Hace tres años Antonio Lucas, periodista del diario El Mundo y poeta (ganador del Premio Loewe, entre otros), se embarcó en un pesquero rumbo a Gran Sol, uno de los caladeros de pesca más peligrosos del mundo. Gran Sol está situado en el Atlántico Norte, entre los paralelos 48 y 56, al oeste de las islas británicas. En este hostil cuadrante del océano, el cielo casi siempre está cubierto y el oleaje es tremendo.
Tras publicar una serie de reportajes en El Mundo en junio de 2018, algo de aquella aventura se quedó dentro de Antonio Lucas. Y de esa experiencia nace su primera novela, Buena mar, que se alimenta de sus vivencias reales con los once marineros del Nuevo Confurxo durante 21 días de travesía. “Me preparé para un viaje que en nada se parece a nada, que elegí no compartir con nadie, que nunca más repetiré”: así comienza Buena mar.
La novela está narrada en primera persona por Mauro, un alter ego del autor que embarca con la excusa de escribir porque “en tierra hay algo muy incivilizado, una realidad sin nombre donde no siempre encuentro el sitio”; y porque “aquí existen ejemplares humanos fuera de los moldes frenéticos y desmadejados habituales, seres que se alejaron progresivamente de todo”.
La narrativa de Lucas bebe de los grandes clásicos de la literatura marinera, desde Melville a Hemingway. Particularmente, Lucas siente predilección por Gran Sol, de Ignacio Aldecoa, uno de los escasos relatos sobre esta lejana región atlántica. La prosa de Lucas es clara y ágil, rotundamente lírica. Avanza desde la descripción de la vida cotidiana en el barco hacia reflexiones vitales que convierten el viaje al mar en una gran introspección y una búsqueda al sentido de la existencia.
En el Nuevo Confurxo los marineros trabajan sin apenas descanso durante expediciones de 15 o 20 días. Cada tres horas, la sirena accionada por el patrón anuncia que la rampa cae sobre el agua para izar redes, recoger la pesca y volver a lanzar. Cada tres horas, día y noche. “Nada interrumpe ese ritmo desquiciado”, dice Lucas en una entrevista, y asegura que “descubrir la naturaleza de esos hombres ha sido para mí algo insólito y apasionante”.
La lectura de Buena mar nos traslada a un mundo sin protocolos ni reglamentos, donde la muerte es un lugar común y la dureza de la faena diaria no deja lugar para frases hechas ni sentimentalismos.