El presente libro es la obra de un inconformista que busca soluciones y está convencido de que existen. Paul Ginsborg (Londres, 1945) muestra, junto a las debilidades de la organización económica y política modernas, las posibles salidas.
Este catedrático de Historia Europea de la Universidad de Florencia aboga por una “política cotidiana”, capaz de ligar las acciones individuales al cambio de las estructuras económicas y políticas. Ello es posible y necesario a la vez debido a la importancia que nuestros hábitos individuales de consumo tienen para la economía en un mundo global e interdependiente. A guisa de ejemplo pueden servir prácticas como el Comercio Justo, los fondos éticos, evitar el despilfarro que supone ingerir diariamente en los lugares de trabajo botellitas de agua mineral, negarse a ingerir alimentos antiecológicos, etc. El influjo de estas decisiones en las relaciones comerciales es ciertamente muy pequeño, pero el autor ve en estos modelos una línea de acción que puede ir a más y acabar influyendo de manera importante en la economía.
El descontento de Ginsborg se debe a la escasa posibilidad de participación política por parte de los ciudadanos. Por supuesto, el autor no cuestiona la democracia, pero es enormemente crítico con muchas de sus deficiencias actuales. El autor británico realiza una severa crítica de los políticos y de los partidos. En su opinión, los políticos profesionales dependen excesivamente -cuando no los controlan más o menos directamente- de los medios de comunicación y de su lógica mercantil (primacía de la imagen, sensaciones efímeras, falta de tiempo para la reflexión); y dependen también en exceso -debido entre otras cosas a campañas electorales que requieren costosísimas financiaciones- del poder económico, de manera que, por una parte, el poder económico suplanta al poder democrático y, por otra, se abre paso a la corrupción.
En aras de una política mucho más participativa, Ginsborg aspira a una conjunción entre la democracia representativa al uso y la democracia participativa, de corte asambleario. En la estela de la democracia deliberativa e inclusiva de Habermas, Elster y otros, el autor considera que resulta posible combinar los elementos institucionales y representativos de lo que denomina Estado local con la práctica de asambleas ciudadanas. Esto requiere, según el autor, un enorme fortalecimiento de la sociedad civil.
Este fortalecimiento ha de ser a través de las familias, a las que es preciso ayudar para que estén en condiciones -económicas y de disponibilidad de tiempo- de conectarse con los problemas de la sociedad, en vez de replegarse sobre sí mismas.
En definitiva, el autor aboga por un nuevo orden que permite vincular mejor las dimensiones individual y social de las personas. Las propuestas de Ginsborg quizá no sean del todo realistas, pero tienen el mérito de un inconformismo constructivo, que busca soluciones al creciente descontento de los ciudadanos, que muchas veces se sienten impotentes ante un estado de cosas, tanto en la economía como en las prácticas democráticas, que deja mucho que desear.