Yo, adicto
7/10Valoración

Yo, adicto

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

contenidos

Ritmo : ⚪⚪⚫
Amor: ⚪⚪⚫
Sexo: ⚪⚪⚫
Violencia: ⚪⚫⚫
Humor: ⚪⚫⚫

ESTRENO30/10/2024

EPISODIOS6 capítulos de 40 min.

PLATAFORMAS

Detrás de una buena película –y sirve para una serie–, hay siempre un buen guion. Y detrás de un buen guion hay, muchas veces, un buen libro. Es el caso de Yo, adicto, que, antes de serie, fue libro sobrecogedor en el que el autor, Javier Giner, un conocido y querido profesional del cine –en el que ha hecho de casi todo: desde escribir guiones hasta ser jefe de prensa de Pedro Almodóvar–, contaba su descenso a los infiernos de la adicción al sexo, el alcohol y las drogas, y su recuperación.

Se trataba de un texto de una sinceridad brutal. Con una prosa expresiva, Giner se abría en canal y mostraba cómo, detrás de un adicto, hay un ser humano con una historia que contar. Y que resolver. Que la adicción no es el problema, sino una consecuencia de otro problema anterior.

Tratándose de un personaje tan cinematográfico, era de esperar que alguien viera las posibilidades que encerraba una historia así: contada desde las entrañas, oscura hasta asustar, dura hasta doler, íntima hasta intimidar y, a pesar de todo, luminosa. E inspiradora. En un mundo tan narcisista como el del cine, uno de los suyos, uno de los nuestros, se despojaba del ego, mostraba las heridas y, lo que es más importante, mostraba una puerta de salida. Porque el gran acierto de la serie –que tiene muchos– es centrar el guion no en el descenso sino en el ascenso. El camino de vuelta. El regreso del héroe, que diría Christopher Vogler.

En este caso, el “héroe” es un ser humano con múltiples heridas de guerra; un héroe cuya mayor heroicidad es no esconder que es vulnerable y que necesita de la ayuda de los demás para llegar de nuevo a Ítaca. Con otras palabras: en una historia llena de claroscuros hay un empeño constante por mostrar la luz.

Y esa luz viene en primer lugar de la propia historia y, después, de una cuidada construcción del personaje. Se nota que el guionista y el director son la misma persona que ha elaborado durante un tiempo un sincero proceso de autoconocimiento. Viene, por supuesto, de esa especie de encarnación que hace Oriol Pla en una interpretación sobresaliente.

Y eso, a pesar de que pesa un poco la excesiva voz en off. Es cierto que estamos ante un biopic que, desde su expresivo título, tiene mucho de confesión, pero tanto el personaje como el intérprete poseen la suficiente potencia como para no necesitar subrayados. Hay un par de monólogos que nacen de reflexiones, necesarias en un libro, pero que, al trasladarlas a la pantalla, quiebran un poco el ritmo del relato.

Como en el caso de la magnífica Querer, estamos ante una serie adulta y dura. Además de algunos pasajes sexuales explícitos, hay momentos de una gran violencia psicológica, pero –también como en el caso de la serie de Alauda Ruiz de Azúa– se percibe un esfuerzo de contención, de mostrar las aristas, el dolor y el daño… con el objetivo de superarlo. De ahí que la serie ponga el foco en la terapia y que el personaje que encarna Nora Navas –que interpreta a Anais López, terapeuta del protagonista– tenga una importancia decisiva.

Al final, Javier Giner ha creado una serie en la que se llora mucho y se ríe también bastante. Una serie dramática y, al mismo tiempo, esperanzadora. Una serie que puede ayudar especialmente a padres y a educadores, a adictos –y casi todos lo somos en potencia– y a sus familiares.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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