Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 64/15

Fernando León de Aranoa (Barrio, Los lunes al sol) rueda por primera vez en un idioma distinto al español, teniendo bajo sus órdenes a un atractivo reparto internacional. Maneja además material ajeno, pues adapta la novela de Paula Farias Dejarse llevar; no obstante, se nota que conecta con la propuesta narrativa de la escritora.

Ambientada en el conflicto de la antigua Yugoslavia, la película sigue a lo largo de 24 horas los esfuerzos de los activistas de una ONG dedicada a la accesibilidad al agua potable, por retirar un cadáver de un pozo. Leve coartada argumental para describir a un grupo humano que intenta ayudar al prójimo, aunque ya asoma en ellos el desencanto y la rutina del horror, además del cansancio ante las trabas burocráticas que dificultan su labor.

El buen trabajo de realización no evita la sensación de una trama estirada en exceso y algún cliché. El alocado personaje de Tim Robbins agota, y las tiranteces por los problemas personales de los otros no acaban de apasionar.

Hay ideas buenas –las vacas, el “milagro” final– pero se podía haber explotado mejor la presencia del niño, el personaje local, y falta contexto que explique los odios étnicos.

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