De un tiempo a esta parte, ¿damos muchas vueltas a cómo deberíamos expresar una idea, manifestar una opinión o defender un punto de vista? ¿Nos recordamos que debemos ser extremadamente delicados para no incurrir en algún posible agravio hacia algo o hacia alguien? Si estas preguntas nos parecen oportunas, es porque sentimos que expresarnos ya no es un ejercicio de libertad, sino un riesgo. Pero un riesgo “asimétrico”, porque solo es perceptible por aquellos que discrepan de un determinado modo de pensar elevado a la categoría de “lo correcto”. En ello consiste lo que se ha dado en llamar “cultura de la cancelación”, una expresión que, a juicio de Fernando Bonete, constituye un oxímoron. En efecto, la cultura es “diálogo, intercambio y encuentro”; la cancelación, “anular, abolir, borrar”.
Este es el contexto en el que la reflexión que propone el autor de este ensayo, amante y gran divulgador de la cultura y de los libros, se convierte en oportuna y necesaria. Acomete la tarea de compartir con el lector cómo surge y cómo se impone esta cultura de la cancelación, para, desde ahí, plantarle cara y darle respuesta. Dedica la primera parte del libro a exponer las corrientes sociales que la promueven, como son el feminismo funcional, la cultura queer, el antirracismo, la social justice o lo woke. Esto ha generado espacios en los que el relativismo y la posverdad campan a sus anchas.
En la segunda parte expone los “métodos” y las herramientas que sutilmente limitan la libertad de expresión, y los resultados a los que conducen, como son “la censura, la difamación, el acoso o la intimidación”. En este terreno también influye la deriva de la “corrección política” o el juego de los populistas de todo signo que, como bien recoge Bonete, recurren sobre cualquier cuestión y en cualquier contexto a que “dicen lo que piensan” y “dicen las cosas como son”. Con ello pretenden imponer una norma moral que, por ser ineludible, no requiere de argumentación alguna. Y lo hacen sin pudor. El objetivo de estas tácticas no es otro que conseguir la “normalización”, la conformidad y la imposición del silencio por miedo al aislamiento social.
A pesar de la presencia e influencia de esta amenaza, para Bonete hay solución. Esta pasa por contar con personas comprometidas que, partiendo del respeto a los demás, y sin incurrir en el buenismo o en la pereza intelectual, se apoyen en dos recursos imprescindibles, como son la palabra, por ser la “fuente del pensamiento”, y la ciencia, en cuanto antídoto de la ideología. En definitiva, la propuesta que nos plantea podría resumirse en escuchar, pensar y proponer. Sin duda, hay que ponerse a ello, porque lo que está en juego es la verdad, la libertad y la convivencia.