prodigue, suelen ser acertadas, como cuando escribe: “Esa es la grandeza del cine: si la película sale fresca mantiene su frescura para siempre, mientras que en el teatro una obra puede marchitarse la segunda noche en cartel”. Combina su pasión por la alta cultura con otras manifestaciones populares (no se pierde una película de Steven Seagal). Son también muy ocurrentes sus observaciones sobre vecinos, turistas y gente en general, con algunos retratos muy conseguidos.

Sabe que, por edad y por las enfermedades de sus amigos y de él mismo, la muerte le va rondando. Pero prefiere esquivar la gravedad y la reflexión. En todo momento mantiene el tono irónico y ocurrente, con el que consigue una atrayente naturalidad narrativa y divertidos momentos.

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