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Bien y mal

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALRecht und Unrecht

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid (2021)

Nº PÁGINAS108 págs.

PRECIO PAPEL17 €

GÉNERO

Martin Buber estaba convencido de que el hombre era un ser relacional, pero sabía que la auténtica relación, la constitutiva, no es la que se instaura entre una persona y otra, sino entre el ser humano y la fuente de su existencia: Dios. Estaríamos tentados a hablar de participación, el término que desde Platón a santo Tomás de Aquino se emplea para aludir a ese misterioso vínculo que hermana al ser con el ente, incluso con este ente tan peculiar que somos, si no fuera porque en Buber –ese sabio de barbas luengas a quien imaginamos escudriñando, bajo una luz escuálida, cada sílaba de la Torá– pesa más el vocabulario bíblico, es decir, palabras como creación, Dios o espíritu.

En los dos breves textos que se recogen en Bien y mal, el pensador judío se enfrenta al pesado interrogante que atormenta al que sufre: ¿acaso Dios consiente la injusticia? Se trata de una cuestión, sin embargo, que palidece frente a otra más desasosegante, como la que el salmista dirige al Creador de la vida: ¿por qué prospera el camino de los impíos y el fiel se consume a veces en la desgracia? La profunda teodicea que contiene el salterio exige, de acuerdo con la exégesis de Buber, transformar el modo de pensar habitual. Así, la diferencia entre el justo y el pecador no estriba en decidirse por un curso de acción perverso, frente a la vereda virtuosa que toma el justo; se trata de un problema ontológico, de la respuesta del ser humano al don de Dios.

Buber, además de referirse a los salmos, analiza el pecado original, el asesinato de Abel a manos de Caín e incluso la concepción maniquea del problema. Lee estos textos sabiendo que nos hablan de la naturaleza humana y que, a causa de ello, su contenido es inagotable, insuperable, definitivo, y debemos rumiarlo una y otra vez, como hizo él mismo a lo largo de su vida.

Siempre con resabios existencialistas, este ensayo enriquece la reflexión sobre la acción humana y la incardina en un horizonte ontológico. En este sentido, supone una crítica a la superficiliadad de las corrientes éticas contemporáneas, ciegas para vislumbrar lo que el hombre se juega en sus elecciones, realizarse en una existencia verdadera o salirse del camino que conduce a la redención. Descubre Buber dos miradas: la de la fantasmagoría mundana y la de la realidad divina. No es, pues, que el impío prospere: es que ha elegido la no-vida, la senda de la desaparición.

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