La ópera es elitista. Al menos, esa es la idea que sigue sobrevolando el imaginario popular en muchos lugares, pese a los esfuerzos del mundo artístico por desmentirla. Reducir al máximo la escenografía y el elenco de actores para ofrecer entradas más baratas, proyectar las letras de las canciones en tiempo real –como los subtítulos en el cine– para facilitar que el público siga la historia en versión original o situarla en un espacio alternativo, son algunas de las técnicas que en los últimos años están ayudando a que el público más joven o menos habituado se acerque a la ópera.
Siguiendo esta tendencia, en 2018 surgió en Bilbao la productora Ópera Garage que, junto con Okapi Producciones, estrenó la semana pasada su I Festival de Ópera Verano en el madrileño Teatro Marquina. Hasta el próximo 7 de julio, la compañía ofrecerá versiones alternativas de Rigoletto, Lucia Di Lammermoor y La Bohème, que han contado con la asesoría artística de Ainhoa Arteta.
De momento sólo se ha estrenado la primera de ellas, con un resultado atractivo pero un tanto irregular. Porque, aunque hay óperas en las que caben muchas estéticas y cambiar la original no tiene por qué salir mal, el Rigoletto de Giuseppe Verdi es una obra arriesgada. El cambio de la problemática social en la Italia del siglo XVI por un barrio sórdido del XXI lleva a la historia planteada por Emiliano Suárez a naufragar en algunos momentos.
Sin ir más lejos, el leitmotiv que da sentido a toda la obra, la famosa “Maledizione”, no tiene una explicación clara y desconcierta a los espectadores. Esto no sería un problema si la versión estuviera dirigida a un público conocedor del libreto original, pero si lo que pretende es enganchar a los no asiduos, la acción teatral debería ir mejor encaminada a que la historia se entienda bien.
Sin embargo, Verdi es Verdi y Victor Hugo –autor de la obra original que inspiró al músico, El rey se divierte– es Victor Hugo. La historia del personaje cínico de puertas afuera pero tremendamente tierno con su familia es muy conmovedora y actual, las arias son preciosas y están bien interpretadas, acompañadas por un piano, y la escenografía moderna y minimalista no supone un estorbo para que el público disfrute.
Por todo ello, es de agradecer la apuesta del teatro Marquina en este I Festival de Ópera, donde todavía los espectadores podrán sorprenderse con versiones alternativas de Lucia Di Lammermoor (26-30 de junio), de Gaetano Donizetti, y La Bohème (3-7 de julio), de Giacomo Puccini.